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Segunda Parte |
—No sabía nada, detective. Confié en su palabra y me mintió. Jamás pensé que él sería capaz de hacer algo así. Yo… todavía no puedo creerlo… —Confesé con un nudo atorando mi garganta. El detective Camarillo se acercó y me hizo una seña con el dedo anular. Quería captar mi atención desterrándome de la conmoción.
Sus penetrantes ojos marrones tomaron toda mi concentración. Su expresión severa y apacible me arrebataron la ansiedad y me obligaron a padecer la calma, pero aún tenía miedo de que mi verdad no fuese lo suficientemente convincente para librarme de la cárcel.
—Señor Franklin Olivares, tiene que relajarse y hablar de manera detallada. Aún no tenemos pruebas para incriminarlo a usted, y si comprobamos que su versión lo absuelve de toda culpa, saldrá libre y podrá volver a ver a su familia. Así que, por favor, sea más preciso con el resto de su relato.
Eran las doce del mediodía de ese miércoles, la señora Colmenares no había llegado. Me pareció muy extraño, pues ella era muy puntual; siempre llegaba antes de las nueve y media. Le pregunté a mi compañero si sabía algo de ella, pero estaba encerrado en su cuarto privado.
Aquel espacio, como mencioné antes, solo era usado por Ezequiel. Cuando hizo el alquiler de este local para el taller, se apropió de esa habitación apoderándose de la única llave. Me confesó que era su espacio seguro de soledad, en el que hacía cosas que solo le satisfacían a él. En parte lo entendí; cada quien necesita sus momentos de soledad, pero, por otro lado, me picaba curiosidad, así que una vez hurgué en el cuarto secreto de Ezequiel.
Lo que vi adentro aquella vez, no me impresionó para nada, lo más relevante, eran trabajos de taxidermia que mi socio realizaba solo, el resto solo era un televisor pequeño, una nevera ejecutiva cargada de comida, cerveza y agua, y varias estanterías repletas de frascos llenos de ojos acrílicos y latas de pintura en aerosol.
Pasada la una de la tarde, mi compañero finalmente salió de su madriguera. Me aproximé a él inmediatamente y le pregunté sobre la señora Colmenares. Él colocó un rostro frío, con ojos más saltones de lo habitual, apretó los labios y bajó la cabeza de manera ensimismada.
—Ella ya no vendrá —dijo con voz melancólica—. Tenías razón, Franklin, ella nunca se iba a fijar en mí.
—¿Acaso le dijiste algo inapropiado? —Le pregunté juzgadoramente.
—Bueno… le dije que me gustaba —confesó avergonzado—, pero ella no lo tomó bien y dijo que era mejor que no volviera más al taller.
—¡Por Dios, Ezequiel, arruinaste este negocio! —Reclamé furioso.
—¡Relájate, todavía sigue en pie lo de la cabeza de venado! Solo que… la señora Colmenares no vendrá a buscarla sino uno de sus empleados—. Aseveró con firmeza.
—¡Maldición, Ezequiel, esto es lo que pasa cuando tratas de intimar con los clientes! Afortunadamente, todavía podemos deshacernos de esa cabeza. Dime, ¿ya está lista?
—Solo falta colocarle los ojos y ya está. Mañana vendrá el empleado de la señora Colmenares.
Suspiré de rabia, aunque estaba un poco calmado al saber que aún podíamos concretar el negocio. Después de charlar con mi compañero, él se volvió a encerrar en su habitación secreta.
Esta vez permaneció allí por horas, había trabajo que hacer y él aún estaba ausente. Comencé a pensar que tenía otro proyecto secreto del cual yo no estaba enterado. Eso no lo iba a tolerar, ya me había ocultado lo de la cabeza de venado y no iba a permitir que hiciera lo mismo con lo que sea que estuviese haciendo allí. Esperé pacientemente a que saliera para poder escabullirme por esa puerta.
Cayó la noche y la puerta finalmente se abrió. Estuve a punto de abordar a Ezequiel, cuando de repente, él salió disparado de la habitación y comenzó a temblar frenéticamente sobre el suelo. Lo sujeté del brazo, le hablé, le grité, pero él parecía arrebatado de la realidad. Sus ojos estaban abiertos hasta el límite y su boca no dejaba de jadear con vehemencia.
—¡Ezequiel! ¿Qué carajo te pasa? —Le grité sujetándolo del pecho.
—¡Ella…! ¡Ella se movió! —Vociferó con la voz desgarrada por el pánico, mientras señalaba aquella puerta medio cerrada como si allí morara el mismísimo diablo.
—¿Qué hay ahí? —Inquirí con miedo a la respuesta— ¡Habla! ¿Qué es lo que hay ahí? — Él no respondía, estaba destrozado por el terror.
Me armé de valor y, con lentos pasos, comencé a acercarme. Toqué la manija y mi corazón se detuvo, pero en un impulso de adrenalina abrí la puerta con fuerza para detectar lo peor que había visto en mi vida.
Frente a mí, contenida dentro de una vitrina de vidrio, se hallaba la señora Colmenares. Sus ojos habían sido extirpados de sus cuencas. Su piel estaba muy pálida, la boca abierta hasta el límite y sus manos estaban retorcidas y posadas sobre el cristal. Me llevé la mano a la boca al darme cuenta de que ella estaba sin vida.
—¡Por Dios, Ezequiel! ¿Qué hiciste? —dije mientras daba pasos hacia atrás, horrorizado.
—¡Lo siento! —Replicó en sollozos— ¡No quería que esto pasara!, pero ella quería apartarse de mí y… y… ¡Tuve que hacerlo!
—¿La disecaste?
—¡No quería que la muerte le arrebatara su belleza…! —fue lo último que dijo antes de romper en llano y cubrirse el rostro con las manos.
Escapé de mi asombro e inmediatamente llamé a la policía. Ezequiel seguía en el suelo, no se movió hasta que las autoridades llegaron y nos sacaron del taller a ambos. Confiscaron todo, incluyendo a la cabeza de ganado. Estábamos en serios problemas.
Después del interrogatorio, no pensaba en otra cosa que no sea en mi familia. Pasé horas en completo aislamiento hasta que el detective Camarillo apareció en la habitación.
—Bien, señor Oliveros, ya puede irse.
—¿En serio? —Exalté con alegría.
—Sí, su compañero de trabajo acaba de confesarlo todo, incluyendo lo de la cabeza de venado. Está bastante alterado. Delira, dice incongruencias llenas de fantasías. Acabamos de encerrarlo en una celda.
No podía creerlo. Sentí asco y lástima por él, especialmente al pensar en lo que le hizo a esa pobre muchacha.
—¿Puedo verlo? —Le pregunté al detective. Él se quedó pensativo un momento.
—Está bien, pero no puede hablar con él —advirtió seriamente.
Asentí, luego el detective me acompañó a la celda donde se encontraba mi ex socio. Lo hallé ensimismado, con la cabeza pegada a las rodillas. No se movió en ningún momento, parecía fuera de sí. Quise romper la regla y decirle algunas palabras, pero no tuve el valor. Dejé mis pensamientos de desprecio sobre él, luego di media vuelta y me marché.
Tiempo después, alquilé otro local y seguí el negocio por mi cuenta. Con mis conocimientos, no necesitaba de un socio, así que comencé a relacionarme con nuevos clientes yo mismo. Lentamente, recobro la paz, aunque no dejo de pensar en el miserable de Ezequiel. Estoy seguro de que esa macabra imagen que elaboró lo perseguirá por el resto de sus días.
FIN
DISSECTED HEART
Final Part
"I didn't know anything, detective. I took his word for it and he lied to me. I never thought he would be able to do something like that. I... I still can't believe it...” I confessed with a lump in my throat. Detective Camarillo approached me and beckoned me with his ring finger. He wanted to get my attention by banishing me from the commotion.
His piercing brown eyes took all my concentration. His stern and gentle expression took away my anxiety and forced me to suffer calmly, but I was still afraid that my truth was not convincing enough to get me out of jail.
"Mr. Franklin Olivares, you need to relax and speak in detail. We still have no evidence to incriminate you, and if we prove that your version absolves you of all guilt, you will be free and you will be able to see your family again. So please be more precise with the rest of your story."
It was noon that Wednesday and Mrs. Colmenares had not arrived. I thought this was very strange, as she was very punctual; she always arrived before nine-thirty. I asked my companion if he had heard from her, but he was locked in his private room.
That space, as I mentioned before, was only used by Ezequiel. When he rented this space for the workshop, he took over that room by taking possession of the only key. He confessed to me that it was his safe space of solitude, where he did things that only satisfied him. Partly I understood; that everyone needs their moments of solitude, but, on the other hand, I was curious, so once I rummaged through Ezequiel's secret room.
What I saw inside that time, did not impress me at all, the most relevant were taxidermy works that my partner was doing alone, the rest was just a small TV, an executive fridge loaded with food, beer, and water, and several shelves full of jars full of acrylic eyes and cans of spray paint.
Past one o'clock in the afternoon, my partner finally emerged from his den. I approached him immediately and asked him about Mrs. Colmenares. He put on a cold face, with eyes more bulging than usual, pursed his lips, and lowered his head in a self-absorbed manner.
"She's not coming,” he said in a melancholy voice. "You were right, Franklin, she was never going to notice me."
"Did you say something inappropriate to her?" I asked judgingly.
"Well... I told her I liked her,” he confessed embarrassedly, ”but she didn't take it well and said I'd better not come back to the shop."
"For God's sake, Ezequiel, you ruined this business!" I complained furiously.
"Relax, the deer's head is still on the table! Only... Mrs. Colmenares won't come to pick it up, but one of her employees will." He said firmly.
"Damn it, Ezequiel, this is what happens when you try to get intimate with customers! Fortunately, we can still get rid of that head. Tell me, is it ready yet?"
"We just need to attach the eyes and that's it. Tomorrow Mrs. Colmenares' employee will come."
I sighed angrily, although I was a bit calmer knowing that we could still close the deal. After chatting with my partner, he locked himself in his secret room again.
This time he stayed there for hours, there was work to do and he was still absent. I began to think he had another secret project that I was not aware of. That I was not going to tolerate, he had already kept the deer head from me and I was not going to let him do the same with whatever he was doing in there. I waited patiently for him to come out so I could sneak out that door.
Night fell and the door finally opened. I was about to tackle Ezequiel when suddenly, he shot out of the room and started shaking frantically on the floor. I grabbed him by the arm, talked to him, and yelled at him, but he seemed snatched from reality. His eyes were wide open to the limit and his mouth kept gasping vehemently.
"Ezequiel, what the fuck is wrong with you?" I shouted, grabbing him by the chest.
"She...! She moved!" He shouted with his voice torn by panic, while he pointed to that half-closed door as if the devil himself was living there.
"What's in there?" I asked, afraid of the answer. “Speak! What's in there?" He didn't answer, he was destroyed by terror.
I plucked up my courage and, with slow steps, began to approach. I touched the handle and my heart stopped, but in a rush of adrenaline, I opened the door with force to detect the worst thing I had ever seen in my life.
In front of me, contained within a glass case, stood Mrs. Colmenares. Her eyes had been removed from their sockets. Her skin was very pale, her mouth was open to the limit and her hands were twisted and resting on the glass. I put my hand to my mouth as I realized she was lifeless.
"For God's sake, Ezequiel, what did you do?" I said as I stepped back, horrified.
"I'm sorry!" I didn't mean for this to happen, but she wanted to get away from me and... and... I had to do it!
"You stuffed her?"
"I didn't want death to take her beauty away from her...!" That was the last thing she said before she broke down and covered her face with her hands.
I escaped from my astonishment and immediately called the police. Ezequiel was still on the floor, he didn't move until the authorities arrived and took us both out of the workshop. They confiscated everything, including the head of cattle. We were in serious trouble.
After the interrogation, I thought of nothing but my family. I spent hours in complete isolation until Detective Camarillo appeared in the room.
"Well, Mr. Oliveros, you can go now."
"Really?" I jumped with joy.
Yes, your co-worker just confessed to everything, including the deer's head. He is quite upset. He's delirious, he's talking incongruities full of fantasies. We just locked him in a cell.
I couldn't believe it. I felt disgust and pity for him, especially thinking about what he did to that poor girl.
"Can I see him?" I asked the detective. He thought for a moment.
"Okay, but you can't talk to him,” he warned seriously.
I nodded, then the detective escorted me to the cell where my ex-partner was. I found him in deep thought, his head on his knees. He didn't move at any time, he seemed out of it. I wanted to break the rule and say a few words to him, but I didn't have the courage. I left my thoughts of contempt on him, then turned and left.
Sometime later, I rented another shop and went into business for myself. With my knowledge, I didn't need a partner, so I started to meet new clients myself. Slowly, I regain my peace, although I keep thinking about that wretched Ezequiel. I'm sure that the macabre image he crafted will haunt him for the rest of his days.
THE END
Texto traducido con Deepl | Text translated with Deepl
Posted Using InLeo Alpha