One of the things I have always liked is to see toys, even if I don't intend to buy them. Perhaps it's because in my childhood the variety was scarce compared to today, although if my mother read this, she would surely tell me that when she was a girl, dolls were made of cloth and were made by my grandmother.
I played with dolls until I was 12 years old or a little older, and then I dreamed of having girls to buy them the dolls I didn't have, or to play with them, as I didn't have sisters or close cousins. But life sent me two little boys, and with them I continued the tradition of some games I shared with my cousins.
Going to the toy store with my older son (when he was still young) was quite an adventure, especially because he wanted everything and if I had had the money, I would have bought it for him. So we only visited these stores during the Christmas season, looking to see what he liked and also so that he could have ideas of what to ask for from Baby Jesus.
It worked very well with him, but with the second child, the dynamic has been different, as his preferences lean more towards electronic devices, or items for painting or creating with his hands like clay and now he wants slime.
A couple of afternoons, when we went to pick up his brother from school, we were able to stop by a department store to check out some things he wanted to buy for the house, but it was inevitable that he didn't want to see the toy area, so I indulged him as we had enough time.
My inner child was tempted by this sewing machine, as it reminded me of one I had in my childhood, and that actually sewed. Being the daughter of a seamstress, being able to emulate her and make clothes for my dolls back then was truly wonderful.
This little kitchen also brought back lovely memories of my tin cooking sets, and a huge kitchen that I was gifted at one of my dad's jobs. I could spend hours playing Master Chef, cooking steaks made of clay in the honey candy liquid that I pretended was oil. Ah! If you didn't notice, I have an excellent memory!!
But my son brought me back to the present, and we went to see things that might interest him. While I got distracted with the dinosaurs, he kept looking on his own. This made me think that at his 9 years, his tastes were starting to change, so perhaps he would leave with some frustration.
Since he watches a lot of Minecraft videos, I pointed out the tools from the game and his response was, "What am I going to do with that?" I felt a bit useless...
In the end, he only liked a small pot of glow-in-the-dark slime, but he left the place quite frustrated. I had to talk to him about it on the way back home, as we had gone to that place without the intention of buying anything. Besides it not being a toy store per se, and also that he should prioritize the things he desires, and not rush into making a decision just to consume something, or because he saw someone else with it.
It was an afternoon of learning for him, and for me the opportunity to teach him something about managing his emotions. I don't know if I succeeded, but when we got home he forgot his anger, wrote his letter to Baby Jesus and asked for a snack. He's still a child, and for me, that is already a sufficient gift, besides also allowing me to reminisce about my own childhood.
Una de las cosas que siempre me ha gustado es ver juguetes, así no vaya con la intención de comprarlos. Quizás sea porque en mi infancia la oferta era poca en comparación con la actual, aunque si mi madre leyera esto, de seguro me diría que cuando ella era niña, las muñecas eran de tela y se las hacía mi abuela.
Jugué con muñecas hasta los 12 años o un poco más, y ya luego, soñaba con tener niñas para comprarle las muñecas que yo no tuve, o jugar con ellas, puesto que no tuve ni hermanas ni primas cercanas. Pero la vida me mandó dos varoncitos, y con ellos seguí la tradición de algunos juegos que compartía con mis primos.
Ir con mi hijo mayor (cuando estaba aún pequeño) a la juguetería era toda una odisea, sobre todo porque él quería todo y yo de haber tenido el dinero, se lo hubiera comprado. Así que pasábamos por estas tiendas solo en época navideña, buscando saber qué cosas le gustaban y también para que él tuviera ideas de qué pedirle al niño Jesús.
Nos funcionaba muy bien con él, pero con el segundo niño realmente la dinámica ha sido distinta, ya que sus gustos van más hacia los aparatos electrónicos, o elementos que le sirvan para pintar o crear con las manos como la plastilina y ahora quiere es slime.
Hace un par de tardes, que fuimos por su hermano al instituto, pudimos pasar a revisar en una tienda por departamentos algunas cosas que quisiera comprar para la casa, pero fue inevitable que no quisiera ver el área de juguetería, por lo que lo complací ya que estábamos con tiempo suficiente.
Mi niña interior se antojó de esta máquina de coser, pues me recordó a una que tuve en mi infancia, y que realmente cosía. Siendo mi madre costurera, poder emularla y hacer la ropa de mis muñecas en ese entonces, fue realmente maravilloso.
Esta cocinita también me trajo lindos recuerdos, de mis baterias de cocina en peltre, y una enorme cocina que me regalaron en uno de los trabajos de papá. Podía pasar horas haciéndome la master chef, cocinando bistecks hechos de plastilina en el líquido de caramelos de miel que fingía que era aceite. Ah! si no lo notaron, tengo una excelente memoria!!
Pero mi hijo me trajo al presente, y nos fuimos a ver cosas que pudieran interesarle a él. Mientras yo me distraje con los dinosaurios, él seguía buscando por su cuenta. Esto me hizo pensar que ya con sus 9 años, empezaron a cambiar sus gustos, así que quizás saldría con algo de frustración.
Cómo él ve muchos videos de Minecraft, le señalé las herramientas propias del juego y su respuesta fue "¿y qué haré yo con eso?" Me sentí un poco inútil...
Al final solo le gustó un pequeño pote de slime fosforescente, pero salió bastante frustrado del lugar. Tuve que hablarle al respecto en el transcurso de vuelta a casa, ya que fuimos a ese lugar sin la intención de comprar. Además de no tratarse de una juguetería en sí, y también que él debe priorizar las cosas que desea, y no irse de bruces solo por consumir algo, o porque se lo vio a alguien más.
Fue una tarde de aprendizajes para él y para mi la posibilidad de enseñarle algo sobre el manejo de sus emociones. No sé si lo logré, pero llegando a casa olvidó el enfado, escribió su carta al niño Jesús y pidió merienda. Sigue siendo un niño todavía, y eso para mi, ya es suficiente regalo, además de también permitirme rememorar mi época de niña.
Foto/Photo by: @mamaemigrante
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
Tattooworld animated banner
Translated and formatted with Hive Translator by @noakmilo.
Posted Using InLeo Alpha