Según la normativa de la academia de lengua española, son dos palabras graves también llamadas paroxítonas, aunque esto no es muy conocido. Aquí las estoy utilizando para referirme a dos apellidos, uno complejo y otro sencillo, el último más un nombre que un apellido.
Y esta publicación de hoy 18 de diciembre, es en homenaje a los 2 años de la consagración de la selección argentina de fútbol en el mundial de Qatar, pero también a otras selecciones y a sus jugadores, que ya son parte de la historia y de la gloria eterna; en este caso en la figura de dos de sus integrantes que jamás fueron acaparadores de importantes titulares en la prensa, no fueron grandes figuras que descollaron en el fútbol internacional pero que si hicieron un importante aporte a ese segundo título conseguido en México en el año 1986.
Y la historia, en esos momentos caprichosos que suele encadenar personas y hechos en curiosos eventos que derivan en algo extraordinario, los unió para siempre.
José Luis Cuciuffo, el "Cuchu" como le decían sus compañeros, era un jugador de esos que algunos señalan como del montón, alguien que no destacaba especialmente y que fue arrastrado a la fama por una revista de humor gráfico que decidió hacer una campaña para que fuera convocado a la selección; lo mencionaban permanentemente, nunca supe el porqué, quizás fueran amigos y era la forma de hacerlo conocer, tal vez porque ese apellido sonaba extraño y desconocido, casi cómico. Lo cierto es que este cordobés de apellido raro y algo cómico fue efectivamente convocado a la selección nacional y jugó muy bien, principalmente en aquel recordado mundial.
Héctor Enrique, el del apellido fácil, un nombre más que un apellido; mediocampista central que tuvo su paso glorioso por River Plate y la selección nacional, ganó la copa del mundo con esta última y la Copa Libertadores y la Intercontinental con River, todo en el mismo año.
El 22 de junio de 1986, en el estadio Azteca, ambos jugadores entraron a la historia por una jugada que se creyó intrascendente, pero que derivó en un gol de antología, "el gol del siglo", que junto con "la mano de Dios" dieron forma al único encuentro en toda la historia de los mundiales con dos goles con nombres propios, tan famosos que cualquier persona con conocimientos de fútbol, en cualquier parte del mundo sabe de que se habla cuando se menciona a alguno de ellos.
Diez minutos del segundo tiempo, la selección inglesa ataca buscando el empate con más bronca y empuje que con fútbol, recibió un gol hecho con la mano que fue convalidado y ese estado de ánimo rayano con la exasperación los lleva a atacar, a presionar de cualquier manera. Glenn Hoddle, mediocampista del Tottenham Hotspur intenta un pase hacia un compañero entre la defensa argentina, Cuchu Cuciuffo corta la jugada y se la da a Enrique que inmediatamente asiste a Maradona quien en ese momento enloquece de fútbol, de habilidad, de destreza y rapidez para eludir a todo el que se le cruza por el camino, la magia desborda, el barrilete cósmico como le puso al genial jugador un conocido relator uruguayo, remonta vuelo hacia el infinito llenando de color el cielo mexicano. Diego Maradona convierte el gol que pasó a ser el mejor de todos en la historia de los mundiales de fútbol.
El de apellido difícil y el de apellido fácil hicieron su parte, pequeña, intrascendente, o casi.
José Luis Cuciuffo falleció trágicamente en un accidente de caza en el año 2004, Héctor Enrique dejó el fútbol en 1995 por una lesión de la cual no pudo recuperarse. Pocos días atrás lo vi en una fotografía junto a otros compañeros de aquella gesta de 1986. Está bien.
Homenaje a los campeones del mundo, actuales y de ayer, en las figuras del de apellido difícil y del de apellido fácil.
Easy and difficult
According to the Spanish language academy regulations, they are two grave words also called paroxytones, although this is not well known. Here I am using them to refer to two surnames, one complex and one simple, the latter more a name than a surname.
This publication today, December 18, is in homage to the 2 years of the consecration of the Argentine soccer team in the Qatar World Cup, but also to other teams and their players, who are already part of history and eternal glory; in this case in the figure of two of its members who were never the monopolizers of important headlines in the press, they were not great figures who stood out in international soccer but who did make an important contribution to that second title achieved in Mexico in 1986.
History united them forever in those capricious moments that usually chain people and facts in curious events that lead to something extraordinary.
José Luis Cuciuffo, "Cuchu" as his teammates called him, was one of those players that some point out as ordinary, someone who did not stand out especially and who was dragged to fame by a comic magazine that decided to run a campaign to have him called up to the national team; they mentioned him constantly, I never knew why, maybe they were friends and it was the way to make him known, maybe because that last name sounded strange and unknown, almost comical. The truth is that this Cordoban with a peculiar and somewhat comical last name was indeed called up to the national team and played very well, mainly in that memorable World Cup.
Héctor Enrique, the one with the easy last name, a name more than a last name; a central midfielder who had a glorious time with River Plate and the national team, won the World Cup with the latter and the Copa Libertadores and the Intercontinental Cup with River, all in the same year.
On June 22, 1986, at the Azteca stadium, both players made history for a play that was thought to be inconsequential, but which resulted in an anthology goal, "the goal of the century," which together with "the hand of God" shaped the only match in the entire history of the World Cup with two goals with proper names, so famous that anyone with knowledge of football, anywhere in the world knows what is being talked about when one of them is mentioned.
Ten minutes into the second half, the English team attacked looking for the tie with more anger and drive than football, they received a goal scored with the hand that was validated and this state of mind bordering on exasperation led them to attack, to press in any way. Glenn Hoddle, a Tottenham Hotspur midfielder, tries to pass to a teammate in the Argentine defense, Cuchu Cuciuffo cuts off the play and gives it to Enrique who immediately assists Maradona who at that moment goes crazy with football, skill, dexterity, and speed to avoid everyone who crosses his path, magic overflows, the cosmic kite, as a well-known Uruguayan commentator called the brilliant player, takes flight towards infinity filling the Mexican sky with color. Diego Maradona scored the goal that became the best of all in the history of the soccer World Cups.
The one with the difficult surname and the one with the easy surname played their part, small, inconsequential, or almost.
José Luis Cuciuffo died tragically in a hunting accident in 2004, Héctor Enrique left football in 1995 due to an injury from which he could not recover. A few days ago I saw him in a photograph with other teammates from that 1986 feat. It's good.
A tribute to the world champions, current and past, in the figures of those with difficult surnames and those with easy surnames.
Héctor Gugliermo
@hosgug