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Primera parte |
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La policía no dejaba de llegar. Las sirenas y los pasos que circundaban por todo el espacio me dejaban inmóvil en el suelo. Dos oficiales me levantaron y bruscamente me llevaban lejos del taller. Mi cuerpo ardía de horror y aborrecimiento. Mis ojos no dejaban de estar fijos sobre Ezequiel: ¡Maldito, ojalá te pudras en el infierno por lo que hiciste! Decía, y lo repetí hasta que quedó fuera del rango de mi visión.
Durante las siguientes semanas después de su primera visita, la señora Dalia Colmenares siguió visitándonos en el taller una vez como lo prometió. En su segunda visita, todo ya estaba preparado. Ezequiel tenía la cabeza de venado apartada del resto de animales disecados. La había embalsamado muy bien, no quedó ningún rastro de deterioro o indicio de putrefacción. Decidí quedarme también para presenciar aquel proceso; jamás había disecado una cabeza y mucho menos de un animal tan regio como ese.
Finalmente, la señora Colmenares llegó. Estaba muy hermosa, como siempre, sonreía al vernos a ambos y nos dio los buenos días de inmediato.
—Perdón por llegar tarde, señores —se disculpó—, pero tuve que buscarle una excusa a mi esposo para venir. No quiero que él se entere de esta sorpresa.
—No se preocupe —replicó Ezequiel con un ademán—. De hecho, llegó justo a tiempo. ¡La cabeza está en su punto para ser preparada!
La señora Colmenares se acercó con mucha cautela. Aquella energía de intriga que dejaba percibir en su primera visitaba ahora se desbordaba por todo su semblante. Pareciera que la curiosidad se hubiera vuelto su sombra, y en un arrebato pasional, acarició las astas de aquel animal como si se tratara de una joya invaluable.
—¡Oh, es impresionante! ¿No lo creen, caballeros? —Jadeó con los ojos abiertos hasta el límite—. Somos tan insignificantes ante los ojos de Dios, solo hay que ver como una criatura tan magnífica como esta fue reducida a esto.
La observé con incertidumbre. Sus palabras hicieron mucho eco en mi cabeza. Era extraño que una mujer tan bella, fina y sofisticada como ella dijera tan singulares palabras. Sonaba aterrador, aderezado con verdad, y fue cuando empecé a percatarme que ella no era una mujer normal.
Por lo otro lado, los ojos de Ezequiel brillaban; eran como dos lámparas radiantes en medio de la oscuridad. Comencé a sentir tensión de su parte que lentamente trascendía a algo más, si me hubiese percatado en ese momento, las cosas hoy en día serían diferentes.
Durante el proceso de disección, mi compañero fue muy detallado, en todo el tiempo que llevaba trabajando con él nunca había visto esa chispa de pasión. La señora Colmenares estaba justo al lado de él, atenta a cada pormenor, trazo y particularidad del desarrollo. Su mirada de impresión estaba en cada paso, la cual solo perdía una vez que terminaba la lección.
—Lo último que debemos hacer es colocarle los ojos, así que los mantendremos a un lado hasta que llegue el momento —explicó Ezequiel.
—¡Oh, vaya, que ilusa soy! —exclamó la señora Colmenares colocándose las manos en la boca—. Pensé que los ojos de los animales disecados eran reales, debí sospechar que no era así.
Mi compañero ostentó una retorcida sonrisa después de oírla; parecía una mezcla entre burla y ternura, luego soltó una carcajada tan exagerada como si le hubieran contado el chiste más gracioso de su vida.
—No se preocupe, muchas personas piensan lo mismo—Dijo ya más calmado—. Usted no es ilusa, y mucho menos tonta. Para mí usted es muy inteligente, además de hermosa, creo que hubiese sido una excelente médica.
—Oh, por favor señor Ezequiel, me sonroja—, dijo ella con aparente ingenuidad.
—Bueno… creo que deberíamos dejar la lección hasta aquí y comer un poco, ¿no creen? —Dije interrumpiendo aquella vomitiva escena.
—Cierto, tengo un poco de hambre —aseveró la señora Dalia frotándose el abdomen.
—Está bien, paremos un momento. Traeré comida del restaurante chino que está a la vuelta de la esquina, ¿qué les parece? —Propuso Ezequiel.
La señora Colmenares y yo asentimos e inmediatamente mi compañero fue por la comida. —No tardaré mucho—, dijo antes de salir por la puerta.
Mientras tanto, sacudido por mi indiferencia, sentí que aquella joven adinerada se acercaba a mí. Sus ojos estaban incrustados en los míos, mientras desvelaba una sonrisa muy particular.
—Usted es muy callado, señor Franklin —me dijo y al mismo tiempo arrugué la cara—. Entiendo que es un hombre muy apegado a su política, y eso lo respeto, créame, pero lo que menos quiero en este momento es importunarlo a usted y a su compañero.
Aquello me dejó muy desconcertado, así que tuve contraatacar con mis dudas.
—Entonces, ¿por qué sigue aquí? —Inquirí—. ¿No se da cuenta de lo inusual que esto? Dudo que usted esté aquí solo para aprender sobre la taxidermia, así que sea sincera conmigo, ¿está usted interesada en mi compañero?
Una carcajada estruendosa se liberó de la boca de esa mujer al escuchar mi sospecha.
—¡Ay, señor Franklin, sabía que tenía un excelente sentido del humor! Por favor, ¿de verdad cree que una mujer como yo se interese en un hombre como él?
—No… pero…, ¿entonces de verdad quiere aprender sobre taxidermia?
—¡Se lo juro! —Afirmó levantando la mano— Cuando su compañero me propuso venir cada semana durante el proceso de disección, sabía que sus intenciones no eran inocentes, sin embargo, no podía desaprovechar la oportunidad de ver como ustedes realizan este fascinante arte. En serio, estoy muy intrigada.
No me quedaba de otra que confiar en sus palabras, es decir, era ilógico que una mujer tan elegante, bella y adinerada como ella se fijara en un hombre tan extraño y feo como Ezequiel.
—Veo que usted también es casado —me preguntó mientras señalaba mi argolla—, ¿tiene hijos?
—Dos hijas —aseveré.
—Debe ser un buen padre, usted transmite una buena vibra muy paternal, señor Franklin, lo sé, porque mi esposo es parecido a usted. Después de este regalo quiero darle un hijo, o todos los que él quiera, se lo merece por ser un muy buen hombre.
—Veo que usted lo ama mucho.
—¡Así es! —exclamó con un brillo especial en sus ojos de esmeralda—. Por eso hago todo esto, aunque sé en parte que estoy infringiendo la ley, la verdad no me importa, solo quiero darle este detalle a él.
Sus palabras parecían muy sinceras. No pude evitar sentirme tonto por lo equivocado que estaba.
—Parece que el único corazón roto que veremos será el de mi compañero —dije mientras reía.
—Oh, el señor Ezequiel ha sido un buen hombre y un excelente maestro, espero que no se ilusione mucho conmigo.
—Lo dudo… —concluí, luego escuché el sonido de la puerta del taller abriéndose.
—¡Hora de comer! —Vociferó Ezequiel cargando varias cajas de comida china.
La señora Colmenares nos miró a ambos y luego se apartó a un lado.
—Creo que es mejor que me vaya, mi esposo podría estar preguntándose donde estoy y no quiero preocuparlo. —Dijo ella dejando a mi compañero boquiabierto.
—Pero… acabo de traer la comida —acató Ezequiel bajando los brazos con decepción.
—Lo lamento mucho, de verdad, pero enserio debo de irme. Gracias por la lección de hoy, caballeros, nos vemos la próxima semana.
Mientras la joven se marchaba, pude sentir la enorme cólera que emanaba del cuerpo de Ezequiel.
—¿Qué carajos pasó? ¿Qué le dijiste, Franklin?
—¡Cálmate! Solo hablábamos sobre lo mucho que le gustó la clase de hoy, no por algo que haya dicho.
—¡Escúchame, socio! Si arruinas mi oportunidad para conquistar a esa mujer, te arrepentirás por el resto de tu vida, ¿entiendes? —Me amenazó señalándome con firmeza.
—No hablas en serio… —repliqué burlándome de él.
—Ya estás advertido, y esa mujer será mía. ¡Ya lo verás! —Recalcó mientras arrojaba enojado la comida sobre una mesa y luego se metió por aquella puerta a la que solo él tenía acceso.
Me di cuenta de que no bromeaba, aunque, ¿cómo carajo iba a saberlo? Siempre lo tomé como un hombre sarcástico que no aportaba nada excepto su ingenio y sagacidad para conseguir clientes. Tuve un mal presentimiento, el cual nunca hice caso. ¡Oh Dios, cuánto daría por volver a aquel momento y detenerlo todo de una vez!
CONTINUARÁ...
DISSECTED HEART
Part Two
The police kept coming. Sirens and footsteps circling the space left me motionless on the floor. Two officers lifted me up and roughly carried me away from the workshop. My body burned with horror and hate. My eyes would not leave Ezekiel: You bastard, may you rot in hell for what you did! I said, and I repeated it until it was out of the range of my vision.
During the following weeks after her first visit, Mrs. Dalia Colmenares continued to visit us in the workshop once as promised. On her second visit, everything was ready. Ezequiel had the deer headset aside from the rest of the stuffed animals. He had embalmed it very well, there was no trace of decay or signs of putrefaction. I decided to stay and witness the process; I had never dissected a head before, much less the head of an animal as regal as that one.
Finally, Mrs. Colmenares arrived. She was very beautiful, as always, she smiled at the sight of both of us and said good morning immediately.
"Sorry for being late, gentlemen,” she apologized, ”but I had to find an excuse for my husband to come. I don't want him to know about this surprise."
"Don't worry,” Ezequiel replied with a gesture. He arrived just in time, the head was ready to be prepared!
Mrs. Colmenares approached very cautiously. That energy of intrigue that she had shown on her first visit now overflowed all over her face. It seemed as if curiosity had become her shadow, and in a fit of passion, she caressed the antlers of that animal as if it were a priceless jewel.
"Oh, it's impressive, don't you think so, gentlemen? "We are so insignificant in the eyes of God, you only have to see how a creature as magnificent as this was reduced to this.
I watched her with uncertainty. Her words echoed loudly in my head. It was strange that a woman as beautiful, fine, and sophisticated as she was would say such singular words. It sounded frightening, laced with truth, and that was when I began to realize that she was no ordinary woman.
On the other hand, Ezekiel's eyes glowed; they were like two radiant lamps amid darkness. I began to feel tension on his part that slowly transcended into something more, if I had realized it at that moment, things would be different today.
During the dissection process, my partner was very detailed, in all the time I had been working with him I had never seen that spark of passion. Mrs. Colmenares was right next to him, attentive to every detail, stroke, and particularity of the development. Her impressed gaze was on every step, which she only lost once the lesson was over.
"The last thing we have to do is to set her eyes, so we'll keep them aside until the time comes,” Ezekiel explained.
"Oh, my, how deluded I am!" exclaimed Mrs. Colmenares, putting her hands over her mouth. "I thought the eyes of the stuffed animals were real, I should have suspected otherwise."
My companion flashed a twisted smile after hearing her; it seemed to be a mixture of mockery and tenderness, and then he let out a laugh as exaggerated as if he had been told the funniest joke of his life.
"Don't worry, many people think the same,” he said more calmly. “You are not deluded, and much less stupid. For me you are very intelligent, besides being beautiful, I think you would have made an excellent doctor."
"Oh, please, Mr. Ezequiel, you make me blush,” she said with apparent naivety.
"Well... Let us leave the lesson until here and eat a little, don't you think?" I said interrupting that vomitous scene.
"Right, I'm a little hungry,” said Mrs. Dalia, rubbing her abdomen.
"All right, let's stop for a moment. I'll get some food from the Chinese restaurant around the corner, what do you think?" Ezequiel proposed.
Mrs. Colmenares and I nodded and immediately my partner went to get the food. “I won't be long,” he said before heading out the door.
Meanwhile, shaken by my indifference, I felt that wealthy young woman approaching me. Her eyes were embedded in mine, while she unveiled a very particular smile.
"You are very quiet, Mr. Franklin,” she said and at the same time, I wrinkled my face. I understand that you are a man very attached to your politics, and I respect that, believe me, but the last thing I want at this moment is to bother you and your partner.
That left me very puzzled, so I had to counterattack with my doubts.
"Then why are you still here?" I asked. Don't you realize how unusual this is? I doubt you are here just to learn about taxidermy, so be honest with me, are you interested in my partner?
A thunderous laugh broke free from the woman's mouth when she heard my suspicion.
"Oh, Mr. Franklin, I knew you had an excellent sense of humor! Please, do you think a woman like me would be interested in a man like him?
"No... but... then do you want to learn about taxidermy?"
"I swear! When your partner proposed to me to come every week during the dissection process, I knew his intentions were not innocent, however, I could not miss the opportunity to see how you perform this fascinating art. Seriously, I am very intrigued."
I had no choice but to trust her words, I mean, it was illogical that a woman as elegant, beautiful, and wealthy as she was, would look at a man as strange and ugly as Ezequiel.
"I see that you are also married, "she asked me while pointing to my ring." Do you have children?
"Two daughters,” I said.
"You must be a good father, you transmit a very paternal vibe, Mr. Franklin, I know, because my husband is similar to you. After this gift I want to give him a son, or as many as he wants, he deserves it for being a very good man."
"I see that you love him very much."
"I do!” she exclaimed with a special sparkle in her emerald eyes. "That's why I'm doing all this, even though I know in part that I'm breaking the law, I don't care, I just want to give this gift to him."
Her words seemed very sincere. I couldn't help but feel foolish for how wrong I was.
"It looks like the only broken heart we'll see will be my partner's,” I said as I laughed.
"Oh, Mr. Ezekiel has been a good man and an excellent teacher, I hope he doesn't get his hopes up too high with me.
"I doubt it...” I concluded, and then I heard the sound of the workshop door opening.
"Time to eat!" Ezequiel shouted, carrying several boxes of Chinese food.
Mrs. Colmenares looked at both of us and then stepped aside.
"I think I'd better go, my husband might be wondering where I am and I don't want to worry him." She said, leaving my partner speechless.
"But... I just brought the food,” said Ezequiel, lowering his arms with disappointment.
"I'm very sorry, I am, but I really must go. Thank you for today's lesson, gentlemen, see you next week."
As the young woman left, I could feel the enormous anger emanating from Ezequiel's body.
"What the fuck happened? What did you say to her, Franklin?"
"Calm down! We were just talking about how much he liked today's class, not about anything I said.
"Listen to me, man! If you ruin my chance to get that woman, you'll regret it for the rest of your life, understand?" He threatened me, pointing at me firmly.
"You're not serious...” I replied, mocking him.
"You've been warned, and that woman will be mine. You'll see!" He stressed as he angrily threw the food on a table and then went through that door to which only he had access.
I could tell he wasn't joking, though how the fuck should I know? I always took him for a sarcastic man who brought nothing to the table except his wit and shrewdness in getting customers. I had a bad feeling, which I never heeded. Oh God, what I would give to go back to that moment and stop it all at once!
TO BE CONTINUED...
Texto traducido con Deepl | Text translated with Deepl
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