La maldición de la moneda de Doha
Uno de los sueños más importantes en mi vida era el de presenciar un mundial de fútbol. Creo que desde que tengo uso de razón he sido fanático de este deporte, pues digamos que he heredado algo bueno de la familia. Una pasión que no puedo describir con palabras, excepto con emociones dentro de la cancha. Sin lugar a dudas, es algo que me llena totalmente el alma.
Mi familia es argentina, aunque nuestras raíces son italianas. Acostumbrábamos a comer en familia en la casa de la nonna, más que nada pastas con una sabrosa salsa que convertían nuestros paladares en todo un festín. Aquellos días terminaron cuando por circunstancias de la vida, ya no se encontraba entre nosotros y la unión familiar se fue distanciando hasta prácticamente desaparecer.
Desde entonces no hubo mayores momentos que representen lo espléndido de lo vivido. Incluso me animaría a decir que sería casi imposible revivir aquellos tiempos de felicidad, pues para mí habían quedado en el pasado y solo tenía como único recurso el mirar una fotografía en la que estábamos todos juntos, unidos por un cálido almuerzo o cena. Hasta que algo se me ocurrió...
Ya estábamos transitando el último mes del año y durante el mismo, si no es durante los anteriores también, he ido acumulando dinero para darme un gusto mayor junto a mi familia. Con la llegada de mi segundo hijo, decidí en que viajemos a Qatar a ver jugar a la selección de nuestro país. Sería un gasto muy elevado, pero me las arreglé para poder costearlo. Algo que he evitado contarle a mi esposa, pues no quería que piense que estábamos en aprietos financieros, aunque a decir verdad, suponía que llegaría a pagar esa deuda con el banco aún teniendo que pagar importantes intereses.
Ya habíamos reservado los pasajes y la ilusión estaba en nuestras manos. No por nada un mundial es un evento único donde las naciones se unen para celebrar un espectáculo que tiene a todos con las miradas puestas en su equipo. Pero aquí había algo un tanto diferente, pues nos teníamos que adaptar a una cultura muy distinta a la nuestra. Asumimos ese compromiso y fuimos al aeropuerto.
Me extrañó un poco ver pocos argentinos esperando por su viaje. Incluso creí que ya habían partido en masa hacia Doha. Si bien había que pasar por varias escalas, los viajes serían muy puntuales. Me atreví a pensar que los demás ya estarían allí, incluyendo a un compañero del trabajo que me había comentado que también iría con su familia. De hecho, fue quien me insistió en que vaya a ver los partidos, pues nos encontraríamos allí y si las circunstancias se daban festejaríamos a lo grande.
Al momento en que íbamos a subir noté que Tobías, mi hijo más grande, no estaba con nosotros. Miré desesperadamente hacia todos lados buscando su rostro hasta que lo vi junto a un hombre de apariencia extraña. Tenía una ropa muy antigua y una abundante barba que no estaba muy cuidada.
Lo que más me llamó la atención fue la forma en que había agarrado por detrás a mi hijo, como si quisiese demostrar que él era su padre. Fui rápidamente y lo tomé con fuerza de las manos para alejarlo de ese hombre y nos fuimos hacia el sector donde teníamos que subir para emprender viaje.
Justo antes de eso, Tobías me miró con su gran sonrisa y me enseñó una moneda con unas letras en idioma árabe. Era indudable que se lo había dado ese hombre, pero para no inquietar a mi esposa, evadí toda conversación al respecto que podría significar nuestra pelea. Una de las tantas que teníamos a diario. Al final logramos subir sin mayores inconvenientes.
Mi esposa Clara es indudablemente la persona que más me sostuvo frente a cada caída de debilidad que tenía. Cuando creí que nada era posible, ella me hacía ver que más allá de mis ojos, había algo por lo que luchar. Y me lo demostró trayendo al mundo a Martín, el más pequeño.
Pasaron varias horas hasta que logramos arribar. Teníamos las maletas siguiendo nuestros pasos y debíamos buscar el lugar donde alojarnos, pues nuestro paquete de viaje lo incluía. En ese preciso momento sentí algo de ansiedad. Me sentí muy extraño, como sabiendo que algo malo podría suceder en cualquier momento, y que cualquier acción que yo haga, sería prácticamente inútil.
Dirigí a mi familia hacia dentro del hotel, siendo regañado por mi esposa y observando cierta preocupación en mis hijos. Hablé con la recepción sobre que tenía un cuarto, nos registramos e inmediatamente me dieron las llaves, aunque allí se manejan con una tarjeta para abrir la puerta de la habitación.
Por un momento sentí calma pero no fue hasta entonces que vislumbré por el rabillo del ojo una sombra que parecía esconderse por uno de los pasillos que llevaban a las distintas habitaciones del hotel. Quise pensar que solo fue mi mente jugándome una mala pasada, así que entramos a fin de descansar. Aunque los cánticos de los fanáticos de allí afuera nos lo podrían impedir.
Se encontraban todos dormidos y los ruidos de los hinchas parecían haberse calmado. Y de un momento a otro, una paz sobró a todo el lugar al punto de convertirse en inquietante. Salí a eso de las 11 de la noche y no había nadie en el lugar. Siquiera estaba alguien en la recepción. Temí que hubiese pasado algo por lo que volví a la habitación en donde estaba mi familia.
Aún estaban allí, durmiendo profundamente sin saber que algo extraño sucedía. Fue cuando vi un brillo resplandeciente llamando mi atención. La moneda comenzó a emitir una luz amarillenta sobre sus letras escritas en árabe y al tocarla, noté que un extraño humo negro circulaba sobre ella y se subía a mi mano rápidamente y cuando menos me lo esperé ya estaba por sobre todo mi brazo.
Al día siguiente es que me vi al espejo y me percaté de que la mitad de mi cuerpo estaba cubierto por algo que no puedo comprender ni explicar. Allí en Doha la temperatura es muy alta y cuando las demás personas estaban con una ropa liviana, yo intentaba cubrirme para que no se note que algo malo me estaba consumiendo por dentro. No quise tocar ni a mi familia, pues sería un gran error.
El día del partido había llegado y teníamos las entradas para ver a nuestro equipo. Se enfrentaban argentina con arabia y queríamos tener un buen inicio. Pero en mi mente no había más que esta tortura que me carcomía y me hacía ver cosas que estaban fuera de mi percepción.
Todo se había opacado y estaba en unos tiempos que no eran los actuales. Imposibilitado de salir de esa situación corrí hacia todas partes con mucho pavor, sintiendo que algo me acechaba y que quería de mi solamente las entrañas. Pero no solo de mí, también destruir a mi familia de las formas más grotescas habidas en la imaginación de cualquier infierno o submundo.
Fue entonces que volví a la materialidad de esta vida, pues la realidad que acontecen mis hechos y sentí el abucheo de muchas personas. Una inmensidad de ellas, siendo yo el protagonista de algo descabellado en el campo de juego. Había golpeado a varios jugadores diciendo que libraría a mi familia de satanás y si queríamos ganar esta guerra, que se me unan para evitar la destrucción total del mundo.
Fui consciente de mis actos de barbarie y ya tras las rejas de un deteriorado calabozo, esperando las medidas de la justicia de allí, solo me preocupé en mirar mi cuerpo donde se focalizaba aquél mal oscureciendo mi personalidad y rompiendo la paz de mi mente creando un mundo alterno el cual irrumpía con el de la realidad.
Llegó mi esposa llorando y diciendo que posiblemente quede detenido hasta que haya una decisión formal. Pues ya lo había arruinado todo y solo quedaba procurar que ellos estén a salvo de todo mal. Luego comprendí que eso no sería así pues mi hijo, el más pequeño, sostenía aquella moneda que ya se estaba apoderando de su brazo. Una moneda que ya todos la habían tocado.
The curse of the Doha coin
One of the most important dreams in my life was to witness a soccer world cup. I think I have been a fan of this sport for as long as I can remember, because let's say I inherited something good from my family. A passion that I can't describe with words, except with emotions inside the field. Undoubtedly, it is something that totally fills my soul.
My family is Argentinean, although our roots are Italian. We used to eat as a family at the nonna's house, mostly pasta with a tasty sauce that turned our palates into a feast. Those days ended when, due to life's circumstances, she was no longer with us and the family union became distant until it practically disappeared.
Since then, there have been no greater moments that represent the splendor of what we lived. I would even dare to say that it would be almost impossible to relive those times of happiness, because for me they were in the past and my only recourse was to look at a photograph in which we were all together, united by a warm lunch or dinner. Until something occurred to me...
We were already going through the last month of the year and during it, if not during the previous ones as well, I have been accumulating money to give myself a greater pleasure with my family. With the arrival of my second son, I decided that we should travel to Qatar to see our country's national team play. It would be a very high expense, but I managed to afford it. Something I have avoided telling my wife, because I did not want her to think that we were in financial straits, although to tell the truth, I assumed that I would be able to pay that debt with the bank even if I had to pay important interests.
We had already booked the tickets and the illusion was in our hands. It is not for nothing that a World Cup is a unique event where nations come together to celebrate a spectacle that has everyone's eyes fixed on their team. But here there was something a little different, because we had to adapt to a culture very different from ours. We made that commitment and went to the airport.
I was a little surprised to see few Argentines waiting for their trip. I even thought they had already left en masse for Doha. Although there were several stopovers, the trips would be very punctual. I dared to think that the others would already be there, including a colleague from work who had told me that he would also be going with his family. In fact, he was the one who insisted that I go to see the games, since we would meet there and if the circumstances were right we would celebrate in style.
As we were about to go upstairs I noticed that Tobias, my oldest son, was not with us. I desperately looked around for his face until I saw him standing next to a strange looking man. He had very old clothes and an abundant beard that was not very well cared for.
What caught my attention the most was the way he had grabbed my son from behind, as if he wanted to prove that he was his father. I quickly went and grabbed him by the hands to take him away from that man and we went to the sector where we had to go up to start our trip.
Just before that, Tobias looked at me with his big smile and showed me a coin with some letters in Arabic. It was undoubtedly that the man had given it to her, but in order not to worry my wife, I avoided any conversation about it that could mean our fight. One of the many we had every day. In the end we managed to get upstairs without major inconveniences.
My wife Clara is undoubtedly the person who supported me the most in the face of every fall of weakness I had. When I thought nothing was possible, she made me see that beyond my eyes, there was something to fight for. And she proved it to me by bringing Martin, the youngest child, into the world.
It was several hours before we arrived. We had our suitcases on our feet and we had to look for a place to stay, as our travel package included it. At that precise moment I felt some anxiety. I felt very strange, as if I knew that something bad could happen at any moment, and that any action I took would be practically useless.
I led my family into the hotel, being scolded by my wife and observing some concern in my children. I spoke to the front desk about having a room, we checked in and they immediately gave me the keys, although there they deal with a card to open the door to the room.
For a moment I felt calm but it wasn't until then that I glimpsed out of the corner of my eye a shadow that seemed to be hiding down one of the hallways leading to the various rooms in the hotel. I wanted to think it was just my mind playing tricks on me, so we went inside to rest. Although the chants of the fans out there could prevent us from doing so.
They were all asleep and the noises of the fans seemed to have died down. And from one moment to the next, a peace overcame the whole place to the point of becoming unsettling. I went out at about 11 p.m. and there was no one in the place. There was even someone at the front desk. I was afraid that something had happened so I went back to the room where my family was.
They were still there, sleeping soundly unaware that something strange was going on. That was when I saw a shimmering glow catching my attention. The coin began to emit a yellowish light over its letters written in Arabic and when I touched it, I noticed that a strange black smoke circulated over it and quickly rose to my hand and when I least expected it, it was already all over my arm.
The next day I looked in the mirror and realized that half of my body was covered by something that I cannot understand or explain. There in Doha the temperature is very high and when the other people were in light clothing, I tried to cover myself so that it would not be noticed that something bad was consuming me inside. I didn't want to touch even my family, as it would be a big mistake.
The day of the game had arrived and we had the tickets to see our team. Argentina was playing against Arabia and we wanted to have a good start. But in my mind there was nothing but this torture that was eating me up and making me see things that were out of my perception.
Everything had become opaque and I was in times that were not the current ones. Unable to get out of that situation, I ran everywhere with great fear, feeling that something was stalking me and that it wanted only my entrails. But not only me, it also wanted to destroy my family in the most grotesque ways imaginable in any hell or underworld.
It was then that I returned to the materiality of this life, because the reality of my events and I felt the booing of many people. An immensity of them, being me the protagonist of something crazy on the playing field. I had beaten several players saying that I would free my family from Satan and if we wanted to win this war, they should join me to avoid the total destruction of the world.
I was aware of my barbaric acts and already behind the bars of a deteriorated dungeon, waiting for the measures of justice there, I only worried about looking at my body where that evil was focused, obscuring my personality and breaking the peace of my mind creating an alternate world which broke with reality.
My wife arrived in tears and said that I might be detained until there was a formal decision. I had already ruined everything and the only thing left to do was to make sure that they were safe from harm. Then I understood that this would not be the case because my son, the youngest, was holding that coin that was already taking hold of his arm. A coin that everyone had already touched.
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The story is pure fiction and in no way represents reality. - El relato es de pura ficción y no representa de ninguna forma la realidad.