La universidad que teníamos
Para entonces cursaba mi carrera en la Unellez porque quería ser Ingeniero Agrónomo, pero se me cruzó en la vocación estudiar Educación Integral y de una vez hice el cambio de programa. Eso fue para 1997 y recuerdo que la Unellez tenía un eslogan muy serio “La universidad que siembra” y todos creíamos en ella porque había una planta profesoral de lujo, las estructuras estaban en buenas condiciones, los servicios de transporte, biblioteca, comedor y salud eran de primera.
Recuerdo que gracias al seguro de la Unellez la madre de mi hija tuvo, mensualmente, su control de embarazo y para mayor gratitud dio a luz en la clínica Razetti y nosotros no pagamos una locha ni para eso ni para las consultas con el odontólogo o el médico general. Los sábados, los estudiantes, teníamos derecho a cuatro bandejas de comidas, las dos del día y las dos del domingo y ese día servían pollo frito, arroz, ensalada, arepa y jugo.
Los deportistas contaban con equipos de fútbol y sóftbol; los viernes eran las caimaneras y las competencias deportivas eran buenas porque incluía beca para los participantes. Yo tuve mi beca al ser del grupo de teatro de universidad; recuerdo que el profesor Natanael Godoy nos llevó un fin de semana a Chuao con todos los gastos pagos; eso fue comida y transporte; playa y tambor; cerveza y agua salada porque era mi primera vez en el mar y la primera vez que estaba en una colonia de negros, con sus tradiciones y sus mujeres hermosa, con su cacao y sus bailes de cintura y de ñapa, nos pagaron por haber ido.
¡Cómo no recordar a esa Unellez que teníamos si todo era bonito, formativo y serio! Para finalizar el semestre se hacía una rumba en los estacionamientos hasta las once de la noche y de ahí bajábamos en el transporte, alegres los que habían pasado todas las materias, alegres lo que se emborrachan y alegres también los malos estudiantes porque la idea era pasarla bien, aunque hubieras salido con el semestre quebrado.
Otra cosa que se promovía era el folclor, la música llanera. Se hacían festivales entre los vicerrectorados y no faltaba un buen contrapunteo que animara la noche. Y de jornadas investigativas ni se diga, la Unellez tuvo profesores reconocidos internacionalmente, tuvo sus concursos literarios, su fondo editorial, sus bomberos, sus laboratorios de computación, su formación teórica-práctica; recuerdo que en junio del 2003 nos graduamos 53 licenciados en Educación Integral y para ese mismo año escolar, por necesidad de personal, nos contrataron a todos los que no estábamos ejerciendo en el Ministerio de Educación y recuerdo que fuimos la primera opción porque, cito: “estos son graduados de la Unellez”.
Teníamos una universidad de prestigio y quienes nos arrimamos a ella fuimos formados bajo su buena sombra como al que a buen árbol se recuesta, pero tristemente se vino a bajo y es tan lamentable porque ahora es cuando más la necesitamos por eso no hay que perder la fe de que algún día volverá a ser la universidad que siembra; como tampoco hay que perder la fe de que a toda Venezuela la recuperaremos para el bien de todos.