El título de este artículo rememora la película protagonizada por Kevin Costner y la recordada Kelly Preston, el film no fue un éxito de taquilla, aunque seguramente muchos seguidores del beisbol la han visto y les ha gustado. Yo entre ellos.
Ciertamente se refiere al deporte y los sacrificios de un lanzador para lograr el éxito, también toca el espinoso tema del retiro y por supuesto el amor.
Pero hasta allí va la similitud con lo que quiero expresar en este momento.
Los aficionados, aquellos que solo ven el deporte con ilusión y esperanza, en ocasiones con frustración y resignación pero siempre con pasión, con amor por la camiseta que los representa, son el objetivo que persigo ahora mismo.
El amor por un equipo deportivo no entiende de razones, sigue a su corazón sin reparar en circunstancias, en beneficios, en favores o injusticias. En parte, es similar a lo que ocurre con aquellos que tienen una compulsión por los juegos de azar, en lo profundo de su ser saben que no es bueno, que nunca termina bien, pero una fuerza interior irrefrenable los lleva a continuar.
Los simpatizantes de los deportes de alta competencia también tienen algo de compulsión que va más allá del razonamiento, pero no lo hacen con maldad, en general, tienen antiparras para ver solo lo que les importa, el objetivo es triunfar a cualquier costo. Por supuesto no son todos los aficionados así, aunque si una buena parte.
Yo por ejemplo soy simpatizante de un equipo de fútbol cuya última conquista se remonta a 1993, un torneo único llamado Centenario organizado por la AFA para conmemorar los 100 años de su fundación. Desde ese momento y hasta el presente, Gimnasia y Esgrima de La Plata solo logró un par de subcampeonatos y jugó la final de la Copa Argentina en 2018, por supuesto perdió ese partido. Nada bueno pero los fanáticos del Lobo Platense seguimos firmes, esperando que alguna vez el destino se acuerde de nosotros, ¿lo veré campeón? no sé cuánto tiempo me quede de vida, pero seguiré esperando. Sin embargo, no me obsesiono, la paciencia, la resignación, es algo que cultivamos los simpatizantes de equipos no ganadores. Y hablando de equipos menos agraciados en cuanto a títulos y honores, es algo que va de la mano con el poderío económico generalmente. No es casualidad.
Siempre digo que es más fácil ser hincha de un equipo grande, tienen títulos, dinero, los mejores jugadores, la hinchada más numerosa, hay que ser un poco kamikaze para aguantar las chanzas de los ganadores cuando nuestro equipo favorito no para de perder.
Pero todo se soporta por amor al juego, y a la camiseta que elegimos.
No es lo mismo con respecto a la selección nacional, ahí los que tienen la suerte de pertenecer a un país donde el deporte favorito se da bien, perfecto, aquellos que no tienen la suerte de ser favorecidos naturalmente con los beneficios de un juego bien definido y ganador, solo les cabe aguantar y esperar a que el tiempo cambie, generalmente en base a sacrificio y aprendizaje, lo que natura no les dio.
Por suerte hay alguna especie de compensación y donde quizás el fútbol, para poner un ejemplo, no se da bien, tienen algún otro o algunos otros deportes donde sobresalen.
Y también están aquellos países donde ningún deporte sobresale a nivel internacional, pero tienen un mercado interno que les permite poseer deportes locales muy fuertes. Solucionado el tema, el aficionado contento.
Volvemos al principio. Todos los deportes de alta competencia se soportan en el amor por el juego que los aficionados tienen. Es su mayor fortaleza y también, paradójicamente, su gran debilidad. Como algunos de los grandes imperios de la humanidad, crecieron y se convirtieron en poderosos e inmortales, hasta que la gente que los soportaba dejó de apoyar y la inmortalidad dejó paso a la muerte más terrible, la de la indiferencia y el olvido. El amor da todo, pero si se lo quita, no queda nada.
Por ahora, los deportes son una de las máximas atracciones de la humanidad y seguirán siéndolo por mucho tiempo, siempre que no decepcionen a su majestad, el público que los ama.
For love of the game
The title of this article recalls the film starring Kevin Costner and the late Kelly Preston. The film was not a box office success, although many baseball fans have surely seen it and liked it. I am one of them.
It certainly refers to the sport and the sacrifices of a pitcher to achieve success, it also touches on the thorny issue of retirement and of course love.
But that is where the similarity with what I want to express at this moment ends.
Fans, those who only see sport with excitement and hope, sometimes with frustration and resignation but always with passion, with love for the jersey that represents them, are the objective that I am pursuing right now.
Love for a sports team does not understand reasons, it follows its heart without paying attention to circumstances, benefits, favours or injustices. In part, it is similar to what happens to those who have a compulsion for gambling, deep inside they know that it is not good, and that it never ends well, but an unstoppable inner force drives them to continue.
Fans of high-level sports also have a certain compulsion that goes beyond reasoning, but they don't do it with malice. In general, they wear blinders to see only what matters to them, the goal is to succeed at any cost. Of course, not all fans are like that, although a good part is.
For example, I am a fan of a soccer team whose last conquest dates back to 1993, a unique tournament called Centenario organized by the AFA to commemorate the 100 years of its foundation. From that moment until now, Gimnasia y Esgrima de La Plata only achieved a couple of runner-up positions and played the final of the Argentine Cup in 2018, of course losing that match. Nothing good, but the fans of Lobo Platense remain firm, hoping that one day fate will remember us. Will I see them champion? I don't know how much time I have left to live, but I will keep waiting. However, I am not obsessed, patience, and resignation, are something that we fans of non-winning teams cultivate. And speaking of teams less fortunate in terms of titles and honours, it is something that generally goes hand in hand with economic power. It is not a coincidence.
I always say that it is easier to be a fan of a big team, they have titles, money, the best players, and the largest fan base, you have to be a bit of a kamikaze to put up with the jokes of the winners when our favourite team keeps losing.
But everything is endured for the love of the game, and the shirt we choose.
It is not the same concerning the national team, some are lucky enough to belong to a country where their favourite sport is well played and perfect, and those who are not lucky enough to be naturally favoured with the benefits of a well-defined and winning game, can only endure and wait for time to change, generally based on sacrifice and learning, which nature did not give them.
Luckily there is some kind of compensation and where perhaps football, to give an example, does not do well, they have one or more other sports where they excel.
And then there are those countries where no sport stands out internationally, but they have an internal market that allows them to have extreme local sports. Once the issue is resolved, the fan is happy.
We return to the beginning. All highly competitive sports are supported by the fans' love for the game. It is their greatest strength and also, paradoxically, their greatest weakness. Like some of humanity's great empires, they grew and became powerful and immortal until the people who supported them stopped supporting them, and immortality gave way to the most terrible death, that of indifference and oblivion. Love gives everything, but if it is taken away, nothing remains.
For now, sports are one of humanity's greatest attractions and will continue to be so for a long time, as long as you do not disappoint their majesty, the public that loves them.
Héctor Gugliermo
@hosgug