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Cada amanecer es una oportunidad.
Cada amanecer es una oportunidad. Es lo que siempre decía Maíta, lo repetía como un rezo, una plegaria dicha al viento sin esperar a que alguien la oyera. Si alguien sabía de tiempos duros y panes aún más duros, era ella; la séptima de nueve hijos, la última muchachita. Su destino ya estaba marcado. Ella nació con la tarea de quedarse con los viejos hasta el final de sus días (no está claro si el final de ella o el de ellos) Su nombre: María, quedaría en garabatos de cuadernos de olvido. Su destino no ameritaba que supiera de letras o libros. El tiempo se fue acurrucando en las nubes arremolinadas que después fueron lluvia en septiembre. Su inocencia se acuclilló jugando al escondite con los muchachos de la cuadra; así una de tantas veces se escondió niña y la descubrieron mujer. Luchó. Sin duda alguna. Enfrentó el reclamo que disparaban los ojos de los viejos. Rabia y decepción crecían igual que su juvenil vientre. María apenas comía y se tapaba la cabeza con la almohada empapada de llanto, guardándose de las cuchillas que entraban por sus oídos día tras día. Solo un pedimento lanzaba a quién pudiera interesar, suplicaba que su muchachito no oyera aquella letanía. Alguien arriba o abajo, quién sabe, escuchó su ruego. Matías nació el penúltimo día de aquél año; se convirtió en la melodía de propios y extraños. Matías nació sordo. Eso lo hacía inmune a las quejas, así creció para alegría de María y los viejos, siendo luz de aquella casa. Aprovecho cada amanecer aquél muchacho, tal como decía Maíta; plegaria dicha al viento sin esperar a que alguien la oyera, o al menos… tal vez Matías.
ENGLISH
Every sunrise is an opportunity..
Every dawn is an opportunity. That is what Maíta always said, she repeated it like a prayer, a prayer said to the wind without waiting for someone to hear it. If anyone knew of hard times and even harder bread, it was her; the seventh of nine children, the last little girl. Her destiny was already marked. She was born with the task of staying with the old people until the end of her days (it is not clear whether it was her end or theirs). Her destiny did not merit that she knew about letters or books. Time was curling up in the swirling clouds that later became rain in September. Her innocence curled up playing hide-and-seek with the boys on the block; thus one of many times she hid as a girl and was discovered as a woman. She struggled. No doubt about it. She faced the claim fired by the eyes of the old men. Rage and disappointment grew as did her youthful belly. Maria barely ate and covered her head with a pillow soaked in tears, protecting herself from the blades that entered her ears day after day. She made only one plea to anyone who might be interested, she begged her little boy not to hear that litany. Someone above or below, who knows, heard her plea. Matías was born on the penultimate day of that year; he became the melody of friends and strangers alike. Matías was born deaf. That made him immune to complaints, so he grew up to the joy of Maria and the old people, being the light of that house. That boy took advantage of every dawn, as Maíta used to say; a prayer said to the wind without waiting for someone to hear it, or at least... maybe Matías.
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