For a while, a former student who also lives in Argentina, posts a photo of the Bonafide coffee she buys every morning on her way to work in her statuses.
Maybe that is the reason that when we arranged to meet to chat for a while, we both decided that we should go to one of the coffee shops of this brand, in her case because of the familiarity, and in mine out of curiosity, since her photos always made me crave to try it.
The moment came and that day we met at a Bonafide cafe very close to the Obelisco, a few blocks away from Starbucks which is always my choice, but this time I couldn't resist satisfying my craving.
It was a small space, and fortunately, there were very few people, so the atmosphere was quite calm, until we arrived, we ended up being the noisy ones because we laughed occasionally, chatting and remembering things.
The conversation and coffee were so engaging that I didn't even realize they had the wifi password available, as I was on my phone more to check the time to return in time for my child who was at school, rather than making or receiving calls. The topic of the photos was only addressed at the arrival and then at the farewell.
I'm not sure if the chocolate was to make a "submarine" with the coffee (dipping it in the hot coffee to melt it) but it served as company on the way back home, besides I had to eat it before arriving so that my children wouldn’t ask why I brought only one, when they are two. No matter how much I tell them the story of Solomon, dividing in half is chaos at home, as they even bring out a ruler to measure.
It was a very special afternoon, in which I not only recharged my energy but also satisfied a craving, took a treat for the road, and shared with a former student, now friend, who comes from my country. What more could I ask for?
Desde hace tiempo, una ex alumna que también vive en Argentina, coloca en sus estados una foto del café de Bonafide que compra cada mañana de camino al trabajo.
Quizás sea por esa razón que al momento de quedar con ella para charlar un rato, ambas decidimos que debíamos ir a una de las cafeterías de esta marca, en su caso por lo conocido, y en el mio por la curiosidad, ya que sus fotos siempre me dejaban con el antojo de querer probarlo.
El momento llegó y ese día nos encontramos en un café Bonafide muy cercano al Obelisco, a pocas cuadras de Starbucks que es siempre mi elección, pero esta vez no podía desaprovechar de quitarme el antojo.
Era un espacio pequeño, y por suerte, estaba con muy poca gente, por lo que el ambiente estaba bastante tranquilo, hasta que llegamos nosotras que terminamos siendo las ruidosas porque nos reíamos a cada tanto, conversando y recordando cosas.
Fue tal el nivel de abstracción en la conversación y el café, que ni me percaté que tenían la clave del wifi a disposición, ya que estaba pendiente del teléfono más por ver la hora para volver con tiempo por mi niño que estaba en la escuela, que por mandar o recibir llamadas. El tema de las fotos fue solo a la llegada y luego a la despedida.
El chocolate no sé si era para hacer un submarino con el café (meterlo en el café caliente para que se derritiera) pero me sirvió de compañía en el trayecto de regreso a casa, además que debía comerlo antes de llegar para que mis hijos no preguntaran por qué llevé solo uno, si ellos son dos. Por más que les hable de la historia de Salomón, dividir a la mitad es un caos en casa, pues hasta sacan una regla para medir.
Fue una tarde muy especial, en la que no solo recargué las energías sino que también complací un antojo, llevé un dulcito para el camino, y compartí con una antes alumna y ahora amiga que viene de mi país. Qué más podía pedir?
Foto/Photo by: @mamaemigrante
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
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Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
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