Fuego en el bosque: salvaje y peligroso
La columna de fuego avanza tan rápido como surgió. Él ve como las aves e insectos vuelan sobre su cabeza y siente que puede acabar atrapado si no reacciona pronto.
Así que sin pensarlo más, corrió en la misma dirección.
Mientras se abría paso entre los matorrales oía el chirrido de las llamas devorando a la vegetación. Pensó en la posibilidad de ser alcanzado y morir horrendamente.
El corazón le latía como nunca antes, la adrenalina en el torrente sanguíneo potenciaba sus fuerzas haciéndole dar zancadas sobre los obstáculos que nunca creyó poder.
Escuchó gemidos y al voltear, una camada de lobeznos recién nacido le hizo detenerse.
Miró alrededor en busca de la madre, pero no estaba. Sin pensarlo los cogió y con rapidez introdujo a los cuatro cachorros en el morral, y reinició la huida tan deprisa como le fue posible.
El día de camping que planeó ahora era una cancha de supervivencia para la cual no se había preparado.
No le quedó más opción que confiar en sus instintos y en los comportamientos de los animales ante tal amenaza.
El voraz incendio atacaba tan recio que llegaba a las copas de los árboles ayudado por un ventarrón surgido de la nada.
Divisó algo como un perro grande viniendo en dirección contraria. Supo de inmediato que era la madre de los cachorros que llevaba consigo.
Le clavó la mirada sin detenerse le gritó en su mente que lo siguiera.
Ella lo espero y corrió a su lado hasta llegar al rio en donde ambos brincaron para guarecerse del fuego.
Los ojos de la loba no lo perdían de vista a pesar de tener el agua al cuello y él levantó el morral sobre su pecho dejándose arrastrar por la corriente cuesta abajo.
En forma casi milagrosa salvaron sus vidas. Hombre y bestia establecieron un vínculo inexplicable y casi instintivo. Un lenguaje ancestral traído al presente por el peligro y la protección de las indefensas crías.
Ya a salvo, mojados y algo exhaustos. Él actuó según las pautas de una voz interior que le ordenó devolver con cuidado a las crías a la expectante y recelosa madre.
El pacto tácito llegaba a su fin y cada quien debía seguir su camino.
Uno a uno ella fue llevándose a los cachorros hacia la espesura del bosque, mientras él recuperaba las fuerzas y la veía con admiración desde un distancia prudencial.
Nunca más la volvería a ver con sus cachorros, pero jamás olvidaría la expresión de agradecimiento de un animal que se supone es irracional y peligroso.
Fin
Una micro ficción y fotografía original de @janaveda