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Amigos hoy les traigo un relato con tintes de realismo mágico que es un género que me gusta mucho y el cual conocí a través de las novelas del gran García Márquez, mi relato nos habla de la familia y como el tiempo hace que todo cambie, aunque de vez en cuando los mejores momentos renacen.
La abuela está montando arepas en el budare de la cocina, Martha escuchando radionovelas mientras Agustín anda de fiesta con sus amigos.
Mi madre tiende la ropa recién lavada en la terraza, mis tías conversan en el balcón entretanto una de ellas mece a su hijo recién nacido.
El abuelo Julián está en el patio fumando su habano, entablando una monótona conversación con el Viejo del Sombrerón, un aburrido espectro que nunca quiso cruzar al otro lado, pero cansado de errar en busca de alguien con quien conversar, a veces se detiene a descansar ahí y aprovecha la ocasión de charlar con quien puede encontrar.
Yo estoy en una de las habitaciones, escuchando los susurros que me invitan a abrir el armario, y cuando lo hago saltan a mis brazos los recuerdos: viejas tarjetas de navidad, del día de las madres, fotografías de sepelios y difuntos que me cuentan como fueron en vida, luego me canso de oír sus historias y me voy al patio, ya se marchó el Viejo del Sombrerón, y solo queda el abuelo terminándose el habano.
La abuela nos grita desde la ventana de la cocina que necesita huevos para rellenar las arepas, de modo que le preguntamos a las gallinas si tenían algunos, ellas de mala gana se apartan para que los tomemos, pero una de ellas nos pide que le dejemos un par para hacer pollitos.
Sin embargo la casa se fue vaciando, los niños crecieron e hicieron sus vidas, las gallinas, egoístas ya no nos dan huevos, el abuelo, la abuela y algunas tías se fueron a un largo viaje, se fue también el Viejo del Sombrerón porque ya nadie le teme, nadie le habla, y hoy en día nadie se sorprende, el armario ya no susurra porque no hay historias que contar, adentro tan solo queda mi pluma, el papel y yo como amigos inseparables, cómplices de aventuras imaginarias.
El tiempo, el villano absoluto de esta historia, se empecina en arrojar sobre mi el peso de su insoportable compañera, la soledad. De vez en cuando la casa vuelve a llenarse de gente, y aunque a veces muero bajo el peso de la soledad, renazco una vez más con la caricia de la pluma en mi mano y el bullicio del gentío, entonces todo tiene sentido.
Friends today I bring you a story with hints of magical realism which is a genre that I like a lot and which I met through the novels of the great García Márquez, my story tells us about the family and how time makes everything change, although from time to time the best moments are reborn.
Grandma is making arepas in the kitchen, Martha is listening to radio soap operas while Agustín is partying with his friends.
My mother hangs the freshly washed clothes on the terrace, my aunts chat on the balcony while one of them rocks her newborn baby.
Grandfather Julian is in the courtyard smoking his cigar, engaged in a monotonous conversation with the old man in the hat, a bored specter who never wanted to cross to the other side, but tired of wandering in search of someone to talk to, sometimes stopped to rest there and took the opportunity to chat with whomever he could find.
I am in one of the rooms, listening to the whispers that invite me to open the closet, and when I do, memories jump into my arms: old Christmas cards, Mother's Day cards, photographs of funerals and deceased who tell me how they were in life, then I get tired of listening to their stories and I go to the patio, the Old Man in the hat has already left, and only Grandfather is left finishing his cigar.
Grandma shouts from the kitchen window that she needs eggs to fill the arepas, so we ask the chickens if they have any, they reluctantly stand back for us to take them, but one of them asks us to leave her a couple to make chicks.
But the house was emptying, the children grew up and made their lives, the hens, selfish, no longer give us eggs, grandfather, grandmother and some aunts went on a long trip, the Old Man in the Hat also left because nobody is afraid of him anymore, nobody talks to him, and nowadays nobody is surprised, the closet no longer whispers because there are no stories to tell, inside only my pen, paper and I remain as inseparable friends, accomplices of imaginary adventures.
Time, the absolute villain of this story, stubbornly throws upon me the weight of its unbearable companion, loneliness. From time to time the house fills up with people again, and although sometimes I die under the weight of loneliness, I am reborn once more with the caress of the pen in my hand and the bustle of the crowd, then everything makes sense.
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