LA TUMBA (HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES)

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CONTENIDO EXCLUSIVO PARA LA COMUNIDAD DE HIVE.

TODAS LAS IMÁGENES FUERON GENERADAS CON EL CREADOR GRATUITO DE IA QUE TIENE FREEPIK.

HISTORIA ESCRITA EN 2017 TRAS INVESTIGACIONES DE LOS ACONTECIMIENTOS.

ADVERTENCIA: ESTA HISTORIA ES BASADA EN TESTIMONIOS REALES, LUEGO DE CONSULTAR A FAMILIARES Y VÍCTIMAS DIRECTAS DE TORTURA EN LOS APRESAMIENTOS DE PROTESTANTES TRAS LOS DISTURBIOS EN VENEZUELA EN EL AÑO 2014.

EL CONTENIDO DE ESTE CUENTO PUEDE HERIR SUSCEPTIBILIDADES YA QUE CONTIENE LENGUAJE EXPLICITO DE VIOLENCIA Y SEXO DE FORMA GRÁFICA.


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LA TUMBA.

A Carlos lo despertó la humedad que le impregnaba toda la espalda, era una sensación fría y repugnante, pero estaba tan mareado que no pudo levantarse. Se esforzó por tocarse la espalda y sintió el líquido absorbido por su camisa. El suelo áspero, estaba mojado producto un charco que se desbordaba de una habitación que tenía justo alado.

El joven se encontraba templado en el piso de algún pasillo, con solo un bombillo justo arriba de él que lo encandilaba y que a lo largo de su despliegue se mostraban cuatro puertas separadas simétricamente, cada una de punta a punta del pasillo. Él se encontraba junto a la puerta más cerca de la escalera, no recordaba haber bajado por ella, ni como había llegado ahí.

Solo tenía algunos recuerdos desde que ingresó en la patrulla, el sonido de detonaciones, gritos, los rayos del sol penetrando la camioneta por los orificios de la lata. Sus compañeros, quejándose, llorando. Logró a escuchar a uno vomitando. Era bastante difícil porque eran tantos los olores dentro del vehículo, que no se lograba descifrar que sucedía dentro. Y por la ausencia de luz, solo podría deducir lo que sucedía a través de lo que escuchaba.

Tampoco Carlos podía percibir mucho, lo golpearon repetidamente en la cabeza, y en las orejas, no menos de dos veces en cada una. Es como si fuera con toda intención el bloqueo de sus sentidos y así lograr el aislamiento. Como si fuera muy importante el desubicar en tiempo y espacio al apresado. El pasillo era plenamente oscuro y no tenía ventilación alguna, salvo un ducto que soltaba un aire frío y penetrante.

En la puerta cercana, se escuchaban quejidos, llantos, y un chorro de agua que sonaba con una presión inescrutable. Carlos asumía que era de ese chorro potencial que venía el agua que le mojaba la espalda. Un agua tan fría como el agua con hielo dejada en las cavas metálicas donde en los cumpleaños guardaban los refrigerios y bebidas.

Carlos intentó arrastrase a la escalera, pero era inútil, estaba prácticamente inmóvil, le dolía la pelvis, más que un dolor, era como una sensación de presión, como si se la aplastara un objeto gigante y no lo dejara andar debido a su peso. El tobillo derecho lo daba por fracturado, era un dolor soportable solo si lograba no moverlo, el cual cuando intentó arrastrarse, se encontró con un puntazo de dolor que le recorrió desde el tobillo hasta las sienes. Dejándolo inmóvil y llorando de dolor.

Carlos se encontró revolcándose en la helada agua y quejándose por a un dolor por toda la pierna y le petrificaba la espalda. Entre cerraba los ojos para no encontrarse con la luz de frente y se movía buscando un punto de flexión en donde el cuerpo no se viera tan dolorido; pero en esos esfuerzos, solo encontraba más dolor.

Carlos se encontró con una silueta, que no pudo descifrar de quién se trataba, debido a contraste de la luz en el techo, era imposible visualizarlo porque el bombillo no dejaba de disparar brillosamente ante las pupilas del joven. Lo que sintió luego, fue que le tomaron el tobillo derecho y Carlos gritó. Dado que el grito fue tan contundente, la silueta soltó el tobillo sobre el suelo, provocando a Carlos un dolor infernal, pero que no pudo tomarse el tiempo de lamentarse porque se encontró siendo arrastrado por el pasillo.

La silueta había tomado, esta vez, el tobillo izquierdo, y lo halaba a través del pasillo hasta el fondo del mismo, arrastrándolo por el piso, áspero y robusto, casi como pavimento, pasando poco a poco por las puertas que componían este salón angosto. Se encontró tratando de aferrarse al marco de la primera puerta, pero resbalaban sus dedos. En la segunda puerta, notó que estaba entre abierta, sin embargo, no logró visualizar absolutamente nada, era todo negro dentro de la habitación.

Sintió un dolor electrizante cuando lo halaron de nuevo y justo en ese momento, vio un flash que iluminó la habitación oscura, logró ver a medias a un chico sentado, atado por todas partes y con lo que un calcetín en la boca. El flash era producido por dos pinzas que lo apretaban, es las tetillas y los dedos gordos de los pies. Estaban descargando electricidad a un hombre, que no pasaba de 23 años, y que tenía una gorra con la palabra “Libertad”.

Carlos intentó tomarse de la ranura del marco, pero lo halaron más fuerte y le provocó tal dolor que prefirió ceder. Lo arrastraron aún más, la camisa ya se había rodado hasta sus hombros y su espalda desnuda, golpeada y con heridas abiertas, servía de plataforma para lidiar con el frío del piso. Ya no descifraba exactamente de donde emana dolor el cuerpo, era una mezcla de sensaciones que no lograba diferenciar cuál le resultaba más castigador.

Llegaron al final del pasillo y abrieron la puerta, la luz ilumino a la figura que lo arrastraba en la oscuridad, era un hombre moreno, con la cara sucia, llevaba unos pantalones militares con su respectivo verde oliva, y una camiseta blanca, llena de tierra y sangre. Su cara, mostraba una clara obstinación, de alguien que obviamente está haciendo las cosas por órdenes directas, pero no parecía cansado de ello. El sujeto con apariencia militar levantó a Carlos por la camisa y lo incorporó a la habitación a la fuerza. Carlos solo pudo quejarse del dolor y preguntar a media voz: ¿Dónde estoy?

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“En el coño de su madre, ahí es donde estás”, le respondió una voz que venía del fondo de la habitación. Era un segundo sujeto, este con uniforme militar completo. Con sus botas de seguridad, pantalón verde, camisa verde, y una gorra negra que indicaba las letras “GN”; Guardia Nacional. Cuando Carlos intentó levantar la voz para hacer una nueva pregunta, se encontró un puño frente a su mirada, que enseguida le conectó en la boca y lo hizo caer cara arriba sobre el piso, grasoso y frío de la habitación.

El sujeto que lo había arrastrado por el pasillo, se tomaba la mano luego de haberlo golpeado y le dijo con tono muy sarcástico: “esto apenas comienza, burgués de mierda”; al tenerlo al frente y con claridad, Carlos detalló que la camiseta blanca era realmente una camiseta que indicaba las iniciales “PNB”; Policía Nacional Bolivariana, con su respectivo logotipo y sobre todo, con su respectiva cara de miserable, con ganas de lastimar y pagar las frustraciones pendientes con quien sea que tenga al frente.

Era, sin duda, un perfil de gente que siempre manejaban estos reclutadores. Gente indolente, no tanto por lo que puedan sentir los demás o el mundo mismo en general, si no indolentes con ellos mismos. No les importa ser personas vacías, vanas, sin criterio o argumentos. No les interesa estar educados, ni saber cuáles son las normas del buen oyente. Solo entiende a su superior, porque así los obligan, pero en secreto quisieran ahorcar con alambre de púas y después violar a la mujer del General (sea quien sea) que está a cargo del destacamento.

Sin embargo, ningún general caía, ninguno era asfixiado o degollado, ni golpeado ni insultado. A ningún general lo separaban de su familia para ponerse un chaleco antibalas y tomar una escopeta antimotín, a soportar piedras, globos con agua, globos con orina, globos con eses. A veces mezclaban harina, vomito y huevos podridos y los lanzaban en bolas de plástico elaboradas con bolsas de basuras. Pero nada de esto le importaba al general, que le encantaba levarse temprano a tomar café con leche, comer pan dulce y ver Russia Today.

Esto, obviamente, causaba más frustración en los mismos guardias, que indolentes con ellos mismos, no se tomaban la molestia de reclamar esta situación, sino simplemente de cumplir órdenes y descargar cualquier sentimiento de culpa, frustración, indignación y asco a través de golpizas brutales a los estudiantes y protestantes en general. Y para eso, existían ciertos lugares donde eran llevados, y algunos guardias “premiados”; no les tocaba ir a la calle, sino quedarse esperando que llevaran a los reclusos para aplicar la “disciplina antiterrorista”; una práctica oficialista planteada por el ministro de defensa para una neutralización efectiva a cualquier movimiento contrarrevolucionario.

Carlos se intentaba arrastrar hacia la esquina de la habitación para tratar de apoyarse contra la pared, y así visualizar a los dos torturadores de frente, y en cierta forma lo logró, con ayudas de reiteradas patadas en las piernas, espalda, cabeza y brazos. Cuando logró recostarse, la luz se encendió, la iluminación blanca dejó ver la habitación de par en par, con una mesa, una botella de gaseosa, unas esposas, dos glocks nueve milímetros negras y una serie de papeles.

Además, había un retrato del presidente actual, es expresidente y la versión revolucionaria del rostro de Simón José Antonio de La Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Después de unos segundos de silencio, debido a que el soldado agresor se hablaba en susurros con el soldado observador, Carlos logró detallar toda la habitación, sin encontrar una minúscula pista especial en la misma, era simplemente una habitación fría y oscura, aislada, con muros gruesos y ambiente frío, aunque de seguro que si apagaban el aire acondicionado de seguro que se volvía muy caluroso.
Terminó la conversación, y el guardia se vuelve contra Carlos, lo mira fijamente y carraspea su garganta

– Señor Carlos Miguel Shiw.. Shuaw... Shwein... Es que ni se pueden pronunciar esos apellidos de mierda de la oligarquía. Bueno, vas a escuchar la propuesta que tiene mi colega acá, y vas a decir que sí, si te niegas, allí al lado de la mesa ves un tubo.

Y efectivamente lo había, un tubo oxidado de no menos 130 centímetros y unos 12 de grueso. Uniforme y sólido. El Guardia lo señaló y continuó con su discurso.

– Si tú, carajito marico, quieres salir de aquí sin ese tubo metido en el culo, tendrás que aceptar la propuesta. Yo sinceramente, espero que no la aceptes, me gustan como chillan, y generalmente los blanquitos, refinados y oligarcas como tú siempre chillan más.

Cada palabra era pronunciada con un odio asentado. Odio en general, odio hacia Carlos, hacia la situación, hacia sí mismo. Era una persona enferma, sádica, que no quería estar en ese momento, en ese lugar, y que para poder hacer su participación divertida, tenía que jugar con los prisioneros y encontrarle a algún sentido aguantar tanta resistencia en las represiones. Cualquier frustración que tuviera, estaba dispuesto a descargarla con Carlos.

Y así lo hizo. Carlos se negó casi instantáneamente al escuchar solo la primera oración de la propuesta inicial, y se consiguió con una seguidilla de puños en su pecho, cara y brazos. Se protegía como se lo permitía su propio dolor, era dolor sobre dolor. Ya no sabía diferenciar entre un golpe nuevo o viejo. Pero su decisión era impecable. No iba a venderse, ni por cualquier persona, ni por cualquier acuerdo.

Su palabra era la misma: estábamos protestando pacíficamente y fuimos detenidos de manera arbitraria. Exigimos ver a nuestros familiares y abogados del Foro Penal. No utilizamos ningún tipo de armas, ni de fuego, ni armas blancas. Nunca habíamos estado en una protesta antes. Salimos espontáneamente, no tuvimos reuniones de ningún tipo con ningún partido. Salimos porque tenemos hambre, porque queremos medicina, por la libertad.

Pero cada vez que repetían este discurso era una paliza. Cada vez era más difícil poder pronunciarlas. Sabías que si no decías eso, podías obtener ciertos beneficios, pero además de aceptar algunas cosas verdaderas, como reuniones con el frente de la resistencia y los partidos de la ola radical, que creía ciegamente en la presión de calle para poder provocar una implosión gubernamental, y provocar un colapso dentro de sus propias filas.

Hubo varías reuniones con militares, dispuesto a negociar su exilio y salvar algunos bienes comprados con la obvia corrupción que había en los entes de la revolución. Pero los planes siempre fueron neutralizados por la cúpula, que cada vez que se veía con riesgo de perder las posibilidades de escaparse sin pagar, se unían a pesar de sus diferencias y seguían un plan, que les pareciera mejor, y sobre todo, que le pareciera a Norman Rodríguez y los asesores cubanos a mando.

Y así había sido esta vez, otra vez. Había sido neutralizado en plan, y luego de mil detenidos y más de 30 muertos, estaban cesando las protestas por miedo a morir en la calle pidiendo libertad, o simplemente como Carlos, en un lugar oscuro, sin acceso al aire libre, subterráneo, con el piso mojado, y con tantos golpes que le cuesta respirar sin que le duelan todas las costillas, espalda, pecho y abdomen. La cabeza seguía mareada, le habían golpeado en las orejas y la cien y estaba atontado.

De hecho, es tan absurda la distorsión, de días en la oscuridad, sin saber que hora es, comiendo a veces solo medio plato de comida al día. No había diferencia entre día o noche, y a veces les informaban noticias de alto impacto, y los dejaban aislado, sin ningún tipo de comunicación para hacerlos padecer. Carlos recordaba cuando le informaron que su mamá había muerto. Cuando se lo dijeron, Carlos tuvo un par de días sin hablar con nadie, en una habitación oscura y con una comida que le pasaban por debajo de la puerta y sin ninguna interacción.
“Tu mamá falleció ayer, le dio un infarto cuando le dijimos que habías perdido un ojo y un dedo, llegó a la clínica, pero no había luz y no pudo soportarlo, están hablando a ver si puedes ir aunque sea al entierro”; fueron las palabras de una voz aguda y sin muy buena modulación, no pudo ver la cara, pero Carlos cayó rendido sobre el piso de la celda, a oscuras, llorando por no tener ni siquiera certeza de lo que le habían dicho, pero la verdad es que con el cansancio y tortura psicológica que tenía en los calabozos, no podía distinguir entre el sentido común y la mentira. No podía analizar. Se creía todo lo que le decían. Y al parecer, ese era justo el plan.

Estos pensamientos se disolvieron cuando un puño impactó en su rostro, haciéndole caer de lleno al piso y sintiendo como la sangre de la boca se entre mezclaba con la saliva. Acto seguido, el soldado torturador (así lo había llamado en su mente, al otro lo llamó soldado negociador); le dio una patada el pleno pecho, y ahí lo dejó, tenía la nariz tapada por los golpes y la patada lo conecto entre pecho y la boca del estómago, logrando sacar el aire y creando un síntoma de asfixia que lo desesperó por minutos, o segundos, igual para Carlos fue un momento eterno luchando contra el vacío y tratando de tomar aire. Sus ojos se cerraban, y sentía que perdía el conocimiento.

Pero el guardia lo halo por la pierna y lo acostó boca abajo, y justo Carlos logró en ese movimiento acomodar su cuerpo para poder tomar aire. Sintió que los pulmones se abrieron cuando tomó la primera bocanada de aire, pero de inmediato hizo un chillido debido a que tales eran los golpes, que tomar aire le causaba dolor, haciéndolo a fondo, el dolor fue intensificado, y solo siguió llorando y respirando poco a poco.

Igual después de eso, sintió un ardor en la espalda, un golpe seco, con lo que parecía un cinturón de cuero muy grueso, lo impacto de lleno en el omoplato derecho, luego en el izquierdo. Le impactó no menos de 8 veces en la espalda y Carlos notó como la camisa se rasgó y quedó abierta ante el frío piso de la habitación. Luego, le dio un par de patadas más en la cadera y piernas. Las patadas en las piernas para ellos eran importantes, porque impedían cualquier reacción violenta como respuesta a las torturas, o cualquier intento de escapar.

Luego de dos golpes con el cinturón, el cual uno de ellos logró impactarle entre la frente y su ojo derecho, haciendo que solo dependiera de un ojo para ver. Y otras tres patadas más, el soldado torturador, cedió una vez más la palabra al soldado negociador. Era totalmente obvio las palabras que iba a pronunciar, ya les habían advertido de esto. En las reuniones siempre nos dejaron claros los riegos de protestar.
El soldado negociador se paró a unos dos metros de Carlos y empezó a pronunciar su propuesta de nuevo:

-- Entonces, señor Carlos Miguel, es muy sencillo, no se complique. Esto va a ser hasta que su cuerpo o su mente cedan. Nosotros podemos durar el tiempo que se necesite en esto, podemos tenerlo retenido el tiempo que necesitemos, y si no termina cediendo y quiere ser uno de esos héroes, podemos tratarlo como a los héroes que hemos tenido en este centro. Golpeándolos hasta que quedan dementes y desnutridos.

Hizo una pausa para suspirar, y luego de se acercó a la mesa donde estaban los papeles, y tomo una página que estaba en la mesa, enseguida de este tomo un cigarrillo, lo puso en su boca, y con la misma mano lo encendió. En la otra mano, se levanta en pose de mostrársela a Carlos ante el golpe de la luz artificial.
– Esta propuesta es más de lo que te mereces, porque si me preguntas, el delito de terrorismo, y más cuando se debe a la traición a la patria, debería ser pagado con cadena perpetua, o de muerte. Pero para que no anden llorando los del Foro Penal, debemos establecer un acuerdo con ustedes con el compromiso de que no volverán a salir a las calles, pero seamos francos, ustedes van a la calle siempre. Para esos les pagan y para eso les mienten.

El militar dio tres bocanadas al cigarrillo de forma seguida, mientras miraba al otro soldado, el torturador, que se sentó en la esquina cerca de la puerta a vendarse los nudillos y escuchar lo que decían, el humo se expandía dentro de la habitación, haciendo que el olor a nicotina mareara a Carlos, y luego de apagar el cigarrillo, el soldado negociador continuó con su propuesta

-- Entonces, como te decía carajito, es sencillo, si no quieres que te peguen más, si quieres ir al velorio de tu mamá, si quieres ir a cepillarte los dientes, a bañarte, a lavarte las bolas. Si quieres ir a casa de tu novia, acabarle adentro, si quieres ir a la universidad, y después en las tardes, ir a jugar futbol, en el Ford Fiesta que tienes y luego pasar por Farmatodo a comprar el Gatorade naranja, tú tendrás que firmar esto. Te voy a repetir el acuerdo.

Era impresionante el nivel de precisión con el que describió la rutina de Carlos, los tenían estudiados, era cierto, todo lo que les habían dicho en las reuniones de la resistencia era cierto. Ellos te conocían ya, solo con asistir allí, y averiguaban todo de ti, para en la cantidad menor de días posibles poder tener todas las herramientas que necesitaban para torturarte mentalmente y lograr que cedieras ante sus peticiones.

En las reuniones de la resistencia, había ya todo tipo de declaraciones firmadas de personas que habían sido torturadas, les decían claramente lo que iba a pasar, si nos capturaban, nos iban a pegar en puntos donde causaba mucho dolor, pero no nos arriesgaba la vida, y además era fácil tapar la cicatrices, pero que los peores daños eran emocionales. Iban a jugar con la mente de uno a niveles agobiantes. Hasta la desquicia.

Y a veces, Carlos sentía que lo estaban logrando, que estaban logrando gradualmente su método, cumpliendo cada paso del mismo. Primero las golpizas, los dos primeros días, los ponían a correr por un recinto militar y luego de eso, los ponían a hacer sentadillas con cauchos de camiones en los hombros, así hasta que caían desmallados, luego los metían de nuevo en un camión, el camión tenía cortinas y ellos iban bajo vigilancia para que no pudieran ver exactamente donde los llevaban, y ya desde hace una semana estaban en Caracas de nuevo.

Lo aseguraba el ruido de ciudad, ambulancias, carros pasando, sirenas de nuevo, aunque lo aislaron luego de las 4 horas de llegar. Logró entender la capital por los sonidos mientras estuvo en una celda provisoria hasta que fue designado al “sótano 2”; Carlos estaba bastante seguro que estaba en La Tumba, un conocido calabozo en donde aislaban a los reclusos. Era la celda donde precisamente torturaban a los acusados para hacerlos firmar tratados que convenían internacionalmente al gobierno.

El joven apresado se encontró de nuevo con la realidad con un nuevo puñetazo entre el labio superior y la nariz. Este lo dejó completamente, mareado y lo hizo perder la postura y quedar entre sentado y acostado, con la cintura tumbada hacia el piso y el rostro, adolorido, acariciándose contra el agua fría que estaba empozada en la habitación. Una vez más, la voz del militar negociador se alzó en propuesta:

–Vamos Carlos, no tenemos mucho tiempo, no hay porque pegarte más, ni porque extender esta situación. Todos sabemos que quieres volver a tu casa, que estos días acá adentro han sido de purificación, confiamos en que no te meterás en problemas de nuevo más allá de tus palabras orgullosas. Tu mamá está muerta y tu familia quiere pasar el tiempo contigo, solo tienes que firmar este acuerdo, y al amanecer una camioneta te dejará frente a tu casa.

Carlos, haciendo un gran esfuerzo, logró sentarse de nuevo sobre el piso, y se recostó contra la pared, haciendo alzar su cabeza para poder colocarse en contacto visual con los soldados. El soldado negociador llevaba incluso una chaqueta, la temperatura había bajado considerablemente desde que empezó el interrogatorio. El prisionero levantó la voz, y preguntó de manera muy concreta y fluida: ¿Qué dice ese trato que debo firmar?

– Pues Carlos, dice la verdad, lo que todos sabemos que es la verdad y ustedes se niegan a creer, por pelear por algo que no va a pasar…

Hubo un silencio, algo incómodo, puesto que el soldado torturador en estos momentos rechinaba, como una especie de animal, estaba muy alterado y se notaba, que si fuese su decisión Carlos ya estaría muerto y él, en su casa tranquilo, tomándose alguna bebida espirituosa fuerte y aspirando cualquier mercancía de calidad que tenga lista para distribuir. No era un soldado, era alguien disfrazado, era alguien que podía violar nuestros derechos sin ser juzgado militarmente.

– Dice lo obvio Carlos, dice que Juan Perez Casamayor es el líder del movimiento contrarrevolucionario que ustedes llaman “resistencia”; dice que ustedes recibieron recursos monetarios, alimentos, armamentos y estrategias de como anular los sistemas de represión. También, se exculpa de conocimiento sobre lo que los estaban enseñando, y los tratamos como unos engañados inocentes, la cual la derecha utilizó para entrenarlos y salir a la calle.

Hizo una breve pausa con una risa sarcástica y continuó:

– Pero todos sabemos, Carlos, que este tratado es solo algún convenio que lograron los de arriba, y que te permite a ti salir para estar con tu familia. Pero no te vas a ir como nada, luego de haber ejercido descaradamente prácticas terroristas contra el estado. Aquí logramos corregir esas actitudes desviadas, contra revolucionarias, entender que no se puede nadar contra una corriente llamada soberanía. Carlos, esto lo quiere la gente, no lo va a detener nadie.

Carlos omitía en tono sarcástico, pero de extrema seguridad con la que hablaba el guardia para entrar en razón de lo que estaba pasando, esta fase, sin duda, es la fase más complicada de todo el interrogatorio. Este ultimátum donde incitan al prisionero a delatar con falsos testimonios, es decir, acusar formalmente sin pruebas a un grupo de líderes opositores que manejan los partidos, pero son los encargados directos de manejar los grupos de resistencia de calle.

Carlos no sabía si era de día o noche, o si había alguien cerca que podría escucharlo, aunque si los rumores eran cierto, seguro estaba a tres pisos bajo el suelo. Este era el último intento del régimen para asegurarse un testimonio de los convictos parcialmente atrapados y poder acusar a las personas de”La Lista Guntier”; esto debido a un coronel que llevaba este apellido y es sub encargado del plan antiterrorista del estado.

Le confiaron una lista de personas consideradas dirigentes de alto riesgos contrarrevolucionarios, y que, a juicio del oficialismo, eran personas que preparaban, planificaban y sincronizaban supuestos atentados contra entidades públicas. El Guardia negociador, pronuncio el nombre de Carlos en voz alta para reactivar su atención, y prosiguió:

– Te sientes muy pensativo, ¿no Carlos?; es que hicimos un experimento, en unos de esos campamentos ridículos que tenían en Plaza Francia, había varios de estos supuestos opositores, tomando cerveza, consumiendo ácidos y fumando marihuana. Además, se tomaban fotos, imagino que estuvo muy bien la fiesta-protesta que se hicieron los carajitos drogadictos estos. Y bueno, ese LSD lo colocamos en el agua que le dimos antes de entrar, me sorprendió la rapidez con que la tomaron, tenían bastante sed.

Rió en carcajadas sinceras y llenas de malicia.

<<Entonces, estoy drogado?, que ha sido real? ¿Qué me han hecho? Es la única droga que me han dado?>>

– Entonces Carlos, es muy sencillo, firmas este acuerdo, y te dejamos ir, vas a poder ir a tu casa, tomarte un toddy, jugar PlayStation, jugar con la computadora, hacerte la paja pensando en tu novia que se fue del país hace 15 días, lo que prefieras, y claro, podrás ir al funeral de tu mamá, pero tendrás que firmar, tendrás que estar de acuerdo con todas estas acusaciones que hemos levantado, y verificar la certeza de la misma. Y eres libre Carlos, tienes nuestra palabra.

Entonces, por fin, Carlos logró tomar una decisión, es una decisión que, de hecho, muchos toman mucho tiempo antes, y que muchos más, no la toman. En las conversaciones de la resistencia, varias veces indicaron que no esperaran hasta el final, y las instrucciones eran totalmente lo contrario a lo que Carlos había decidido responder. Era una decisión irreversible, no importaba lo que a Carlos le habían dicho o lo que esto ocasionara, iba a decir lo que tenía en mente.

El Soldado reconoció su mirada, y lo levantó, este esforzándose por los múltiples dolores, logró caminar ayudado del soldado negociador hasta la mesa, luego de esto, se limpió un poco la cara con algún trapo que le dieron los mismos soldados, por primera vez, parecía tocar alguna tela limpia desde que estaba de prisionero. Y luego enfocó su mirada en la mesa, donde había el convenio que intentaban hacerlo firmar.

El convenio era justo, lo que Carlos pensaba que era, un montón de mentiras y exageraciones. Lo que le llamaba la atención, era la importancia del documento. Era un documento que formulaba la fiscalía y que era referido a instituciones internacionales. El documento reflejaba que era un testigo protegido, que firmaba esas declaraciones bajo amenaza terrorista y que lo declara alguien manipulado y totalmente engañado para realizar actos de vandalismo contra patrióticos y de daño a la comunidad en general.

Además de eso, poseía una serie de acusaciones donde Carlos, supuestamente, había sido testigo visual, auditivo, telefónico e incluso digital de las presentaciones de ciertos dirigentes opositores, todos obviamente en la lista Guntier, que aseguraban que los dirigentes organizaban reuniones clandestinas con mensajes de odio y planes terroristas que atacaban directamente la integridad del estado, según el ministerio.

Carlos evaluó todo lo que estaba escrito, detalló todos los mensajes que se exponían en el documento, incluso, había una clausura que daba a entender que si Carlos negaba estas afirmaciones que indicaban en el trato, quedarían sin sentido, puesto que al firmal el trato, Carlos se descartaba automáticamente cualquier opinión futura, ya que podía tratarse de presiones y amenazas de la derecha para negar la verdad.

Carlos estaba anonadado, no podía ser más alejado de la realidad lo que estaba leyendo. Se preguntaba cuantos abogados, asesores legales y políticos, incluso agentes internacionales que tenían experiencia en los temas de represión y censura, habían aportado conocimiento solo para justificar una dictadura disfraza ante los medios internacionales. Era todo un movimiento mundial para poder alejar a Venezuela del foco crítico de la opinión pública.

Carlos contempló con un último vistazo al documento, lo acomodó con sus manos y lo colocó sobre la mesa. Con la luz se reflejaba claramente el título del escrito: “Declaración del testigo Carlos Schatlz, sobre los acontecimientos terroristas y atentados a la república el día 12 de febrero del 2014”; le parecía un chiste; ¿cómo se puede redactar semejante mentira de manera tan descarada y proceder en entes internacionales como documentos coherentes?

Sabía la respuesta; toda la mafia internacional que estaba implicada en opacar todas las acciones totalitarias que toma el gobierno, pero no era el preciso momento para analizar eso. Carlos tomó postura, inhalo y exhalo levemente, y miró fijamente al soldado negociador. El soldado tomó una postura de asombro, Carlos asumió que el soldado vio en la actitud lo que diría, pero luego tomó una impresión inescrutable y dedicó su atención a escuchar la respuesta de Carlos a la propuesta escrita recién leída.

– Señor Oficial, más allá de que en este texto, ambos sabemos que no está ni una minúscula verdad sobre todo lo que el movimiento al que pertenezco representa, debo decir que es increíble como pueden ser tan buenos para amenazarnos y hacernos creer que es inútil nuestra lucha, cuando el día de hoy, seguramente las mujeres de mi familia y la suya, están en la misma fila de gente esperando porque le vendan una harina. Si este talento de tortura, lo aplicaran a las personas responsables de esto, hoy en día estaríamos cada uno en su casa, viviendo en democracia.

Los soldados fruncieron el ceño y el soldado torturador, se estiró la espalda y escupió al piso. El soldado negociador tenía una cara de decepción. Sabía que había fracasado en su intento de convencer a Carlos, pero guardó silencio e hizo seña al otro soldado para dejar hablar a Carlos.

– Verá oficial, ustedes creen que nosotros hacemos esto porque no tenemos nada más que hacer, que en vez de estar jodiendo y disfrutando de la vida, decidimos ponerlos a trabajar, a perseguirnos, a cargas sus armas y disparar a mansalva contras las multitudes. Que, a juicio de ustedes, preferimos estar en la calle con sol y humo lacrimógeno a estar en casa disfrutando de la vida cotidiana y nuestra juventud.

– Pero la verdad oficial, es que esa vida no existe. Quedarse en casa es revolcarse en la miseria, el no tener luz, el no tener internet, el no tener agua. Estar esperando que resuelvan problemas que en 20 años ni les prestaron atención. Además, en mi caso, significa quedarme en casa viendo a mi mamá, luchar contra su hipertensión a punta de medicamentos caseros, puesto que el medicamento puntual de ella, no se consigue.

– Insisten, ustedes los militares, en que nosotros queremos desestabilizar y que las herramientas para resolver esta crisis están planteados en la constitución, pero la verdad, solo tienen miedo por culpa de un adoctrinamiento en donde les hicieron creer que estos narcotraficantes eran omnipresentes e invencibles. Ustedes les obedecen por miedo, no por fidelidad. Y eso, precisamente, es lo que algún día causará un punto de quiebre. El miedo, el hambre y la ansiedad que compartimos. Del resto, señor oficial, todo es subjetivo. Las ideologías, las tendencias, las noticias; porque todos mienten. Es el hambre en la calle, la verdad que nos escupe en la cara.

Los guardias se miraron entre ellos, la cara del guardia torturador era de ansiedad, si fuese por él, estaría golpeando a Carlos en ese preciso momento, pero el soldado negociador, obviamente a cargo del interrogatorio, prefería dejar hablar a Carlos, aunque su cara era de total repugnancia y de rechazo hacia todas las declaraciones del interrogado. Era una cara llena de gesto, de dudas y de fastidio, pero en su terquedad, dejó terminar de hablar al prisionero, tal vez por órdenes superiores ya establecidas.

– Así que si desean que firme eso, tendrán que hacerlo ustedes y esconder mi cadáver, no voy a firmar esa mentira, llena de estupideces idealistas. No me interesa los líderes opositores, me interesa que al llegar al mercado, no tenga que literalmente pedir a Dios que me proceda la gestión en el punto de venta y este no, que se quede tildado, para tener que llevar algo de comer a mi casa. La realidad está en la calle, y ustedes, ni con su humo, ni con sus balas, ni con sus persecuciones podrán esconderlo.
El soldado torturador hizo una mueca, como dando a entender que para él no sería un problema.

– No es una realidad personal ni individual, es un pueblo unido en hambre y miseria, y ustedes, soldados con una profunda deuda moral con la historia, pretenden hacerse la vista gorda cuando pudieran tranquilamente, hacerse un lado y dejar que sea el pueblo quien revuelque a una narco dictadura encargada de denigrar diariamente la cultura, la dignidad y obviamente, la integridad del gentilicio venezolano.

Carlos hizo una pausa para tomar aire y tomarse la costilla, que le dolió al hablar tanto.

– No hay posibilidad absoluta, que me preste para que ustedes puedan decir sus patrañas ante la OEA, y salgan diciendo que fuimos manipulados por los medios de la derecha, cuando la verdad es que tengo familia periodista que está en exilio porque ustedes los persiguieron. Que fácil matarnos de hambre, con balas y luego pretender que nosotros mismos firmemos nuestro suicido ético. Lo siento muchachos, no soy yo el que le va a dar al placer al maldito chavismo de consagrar mentiras con testimonios que no viví.

El soldado torturador se aburría, miraba como un niño impaciente al soldado negociador, como un infante esperando la autorización para poder jugar en el lodo, o meterse en la piscina, o hacer cualquier cosa que el niño realmente quiera hacer, en este caso, el soldado quería reventar a golpes a Carlos. El negociador mantenía el gesto inescrutable. Imposible saber realmente qué estaba pensando.

– No hay más que decir, rechazo completamente firmar esto, no hay posibilidad alguna que traicione a la coherencia. Si quieren, mátenme, o déjenme morir de hambre y frío en cualquier celda. Si mi madre murió, que la entierren, igual sabrá que no soy un hijo vendido e indiferente. Si quieren sigan torturándome, pero no lo firmaré.

Los soldados se miraron simultáneamente. El soldado torturador estaba bastante agitado, respirando aceleradamente y a su vez, pegaba miradas fugaces al tubo en el piso, el cual había anunciado a Carlos que se lo introduciría en el recto en caso de que se negara a las peticiones del soldado negociador. Por otro lado, el otro soldado solo lo miraba con decepción, pero su cara ya no era inescrutable, era una cara de molestia y fastidio. Había detectado que Carlos no iba a cumplir sus peticiones y se iba a tomar otro camino en la resolución del interrogatorio. Carlos continuó en voz alta:

– Dejen de creer que somos nosotros los que hacemos esto por necedad. Los necios son ustedes, pudriéndose la conciencia con un gobierno tambaleante, no los van a aceptar en ningún lado, se van a tener que esconder como ratas para que no los detallen. Se irán los de la cúpula, los jefes de sus jefes, y ustedes estarán lidiando contra la sed de venganza de toda la gente que ustedes dañaron. Todavía están a tiempo, pueden dar un ejemplo para ser un despertar de las fuerzas arm...

– Ya cállate carajito, cállate la maldita boca.

El soldado negociador interrumpió de manera brusca mientras miraba el reloj que indicaba justo las 4 de algo, Carlos no podía distinguir entre si era de la mañana o de la tarde. Al parecer, ya no era tan negociador y político como hace unos minutos. A continuación, sonó un teléfono, el soldado negociador caminó hacia él con un gesto de conocer quién estaba llamando, ese silencio interpretativo que te deja ver lo que piensa la gente. Al contestar, solo por el tono de voz, se sabía que era un superior.

– Señor, sí. Bueno, terminó resultando un 31, pero incluso más rebelde, quiso hacer un discurso conspirativo y todo. No entiende su situación.

El soldado pasó a guardar silencio y solo asistía a las indicaciones que le anunciaban por el teléfono. Solo interrumpía a veces para preguntas puntuales, y afirmaciones de entender lo que se le estaba indicando. Hubo un momento, que sonrió y miró al soldado torturador, y el soldado torturador le devolvió una sonrisa, picara, como de dos niños que le aprobaron accionar sobre algo que anhelaban mucho. Luego de esto, el soldado negociador pronunció las últimas palabras de la llamada.

– Bueno, Mi General, entonces lo espero en el Sótano 4. Haré que sus instrucciones se cumplan, ya terminaremos la conversación acá abajo.

El soldado negociador, acto seguido de cortar el teléfono, caminó hasta la mesa donde estaba sentado Carlos. Tomó el pacto sin firma que le había ofrecido, lo arrugó, y lo botó. Su rostro había cambiado, como al parecer, había cambiado su disposición. Miró a Carlos con una sonrisa algo sádica y luego carraspeó su garganta para prepararse a pronunciar unas palabras.

– Bueno señor Carlos “Libertad y Derechos”; no vamos a poder hacerle cambiar de opinión, y como bien sabes, aquí solo hay una regla: la de la revolución. Chavez vive y la lucha sigue, y esos maricones oligarcas, si no lo entienden, habrá que hacérselos entender en carne viva.

El soldado negociador, si es que todavía se le podía llamar así, miró al soldado torturador y luego le hizo un gesto con la mano apuntando a Carlos, haciendo referencia a que tenía vía libre de hacerle lo que quiera.

– Recuerde, señor, que fue usted quien lo quiso así.

Y así lo entendió bien el soldado torturador. Primero dio un puñetazo a Carlos que lo dejó templado en suelo, luego conectó, una, dos, tres patadas en sus costillas, ya fisuradas, hasta que escuchó a Carlos chillar sin aire. Le dio un poco de tiempo y luego, cuando Carlos intentaba levantarse, le pegó de nuevo para que callera con su rostro sobre el piso. Le piso la cabeza con su bota, y se empezó a levantar las mangas de la camisa.

– ¿Te recuerdas que te dije que te iba a hacer si te inventabas alguna payasada? – Exclamó en soldado torturador, a tiempo que tomaba el tubo alargado y sólido justo en la esquina de la habitación – Te dije que te iba a meter este palo por el culo, ahora sopórtalo.

El soldado torturador se inclinó, aun pisando a Carlos, adolorido e inmóvil del sufrimiento, y bajo a media escala los pantalones de Carlos, se levantó, suspiro, e introdujo por el recto de Carlos el tubo de metal, a unos 6 grados de temperatura, aunque sea unos 10 centímetros. Carlos gritó de dolor, le dolía todo su cuerpo, y ahora, le dolía su dignidad y cordura. Carlos trató de alejar su mente con recuerdos vanos, o recuerdos felices, pero estos recuerdos se diluían en cada puntazo de dolor. Realmente ni sentía la penetración, pero el hecho de estar humillado, le dolía en su moral y dignidad más que cualquier otro golpe.

– Esta es la única forma de quebrarlos, a ustedes los oligarcas, ahora más nunca tendrás dudas de que si te metes con la revolución, puedes estar peor a como estabas antes. Siempre en la revolución puedes estar peor a lo que estabas antes, si te quejas, si no, te quedas igual.

Retiró el tubo del ano de Carlos, y luego lo incrustó de nuevo, con más fuerza y violencia, y además de esto, las botas pisaban con más fuerza la espalda y nuca, apretando su pecho contra el suelo frío y desesperaba del dolor a Carlos en todo su cuerpo. Gritó y se revolcó tratando de zafar de la situación, pero solo encontró sumisión y dolor al intento, y a su vez, 5 cm más de penetración de un tubo oxidado en el ano.

– Te lo dije carajito, ahora vamos de nuevo, vamos a ver si reflexionaste.

El soldado torturador sacó el tubo, lo lanzó al otro lado de la habitación, y luego hizo sentar a Carlos sobre el piso para que mirara a los dos soldados, se pararon frente a él, y el soldado negociador, lo miró fijamente con una mirada que era completamente nueva en el interrogatorio. Carlos apenas podía sostenerse en un estado consciente.

– ¿Cambiaste de opinión?

Carlos miró a los guardias, con un solo ojo, el otro prácticamente cerrado de un golpe. Apreció sus gestos, apoyó su cabeza contra la pared, y suspiro profundamente.

– Ya les dije, pueden denigrarme todo lo que quieran, pero nada sería más humillante que rendirme ante ustedes. Ustedes realmente no existen, son soldados de turnos y seguro los venderán o matarán para que no denuncien estas violaciones de derechos y crímenes de lesa humanidad. Se van a morir malditos, como se mueren los idealistas, en el exilio o asesinados.

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Carlos apena pudo terminar la oración, sintió otro puñetazo, la cara de los soldados se había llenado de odio con apenas las primeras palabras pronunciadas. Esta vez, los dos, pasaron a ser plenamente torturadores. Sin embargo, era el mismo que le había pegado en todo el interrogatorio que volvió al ataque. Conectó una patada a Carlos, que lo hizo chillar de nuevo y caer mareado, todo se iba a negro y Carlos tenía un terrible dolor de cabeza.

Se preparaba el soldado para golpear de nuevo, pero escucharon la puerta sonar, golpearon tres veces la puerta de forma contundente. El soldado negociador caminó hasta la puerta y Carlos, en sus últimos instantes consciente, logró analizar que seguro se trataba del general a cargo del destacamento, con quien recién habían cortado el llamado por el intercomunicador. Luego de eso, Carlos cayó desmayado en las propias manos del soldado torturador.

– Bueno, aguantaste bastante. – Dijo en suspiros el soldado agresor, al mismo tiempo, el soldado negociador abría la puerta y se visualizó tras ella al General Arturo Vegas Rodríguez, jefe del destacamento y del operativo antiterrorista que se había encargado de capturar a los provocadores. El soldado torturador dejó el cuerpo desbastado y roto de Carlos, y se sentó en un banco en la esquina contraria…

Carlos, tambaleante en el suelo, ya prácticamente sin tener coherencia en lo que escuchaba, sentía o veía, descifró a penas la voz opaca del General y los pasos del soldado negociador en plena aceleración para recibirlo en la puerta. Luego de eso, cayó desmayado por completo, tendido en el suelo, con los pantalones apenas subidos y con las heridas frescas y ensangrentados. El soldado torturador soltó una leve carcajada, la cual despertó el interés del General.

– Coño, esta vez te pasaste. – Dijo entre risas Vegas.

– La verdad es que aguantó bastante, siempre hay el que quiere hacerse el héroe, pero este no se rendía.

El general se dirigió hacia Carlos, echó un vistazo a su cuerpo destrozado, y luego miró al soldado negociador, sonriente.

– Bueno, sargento, intentaron lo que pudieron. Igual a este no se puede tocar más. El muchacho terminó siendo sobrino del periodista Santiago Schatlz.

– ¿Así es que se pronuncia ese apellido de mierda?

Reclamó inmediatamente el soldado torturador. El cual solo recibió una llamada arisca por parte del general, luego siguió secando su sudor, o la saliva de Carlos, no quedaba del todo claro. Al General le pareció llamativo que con tanto frío en el sótano el soldado se mantenía transpirando; pero ignoró esto y reanudó la conversación.

– Como decía, el chico es sobrino de este señor, el cual, como vive en Estados Unidos, tiene un contacto que le informó de supuestos actos corruptivos por parte del ministro. Así que en negociación, este carajito mañana se va en un avión a Miami.

– Piensa que tiene a la mamá muerta... – Dijo el soldado torturador con una sonrisa.

– Si... Bueno, Sargento, lo dejo a cargo, igual a este le dan de cenar lo mismo que a todos, ya que igual se negó a nuestras condiciones.

El general hizo una mueca de desagrado al ver el cuerpo tirado de Carlos. Luego de eso, miró al soldado torturador, hizo un gesto de negación entre sonrisas, como anunciando complicidad y sarcasmo, y luego llamó al Sargento con la mano y caminó hasta el umbral de la habitación. Al pasar la puerta, se paró y detuvo al Sargento frente a él e inmediatamente comenzó a hablar.

– Esto no puede pasar más, ya varías veces les he dicho que la tortura psicológica es mucho más efectiva para nuestros planes que la física. Solo se aplica ante actos de rebeldía en los interrogatorios, verdadera rebeldía, no porque el prisionero pide la hora o agua.

– Si señor... aunque este fue rebelde, bastante, pero tiene razón.

El soldado negociador simplemente escuchaba, sabía cuando se podía conversar con el general y cuando era un monólogo pseudo moralista con correcciones laborales ante sus subordinados.

– Intenta con los demás, hazlos quebrar, tenemos que definir la situación antes del viernes y poder llevar el informe a la OEA.

– Se viene una semana agitada, ¿no Señor?

– En realidad complicada para los jefes, los están señalando de todos lados, pero nosotros a los nuestro. Si logramos hacer quebrar a cada uno de estos, tendremos como pedir luego amnistía o exilio, si las cosas se complican. Si algo mal llega a pasar, nos salvamos o nos hundimos todos.

– Bueno señor, seguiremos trabajando, y ¿por fin con este carajito que hacemos? ¿Lo mandamos a las duchas y que lo alisten para salir?
– No, con calma. Que este listo para pasado mañana. Primero que se coma sus espaguetis con mierda con todo ese grupito de carajitos hippies.
Al General decir estas palabras, empezó a reírse torvamente, carcajadas a las que se unió uniformemente el soldado negociador. Rieron, de forma exagerada, a la presencia del soldado torturador que miraba desde el fondo de la habitación. Entre ellos solo los separaba el escuálido cuerpo de Carlos, lleno de sangre, con los pantalones entre subidos, acostado boca abajo de lado, completamente desmallado.

Las risas se prolongaron un poco más, hasta que el general empezó a toser de forma alocada, el soldado negociador mostró en un momento preocupación, ya que el general parecía ahogarse. Luego de eso, el general empezó a carraspear su garganta y logró tomar la compostura. Miró fijamente de nuevo al soldado negociador con una sonrisa en el rostro, e hizo un suspiro en donde se notaron deficiencias respiratorias.

– Está jodida la vaina, chico, pero bueno, ya tendré tiempo para descansar.

– Ya se mejorará, señor. – Dijo el soldado negociador con una amabilidad forzada.

– Ya sabes Sargento, a este carajito no le peguen más, pero le llevan la misma comida que a todos, y todavía no le digan nada sobre la mamá.

– Entendido Señor.

El General se volteó y sintió la puerta cerrarse tras de él, escuchó agua, derramarse y luego un balde caer al piso. Luego escuchó al soldado torturador decir “a levantarse carajito, marico”; lo cual le causó una gran gracia. Siguió caminando y vio entre las otras salas de interrogatorio a los cuerpos caídos de los otros reclusos y a los diferentes soldados llenando las planillas de testimonios, confesiones o simplemente traspasos.

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Subió las escaleras rápidamente, encontrándose con la sala, cruzó hacia el pasillo principal del edificio donde estaban las oficinas improvisadas. Era un destacamento pequeño a la luz pública, era en el sótano donde estaban las herramientas más importantes. Salas de transmisión, depósitos, congeladores y por supuesto, la sala de interrogatorio. El general se dirigía a su humilde oficina, nada comparada con la que tenía en Palos Grandes, de 800$ aproximadamente el alquiler mensual.

Cuando en general se encontraba al final del pasillo para cruzar hacia la escalera final que terminaba en su oficina, se consiguió con el Teniente Adolfo Pacheco, encargado de la seguridad del edificio, con cara de agitado y molesto. Miró al general con incertidumbre y luego se dirigió al General con voz cansada para transmitirle más problemas del operativo. Que era justo lo que el General necesitaba, para así justificar el presupuesto extra que iba a pedir.

– Mi general, pasa algo. Hay ciertos rumores de que tenemos acá a los prisioneros. Primero fueron los periodistas y carajitos estudiantes con sus teléfonos. Describimos a un par en la azotea del edificio de atrás grabando la entrada y salida que tenemos para evacuaciones clandestinas. Ahora se salió de control. Hoy una serie de familiares se acercaron, y si no es por Maritza, que les dijo que no podían pasar de recepción debido a que solo era un edificio administrativo, se iban a encadenar acá afuera. En cualquier momento descubren esto.

– Lo que importa es que no sepa el Human Wright Watch que ahora estamos ubicados en esta dirección. No te preocupes por eso Pacheco, vamos a ver que nos inventamos, ahí pido una guardia extra nocturna y pido hacer una obra de reparación para cerrar la calle y esté menos transitada mientras esto pasa, pero ya falta poco para acabar con esto.

– Es que Mi general, además también está la otra situación que le vengo diciendo.

– Ya esa situación se encuentra solventándose Pacheco, cualquier familiar que nos hayan devuelto se acreditará a la nueva lista. Saldrán los pasaportes diplomáticos la semana que viene, pero hay que llegar a un acuerdo primero con la OEA para que en la votación salga favorable. La única forma es seguir insistiendo con los testimonios para que quede claro que esto es un atentado a la patria y nosotros nos defendemos.

– Claro mi General. El problema es que anda rodando un audio en donde se vincula directamente a cada miembro del operativo, cada familiar de los altos cargos que han manejado el traspaso y ha coordinado todos los métodos de seguridad que hemos venido procesando dúrente toda la amenaza del supuesto golpe señor, todos los familiares excepto los del ministro.

– ¿Supuesto?

– El golpe señor, pero es indiferente, es difícil no dudar si hay gente que viene acertando pronóstico diciendo que nos van a vender a nosotros para salvar su cuello. Lo que faltaba decir en el audio es que el ministro anda diciendo que está tomado de mano porque nosotros, su subordinado, somos incontrolables y no queremos respetar los derechos humanos. Esto va a terminar mal, Arturo, no es juego. Hay mucha gente dudando.

– Tengo años escuchando eso

– Sí, cuando Chávez estaba vivo... pero ahora?

– Ya deje de pensar en eso teniente, reponga la postura, yo acá doy las órdenes para el bien común de todos, no nos vamos a dejar joder, tu tranquilo, ya pronto todo se va a aclarar y esto pronto terminará. La semana que viene llegan los barcos con comida y ya está la campaña hecha, eso va a apagar esas protestas.

El teniente hizo un gesto de aceptación entre medias, y se encogió de hombros.

– Me retiro mi general, le estaré informando cualquier novedad.

El Teniente se colocó en posición firme y luego la rompió con un caminado uniforme hasta las puertas del baño al final del pasillo. Luego de eso, el general empezó a subir las escaleras, pensando en todo lo que se podía venir, lidiando con los soldados molestos si en verdad llegaba a concurrir con semejante imprudencia cualquiera del alto mando del gobierno.

A Vega en cierta forma le daba tranquilidad saber que dependían totalmente de ellos para seguir movilizando todos sus negocios a lo largo de Colombia y Brasil, y que había suficientes pruebas como para demostrar que todo acto corruptivo que se realizara con las fuerzas armadas, los vinculaban a todos, desde la presidencia de la república hasta el cadete más humilde.

Vega llegó a su oficina, la cerró con llave, y en seguida sacó un frasco mínimo que tenía en la gaveta de la biblioteca improvisada. Reinaban los libros de estrategias y política: El Arte de la Guerra, El General en su laberinto, Las venas abiertas de América Latina... y lo que no podía faltar en cada oficina de estos soldados, el manifiesto comunista de Karl Marx.

Limpió el escritorio de par en par, abrió en mini frasco y dejó caer sobre su mesón de vidrio la más pura cocaína. Con su carnet de la patria dividió en tres porciones iguales la dosis y luego tomó un billete de 100 bolívares fuertes para inhalarla. En la primera línea, sintió la calidad de la mercancía. Un amargo leve y ligero, pero con una subida al cráneo directa, los dientes se medio adormecieron y al terminar de aspirar carraspeó la garganta.

El General se encontró frente a sus retratos familiares, con sus hijos, en una visita a Barcelona. Una foto de él con sus hijos frente al Camp Nou, todos con la camiseta, con una sonrisa. Al rededor estaban otros retratos. Vega, con el expresidente Chavez, con el ministro. Había una especial en donde se apreciaba a Vega en su ascenso como general hace 6 años. Era uno de sus momentos más preciados. Diferente al retrato de su matrimonio, que lo había tirado a la basura unas dos semanas antes.

Tomó el teléfono, abrió el Whatsapp y se dirigió al área de llamadas. Marcó la penúltima, que era a su hijo Frank. A continuación, el general esperó que repicara 4 veces hasta que sintió una voz, no era la de Frank, era la de su otro hijo, el menor, Rafael.

– ¿Hijo, cómo estás? ¿Y tu hermano?

– Bendición Papá. Todo bien, ¿tu cómo estás?

– Todo bien, Dios te bendiga, ¿cómo anda todo, qué hacen?

– Todo Bien, ahora estamos por comer. Frank está cocinando.

– Jaaaa bueno. Qué milagro, ese cocinando. ¿Y que pasó, como les fue el fin de semana?

– Bueno, no está tan cerca Orlando, como a tres horas. Pero cuando llegamos el tiempo fue muy rápido. Conocimos casi todas las atracciones, pero Disney no es para nada lo que pintan. Sobrevalorado completamente.

– Jaja yo les dije que esa porquería no servía. Fue lo primero que visité cuando fui, tu no lo recuerdas, pero Frank si sabe a qué me refiero.

– Si, Frank empezó a maldecir desde que se enteró que íbamos, pero Adriana quería ir nunca hace lo contrario. Es más pendejo.

– Jajajaja igualito a tu Tio, pero bueno es una buena Muchacha.

La comunicación continuó mientras el general se encontraba detallando su oficina, el efecto de la cocaína lo había llevado a un máximo de concentración. Empezó a detallar el gabinete, que lo viene arrastrando desde sus diferentes oficinas. Antes de eso, lo había tenido en su oficina su padre.
– Si papá, es tal cual, ya lo veo casado con una tía Rusmely, quitándole la plata y encerrado con ella en la casa.

En ese momento, sonó el teléfono de la oficina, en general hizo un gesto de acomodo e interrumpió a su hijo.

– Rafa, hijo, tengo que atender este llamado porque es el jefe, espérame en línea un segundo, ¿sí? ¿O te llamo luego?

– Yo te llamo después de comer, bendición.

– Perfecto. Dios te bendiga hijo.

El General puso su celular sobre mesón junto con las otras líneas de cocaína y levantó la bocina del teléfono. A continuación, habló el jefe del operativo antiterrorista y mano derecha del ministro, General Mario Echenique.

– ¿Vega? ¿Cómo está la vaina? Dame buenas noticias.

El General Echenique, como siempre, fue directo al grano.

– Mario, todo bien. Te explico, hoy logramos un buen número de testimonios. Para pasado mañana llevamos a La Carlota a los negociados. Para el viernes máximo te tengo el informe con todos los testimonios. Tranquilo.
– Eso espero Vega, la vaina está arrecha. Te llamo luego, el ministro tendrá una rueda de prensa. Ya sabes, esto lo acabamos esta semana.

El general escuchó la llamada cortarse, colocó la bocina sobre el teléfono, y tomó el billete de 100 de nuevo. Inhalo con la fosa nariz de su derecha la primera línea, inhaló, y luego con la fosa izquierda se inhaló el resto de la mercancía. Le pareció sentir un calor en sus ojos, y vio como se dilataban sus pupilos en el reflejo del espejo. El general estaba listo, bien listo, para empezar a hacer el informe.

FIN

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