El tiempo pasa como un rastrillo de boca dulce, barriendo las deshojadas horas del día, estoy en el centro de todo, un lunar en el infinito de mundos que se escriben y se borran simultáneamente.
Hay furores agudos fuera de los muros, el sol calienta la tierra y un vapor resplandeciente alfombra la distancia. El apamate desprende su belleza y flor perfumada regando el camino del andante, con su natural aroma de rosado que levita hasta los sueños.
El domingo me trae el licor que recogió la brisa en el paisaje, llega con ese dulce sortilegio de pajas secas con sabor a cenizas de agrietadas tierras lejanas sedientas de aguaceros claros de mayo, la brisa trae un olor a mazorca tierna llanera, a molino y a cachapa en budare de fogón, a papelón, casabe, pescado salado de la Negra, trae un olor a frescura de tamarindo de espesa sombra, trae esa dulzura de poncigué maduro al paso de carretera, me trae el sabor de las panelas de San Joaquín de mi natal Carabobo, me trae dulce y amargo de caña con sabor a ron que arde en el paladar como el fuego en la caña quemada por la bravura de la llama de sol y candela.
Siento el sabor a cacao de Chuao y mi pensamiento y corazón bailan al ritmo de los pastores de San Joaquín, al ritmo del tambor y la curiara en una sensual danza que avanza como el misticismo del río de Choroní a través de esas piedras monumentales de fríos besos.
Sueño lo que no he visto pero que otros ojos vieron y me contaron como esa ribazón de pescado en los ríos de las sabanas del llano que me narró el más viejo samán de los Gómez, el abuelo de mi compañero de infancia y de vuelo Yohan Gómez en aquellas tardes de sancocho y dominó en Los Tanques con sabor a cañaclara al pico de una botella con cuerpo y voz de guitarra, en esas polvorientas y olvidadas calles de huellas en el polvo que recoge el día y se lleva la oscuridad de la noche...
Recuerdo el salto libre, desde la cumbre de aquellas tierras de mangales y ripial adentro de las Malvinas y San Rafael hacia las venas rotas de aguas que se tragan la tierra, ahí donde sin miedo saltábamos hacia la oscuridad de frías aguas que rugían con furia. La brisa me trae esos perfumes de guayaba, mamón, mango, melón y el recuerdo de aquellas cartas que se perdieron en el tiempo a los amores de la juventud, que se fueron sin igual...
El samán esta vestido de flores para marzo que serán semillas dulces para el áspero paladar de rumiantes, la brisa trae el olor a esas naranjas peladas con las manos, esa concha que mientras muere perfuma, naranjas amarillas y rojas de sabor ácido y dulce.
Hoy en la casa de los abuelos voces rezan rosarios, es domingo, refresco y rosquitas, dulces de recibo, nada es lo mismo, se siente distinto y escribo a esos amores caminantes que se volvieron caminos...
Abuelos siempre serán voces en mi corazón, estrellas en el infinito, gracias por ese amor que me sigue inspirando el domingo, ya el ruido de las chancletas arrastradas por el piso de la casa no está, ni la mata de la guayabas, ni la vieja máquina de coser. Se marcharon las risas, la abuela en la silla de extensión leyendo las cartas de Bolívar a Manuela.
Abuela, aquí sentado sobre tu cama te envío mis lágrimas a besar el cielo.
Es marzo y son las cuatro, el pan dulce ya no se moja en el café, aquí en este cuarto donde ya nada se parece a ti, estoy colando recuerdos de dorados momentos, todo tiene su final, pero el tiempo no ha podido hacer que pase lo nuestro, espero que haya salsa y libros en el cielo...
Autor Carlos Palma. Dedicado a mis abuelos.
Time passes like a sweet-mouthed rake, sweeping the leafless hours of the day, I am at the center of everything, a mole in the infinite worlds that are simultaneously written and erased.
There are sharp rages outside the walls, the sun warms the earth, and shimmering steam carpets the distance. The apamate releases its beauty and perfumed flower watering the walker's path, with its natural aroma of rosé that levitates even dreams.
Sunday brings me the liquor that the breeze picked up in the landscape, it arrives with that sweet spell of dry straw flavored with ashes from cracked distant lands thirsty for clear May downpours, the breeze brings a smell of tender llanera cobs, of mills and of cachapa in budare de fugón, a papelón, cassava, salty fish from La Negra, brings a smell of fresh tamarind from thick shade, brings that sweetness of ripe poncigué to the road pass, brings me the flavor of panelas from San Joaquín de My native Carabobo brings me sweet and bitter cane flavored with rum that burns on the palate like fire in cane burned by the fierce flames of the sun and candlelight.
I feel the flavor of Chuao cocoa and my thoughts and heart dance to the rhythm of the shepherds of San Joaquín, to the rhythm of the drum and the curiara in a sensual dance that advances like the mysticism of the Choroní river through those monumental stones of cold kisses.
I dream of what I have not seen but what other eyes saw and told me about, like that shoreline of fish in the rivers of the savannahs of the plain that the oldest Gómez saman, the grandfather of my childhood and flight companion Yohan Gómez, narrated to me. in those afternoons of sancocho and dominoes in Los Tanques with the flavor of sugarcane at the mouth of a bottle with the body and voice of a guitar, in those dusty and forgotten streets of footprints in the dust that the day collects and the darkness of night takes away. ..
I remember the free jump, from the summit of those lands of mangroves and gravel inside the Malvinas and San Rafael towards the broken veins of waters that swallow the earth, there where without fear we jumped towards the darkness of cold waters that roared with fury. The breeze brings me those perfumes of guava, mamón, mango, melon and the memory of those letters that were lost in time to the loves of youth, who left without equal...
The saman is dressed in flowers for March that will be sweet seeds for the rough palate of ruminants, the breeze brings the smell of those oranges peeled by hand, that shell that perfumes while it dies, yellow and red oranges with an acid and sweet flavor.
Today in the grandparents' house voices pray rosaries, it's Sunday, soda and donuts, sweets to receive, nothing is the same, it feels different and I write to those walking loves that became paths...
Grandparents will always be voices in my heart, stars in infinity, thank you for that love that continues to inspire me on Sunday, the noise of the flip flops being dragged across the floor of the house is gone, nor is the guava bush, nor the old woman sewing machine. The laughter left, the grandmother in the lounge chair reading Bolívar's letters to Manuela.
Grandma, sitting here on your bed I send you my tears to kiss the sky.
It's March and it's four o'clock, sweet bread is no longer dunked in coffee, here in this room where nothing looks like you anymore, I'm straining memories of golden moments, everything has its end, but time has not been able to make it our thing happens, I hope there is sauce and books in heaven...
Author Carlos Palma. Dedicated to my grandparents.
Fotografías propias tomadas con teléfono Samsung J2 Prime
Own photographs taken with Samsung J2 Prime phone