Señora Dora
Uno en la vida va conociendo personas, que de alguna manera se quedan en nuestro núcleo social para siempre.
Hace muchos años, en una jornada laboral asistí a otro municipio de la localidad donde yo vivía, se dio la oportunidad de ir a almorzar en casa de una señora llamada Dora Meza. Desde que llegamos a la casa de Dora parecía un pequeño museo, tenía pequeñas cosas que identificaba al municipio, cosas antiguas, cientos de libros y revistas. Se llegó el momento de almorzar y nos ha preparado las albóndigas más ricas que yo me haya comido antes, nunca más volví a comer unas albóndigas como esas. Eran albóndigas rellenas con queso y a la carne le coloco trozos de aceitunas, yo en el momento de probar quede extrañada con la mezcla de sabores, pero al pasar algunos segundos me di cuenta de que esas tres albóndigas que me sirvieron no serían suficientes para mi paladar jajaja era una divinura.
Pasan los días y siempre que íbamos al municipio ella se ofrecía en brindarnos su casa y sus servicios, y en varias ocasiones nos ofreció hasta hospedaje, era una señora muy servicial, al igual que su esposo.
Una vez cuando ya tenía un poco más de confianza me contaba la historia de cómo había conocido a su esposo. Era muy curioso escucharla porque siempre que tenía la oportunidad me contaba la misma historia (no recordaba que antes ya me lo había contado). La magia que ella le ponía a esa historia era que desde muy joven ella conoció al señor y se hicieron novios en una zapatería que ella trabajaba, luego se casaron y ese era el único hombre que ella pudo conocer en toda su vida, ella decía que era el único que había tenido en su corazón.
Era una gran consejera, a todo le tenía un sentido y una razón der ser, gran amiga, compartíamos algo en particular, que nos gustaban las tortas y los dulces caseros.
50 años de casados pudieron celebrar en febrero del año pasado y lamentablemente en octubre Dora muere.
Fue una perdida muy triste, agradezco a Dios y a la vida haberla conocido.