De Dios a mendigo
Dormía profundamente a mi lado,
agotado, exhausto por la batalla que había peleado.
El camino no fue fácil,
el campo de batalla estuvo lleno de obstáculos.
Obstáculos que nunca imaginó que debía superar.
Debió batallar consigo mismo;
con sus demonios,
sus inseguridades,
con todo, con todo lo que odia de él.
La voz de su padre diciéndole
que no es lo suficientemente hombre.
Las risas de sus hermanos,
cuando lo arrogaban al lodo.
Los susurros de las chicas
que lo rechazaron cuando
eran un joven tímido.
Construyo murallas altas,
como las que los reyes poderosos construyen
alrededor de sus castillos.
Temerosos de salir de su reino a pelear batallas.
Convertí a un dios poderoso en un mendigo.
Y los dioses, al igual que los mortales,
tienen deudas que pagar.
¿Su deuda?
Yo
Su deuda era mi amor, mi atención.
Yo era su batalla, todo lo que no tenía.
La luz en su oscuridad.
El faro guiando su barco cuando
está perdido en el medio del mar.
El fruto prohibido en su Edén.
Tenía que perderlo todo para ganar.
Su posición, su poder.
Necesitaba ser un mortal.
Tuvo que sangrar.
Tuvo que llorar.
Tuvo que rogar por amor y perdón,
nada de lo que trabajó tan duro al aplastar
y destruir a otros fue necesario para obtener mi amor.
Tenía que ser mortal,
Tuvo que sangrar.
Tuvo que llorar.
Tenía que amar
Desde el trono dorado,
hasta mis sábanas blancas.
De la opulencia de su castillo,
a la tenue luz de mi dormitorio
Ahora, yo era su Dios.
Yo era el centro de su atención.
Su devoción.
Y yo era todo.
Convertí a un dios en un mendigo
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