Cuando uno llora en el bosque, así hace eco..
Este cuento que vengo a compartir con ustedes hoy está basado en este bello refrán alemán que nos recuerda como nuestras acciones, sentimientos, pensamientos y emociones influyen en todo lo que nos rodea.
En un pueblo cercano al asentamiento de la caballeriza vivían los dos hermanos protagonistas de esta historia, su casa era humilde y agradable, su familia era muy cariñosa con ellos, eran niños muy amados, la diferencia de edad entre ellos era grande pero eso los volvía más unidos. El hermano menor, llamémosle Ludwig estaba fascinado con su hermano mayor, nombrémoslo Hans, estaba fascinado con los caballos, en una edad apropiada para convertirse en soldado, habló con sus padres para marcharse del pueblo y buscar asilo en la caballeriza, soñaba con cabalgar en las praderas y convertirse en un guerrero a la altura de los héroes de las leyendas que su padre les contaba a la luz del fuego. Llegado el momento le indicaron el camino a recorrer, tenía que atravesar el bosque y al fin comenzaría a convertirse en quien quería ser.
Quien no estaba muy contento con la idea era el pequeño Ludi, que no entendía como su hermano se marcharía de su lado, con quién jugaría en el campo, con quién molestaría a los patos, con quién…
Su hermano viendo la tristeza en los ojos del pequeño le prometió que volvería a visitarlo todas las veces que pudiera.
Hans se marchó una mañana, esa misma noche noche Ludwig se escapó tras él, como era de esperar el veía su casa a lo lejos mientras subía por el camino hacia el bosque, pero al adentrarse en la espesura, perdió cuenta del camino, Hans ya había llegado a su destino, no lo encontraría en el bosque, realmente la distancia a recorrer del pueblo al campamento era muy corta y quizá si hubiera sido de día Ludwig no se perdería.
El pequeño al saberse perdido siguió caminando gritando a su hermano, era muy valiente pese a su corta edad pero estaba cada vez más asustado, la aventura se había convertido en un calvario para la imaginación del niño que cansado de caminar a ciegas y con la garganta lastimada, más triste que nunca comenzó a llorar, se sentó bajo un fresno gigante que tenía unas raíces enormes en las cuales podía cobijarse por sí algún animal lo veía como presa, los minutos que se hacían horas acrecentaban su angustia y el llanto su sed.
A cierta hora de la noche, casi por la mitad, una ardilla que venía bajando por el fresno, lo escuchó sollozar, se quedó atendiendo sus lamentos hasta compadecerse del niño, no era una ardilla común, o tal vez lo común no era el bosque, la ardilla se acercó al niño para acompañarlo en su dolor, y abrigarlo en la soledad que hacía más fría la noche, este acto conmovió al árbol, que le contó esta historia al águila que descansaba en su copa, el águila resuelto a ayudar voló con la historia del niño en sus alas y los vientos de la noche se hicieron con el relato, que llegó a entristecer a todos los pájaros que rondaban los caminos, en los albores del día cuando las aves cantan sus versos todas se hicieron eco del cuento del muchacho, tanto así que los caballos en el campamento conocieron la historia y cuando llegó Hans para montar a su compañero, sintió la necesidad de correr directo al bosque, salió sin que lo vieran y galoparon velozmente guiados por las campanitas de mayo que se abrían a su paso indicando el camino correcto, la canción del viento había llegado al corazón de Hans que encontró a su hermano dormido cobijado por la ardilla entre las ramas del gran fresno.
El mayor de los hermanos, que perfilaba a ser un gran estratega, entendía lo que su hermanito sentía al separarse de él, y feliz de encontrarlo dormido, lo despierta con una sonrisa, el pequeño también estaba feliz de haber sido encontrado y le preguntó si lo había escuchado, Hans lo negó con su cabeza, le contó que había sido el bosque quien los había salvado esta vez, de la muerte y la tristeza. Y mientras lo llevaba a caballo hacia el campamento, le fue enseñando el camino, le mostró las instalaciones de la caballeriza y lo convenció de volver a casa diciéndole que él también podría visitarlo si le avisaba cuando vendría, y un día podría venir a alistarse como él, convertirse en un guerrero que cuidara del pueblo, del bosque y de los caballos, Ludwig estaba extasiado y comprendió que era lo mejor que su hermano le guardara un lugar en su corazón y en su futuro, y él crecería lo suficiente para no perderse en la noche del bosque.
Mientras llegaban los hermanos a su casa, vieron a su padre y su madre que estaban a punto de salir en busca del pequeño perdido. Exclamaciones de júbilo se escucharon en el campo, hasta los patos estaban felices de que el pequeño Ludi haya encontrado a Hans y con él el camino de vuelta a casa.
Deseo hayan disfrutado la historia tanto como yo al escribirla, espero nos encontremos en otros cuentos.
⭐ Imágenes diseñadas con la app Starriai
⭐ Portada diseñada en Canva.