Esta noche, puedo escribir con los ojos cerrados, para expresar lo feliz que era. Puedo incluso tocar tu cabello, ese cabello que a veces me parecía de varios colores, como las hojas en otoño. Puedo recordarlo todo si cierro los ojos, pero si lo hago, solo tú vienes a mí. Vuelves con tu cara angelical y tus pecas. Sonríes y me das un beso. Tus pómulos enrojecen y tus pupilas se agrandan, como si quisieras que volviera a perderme en ellas.
Puedo escribir sobre el mar, la montaña, el río, el bosque. Puedo escribir sobre témpanos de hielo, la brisa en las praderas, el amor en callejones, la música de un viejo apartamento. Puedo escribir sobre todas las criaturas que habitan nuestro planeta, ir más allá, explorar las galaxias, tocar las estrellas, flotar en el espacio sideral.
Sin embargo, elijo escribir sobre ti. Quizá porque teniendo de inspiración todo lo existente, solo quiero acordarme de tu cabello. Tu cabello suave y liso. A veces lleno de caspa y tan limpio como este sentimiento. Un cabello largo y abundante, por debajo de tu cintura, que reposaba en tus nalgas.
Disfrutaba mucho olerlo, pero ¿a qué olía? No lo sé, mi nariz no tiene tan buena memoria, pero si continúo así, con los ojos cerrados, veo a mi mano acercarse a tu rosto. Estiro un dedo y rozo un delgado mechón que cae sobre tu mejilla derecha. Intento apartarlo, moverlo suavemente, levantarlo. Intento reconstruir la escena, una y otra vez, indefinidamente.
Mi mano, tímida, como si no quisiera dañar el momento en que tu mirada y la mía parecen haberse encontrado por primera vez, y el tiempo parece haberse detenido. Mi mano, repito, torpemente, con una pasión febril recorriendo mi cuerpo, mueve el delgado mechón y lo conduce detrás de tu oreja, para descubrir tu rostro y acariciar tu mejilla.
De tu boca escapa un suspiro y me dedicas una mirada tierna, de adolescente enamorada, y yo sonrío tontamente, con la misma alegría que me invade al escribir. Sonrío porque estoy con la chica más guapa del liceo, porque soy feliz y, quizá, por eso elijo recordarte.
Miro el recuerdo conservado en una bola de cristal. La agito suavemente y veo caer, como copos de nieve, los secretos que compartimos. Y tú permites que esta vez, solo por esta noche, sea la persona más cursi del planeta y te dedique canciones y hable de los hijos que tendremos en el futuro. Y nuestras manos, nerviosas, entrelazan sus dedos. Y nuestras bocas, suspiran, comparten el mismo aliento, susurran, hablan de amor.
Y mis ojos se abren y me doy cuenta de que llevamos separados más de una década.
Tonight, I can write with my eyes closed, to express how happy I was. I can even touch your hair, that hair that sometimes seemed to me of various colors, like the leaves in autumn. I can remember everything if I close my eyes, but if I do, only you come to me. You come back with your angelic face and your freckles. You smile and give me a kiss. Your cheekbones redden and your pupils enlarge, as if you want me to get lost in them again.
I can write about the sea, the mountain, the river, the forest. I can write about ice floes, the breeze in the prairies, love in alleys, the music of an old apartment. I can write about all the creatures that inhabit our planet, go beyond, explore the galaxies, touch the stars, float in the sidereal space.
However, I choose to write about you. Maybe because having everything in existence as inspiration, I just want to remember your hair. Your soft and straight hair. Sometimes full of dandruff and as clean as this feeling. A long and abundant hair, below your waist, resting on your buttocks.
I really enjoyed smelling it, but what did it smell like? I don't know, my nose doesn't have such a good memory, but if I continue like this, with my eyes closed, I see my hand approaching your face. I reach out a finger and brush a thin strand of hair that falls on your right cheek. I try to push it away, move it gently, lift it. I try to reconstruct the scene, again and again, indefinitely.
My hand, shyly, as if not wanting to damage the moment when your gaze and mine seem to have met for the first time, and time seems to have stopped. My hand, I repeat, clumsily, with a feverish passion running through my body, moves the thin lock and leads it behind your ear, to discover your face and caress your cheek.
A sigh escapes from your mouth and you give me a tender look, like a teenager in love, and I smile foolishly, with the same joy that invades me when I write. I smile because I am with the prettiest girl in high school, because I am happy and, perhaps, that is why I choose to remember you.
I look at the memory preserved in a crystal ball. I shake it gently and watch it fall, like snowflakes, the secrets we shared. And you allow me this time, just for tonight, to be the corniest person on the planet and dedicate songs to you and talk about the children we will have in the future. And our hands, nervously, intertwine their fingers. And our mouths, sigh, share the same breath, whisper, talk about love.
And my eyes open and I realize that we have been separated for over a decade.