Un extraño encuentro
Muy temprano, casi al amanecer, me asomé a la ventana y me sorprendió ver unas ramas color naranja que antes no había detallado asomando en la mata de mango.
Salí con mi taza de café en la mano y los ojos un poco dormidos a ver de qué se trataba.
El árbol era tan frondoso que no alcanzaba a detallar a qué correspondía esa forma y color.
En silencio observé un breve movimiento acompasado por un sonido mas extraño todavía. Era cautivador como una música celestial que me envolvía.
De pronto las ramas del árbol se sacudieron con fuerza y con un gran estruendo un ser bastante voluminoso color naranja chillón se precipitó al suelo.
Me asusté retrocediendo de inmediato, pero luego me compadecí del magullado bicho.
Lentamente, me acerqué comprobando que lo que había confundido con unas ramas eran las patas del pájaro.
Él se desperezaba y estiraba como si despertara de un sueño reparador.
A pesar de ser un ser muy raro ya no sentía recelo y me atreví a preguntarle si se sentía bien.
Sus grandes y protuberantes ojos azules me miraron con ternura.
Con su voz celestial se dirigió a mí diciendo que aunque sabía que era un bicho raro y que dormía del revés le gustaba mi mata de mango y el aroma del café.
Prometía cantarme siempre si lo dejaba quedarse, pues nadie más lo quería por ser feo y sobre todo nalgón.
Desde entonces convivimos cada quien con sus manías y lo mejor de todo es que con su estilo tan peculiar me alegra la vida.
El montaje de la foto que ilustra este relato es la combinación del dibujo de @saulo y la imagen de Pixabay