Cada mañana, Rosalía tenía una rutina luego de despertar. Tomaba su bicicleta para ir a la panadería a buscar el pan recién horneado, luego por el mercado de frutas y terminaba en la pollería para comprar lo que cocinaría de almuerzo.
Rosalía era muy querida por todos los que la veían pasar, manejando con destreza su bicicleta, sobre todo porque más de uno se impresionaba de ver a una señora de 76 años hacer los mandados en las mañanas y luego pasear por las tardes usando la bicicleta verde que había dejado su hijo luego de mudarse con su esposa, a la cual le colocó una cesta improvisada en la parte trasera, donde guardaba sus compras.
Una tarde, justo cuando salía para sus rondas en bicicleta, hizo que un chico que venía corriendo chocara con la rueda delantera mientras salía del edificio, por lo cual se cayó y de inmediato, dos policías llegaron hasta él para apresarlo. Se trataba de un ratero que había robado en el supermercado de la esquina y por casualidad fue pillado por una patrulla que pasaba en ese momento.
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Luego de agradecerle su cooperación, los policías se lo llevaron, mientras el joven, que no tenía más de 20 años, gritaba improperios a Rosalía.
"Maldita vieja! Me las vas a pagar!"
Ella, no salía de su asombro, pues involuntariamente se había convertido en la heroína del día, todo por salir a dar su acostumbrado paseo y sacar la bicicleta sin antes mirar a los lados. Capaz el destino le tenía esa sorpresa, pues luego de volver de su paseo, la prensa la esperaba con la intención de entrevistarla por su hazaña.
Inclusive su hijo apareció por esos días de vuelta a casa, cosa que no solo le alegró el alma, sino que la hizo reconciliarse con los recuerdos de los días que vivía con ella. Ese día él le hizo el almuerzo y hasta se quedó para el café de la tarde.
Ya cuando era la hora acostumbrada de salir a pasear, Ignacio le pidió a su madre que por esa vez no saliera, y aunque su emoción por tenerlo en casa era enorme, Rosalía hizo caso omiso a las palabras de su hijo, pues desde su partida se prometió no dejar de hacer lo que quisiera, solo por complacer a los demás: primero con su familia, luego con su marido y al final con su hijo, y todos esos años, ella siempre quedaba de última, ahora las prioridades habían cambiado.
Así que tomó su bicicleta y se despidió de su hijo, que viendo la negativa de su madre en quedarse, decidió aprovechar para irse también a su casa, prometiéndole volver a venir con más frecuencia… ah… siempre ha dicho eso y no cumple, pensó Rosalía.
Caía la noche, y Doncella, la gatita amarilla de Rosalía maullaba de manera extraña, su vecina nunca la había escuchado hacer así, por lo que decidió tocar la puerta de casa, pero nadie abrió. Pensó que quizás se había ido con Ignacio, ya que los vio bajar juntos, pero los llantos de la gata no la dejaron dormir ni a ella, ni al resto de los vecinos.
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Al día siguiente, decidieron llamar a Ignacio, ya que la gata seguía maullando con desespero, y al preguntarle por Rosalía, la tensión empezó en los dos lados del teléfono. Ella no se había ido con él y al parecer tampoco estaba en casa. A la hora Ignacio llegaba con su juego de llaves a revisar el departamento, pero estaba vacío. Doncella caminaba entre las piernas de él con desesperación y por ello fue a darle alimento, pero ella no comía, solo seguía maullando y rondando a Ignacio.
De inmediato dio parte a la policía, quienes dijeron que luego de 72 horas era que procedía la denuncia, haciendo más desesperante la situación, ya que con 76 años ella no estaría pensando en huir de casa o hacer alguna otra actividad sin notificar. Algo había pasado con ella!
Fue a los hospitales, al supermercado, al frutero y la pollería, pero nadie la había visto.
Él no conocía la ruta que hacía por las tardes, así que fue preguntando por los comercios aledaños, pues quizás la vieron pasar. Todo era infructuoso, hasta que unos señores que acostumbraban a jugar dominó en una esquina le dijeron hacia donde ella solía ir con su bicicleta.
Haciendo el recorrido a pie, logró ver a lo lejos la bicicleta verde que le había dado su papá cuando cumplió 12 años. Estaba recostada de la pared cerca de un callejón, pero Rosalía no estaba por ahí. Preguntó si la habían visto, pero nadie la conocía por su nombre, y aunque la describía, pues todos pedían una foto para hacerlo más fácil, solo que Ignacio tenía en su teléfono fotos de su mujer, sus hijos y su amante, de su madre no tenía ni una siendo joven.
Se sentía culpable por ello, por todos los años de dejarla sola, por no responder sus llamadas, y más aún por no encontrarla en este momento. Algo lo llevó a revisar el callejón, que realmente no era tan profundo, y lo que encontró fue peor de lo que esperaba…
Ver a su madre con un tiro de gracia, siendo comida por los gatos callejeros que acostumbraba alimentar, no era el final que había imaginado para Rosalía. Una bolsita con croquetas para gatos, lo hizo pensar que acostumbraba ir a alimentarlos.
La policía se hizo presente, acordonó el lugar y los forenses hicieron lo suyo… Pasaban los días y mientras Ignacio se reponía del shock y asumía los preparativos del funeral, de dar a Doncella en adopción y demás trámites legales, algunos vecinos empezaron a decir que veían a Rosalía pasar en su bicicleta verde por la avenida, justo antes de que saliera el sol cada mañana.
English
Every morning, Rosalía had a routine after waking up. She would take her bicycle to go to the bakery to get freshly baked bread, then to the fruit market, and finish at the poultry shop to buy what she would cook for lunch.
Rosalía was very beloved by everyone who saw her passing by, skillfully riding her bicycle, especially because more than one person was impressed to see a 76-year-old lady running errands in the mornings and then riding around in the afternoons using the green bicycle that her son had left after moving out with his wife. He had attached an improvised basket to the back where she stored her purchases.
One afternoon, just as she was leaving for her bicycle rounds, she inadvertently caused a boy who was running to collide with the front wheel as she was exiting the building. He fell down, and immediately two police officers arrived to apprehend him. He was a thief who had robbed the corner supermarket and was caught by chance by a passing patrol.
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After thanking her for her cooperation, the officers took him away, while the young man, who was no more than 20 years old, shouted insults at Rosalía.
"Crazy old lady! You'll pay for this!"
She was in shock, as she had unwittingly become the hero of the day just by going out for her usual stroll and taking out her bicycle without looking both ways. Perhaps destiny had that surprise in store for her, because upon returning from her walk, the press was waiting to interview her about her feat.
Even her son showed up those days back home, which not only lifted her spirits but also reconciled her with memories of the days they lived together. That day he made her lunch and even stayed for the afternoon coffee.
When it was the usual time to go for a walk, Ignacio asked his mother not to go out that time. Although her excitement at having him home was huge, Rosalía ignored her son's words, as since his departure she had promised herself not to stop doing what she wanted just to please others: first her family, then her husband, and finally her son. And all those years, she always came last. Now the priorities had changed.
So she took her bicycle and bid farewell to her son, who, seeing his mother's refusal to stay, decided to take the opportunity to go to his own house, promising to come back more frequently... ah... he's always said that and never followed through, thought Rosalía.
Night fell, and Doncella, Rosalía's yellow cat, was meowing in a strange way. Her neighbor had never heard her like that before, so she decided to knock on her door, but no one answered. She thought maybe she had gone with Ignacio since she saw them leave together, but the cat's cries didn't let her or the rest of the neighbors sleep.
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The next day, they decided to call Ignacio, as the cat kept meowing desperately, and when asked about Rosalía, tension began on both ends of the phone. She hadn't gone with him, and apparently she wasn't at home either. At the hour Ignacio arrived with his set of keys to check the apartment, it was empty. Doncella was walking between his legs with desperation, so he went to feed her, but she wouldn't eat, just kept meowing and circling around Ignacio.
Immediately, he contacted the police, who said that it was after 72 hours that a report could be made, making the situation even more desperate, as at 76 years old, she wouldn't be thinking of running away from home or doing any other activity without notifying anyone. Something had happened to her!
He went to hospitals, the supermarket, the fruit shop, and the poultry shop, but no one had seen her.
He did not know the route she took in the afternoons, so he went asking around the nearby shops, as they might have seen her pass by. Everything was fruitless, until some men who used to play dominoes on a corner told him where she used to go with her bicycle.
Walking the route, he managed to see in the distance the green bicycle that her father had given her when she turned 12. It was leaning against the wall near an alley, but Rosalía was not around. He asked if they had seen her, but no one knew her by name, and although he described her, everyone asked for a photo to make it easier, but Ignacio only had photos of his wife, his kids, and his lover on his phone, not a single one of his mother when she was young.
He felt guilty about it, about all those years of leaving her alone, not answering her calls, and even more for not finding her at that moment. Something led him to check the alley, which was not really so deep, and what he found was worse than he had expected...
Seeing his mother with a gunshot wound, being eaten by the stray cats she used to feed, was not the ending he had imagined for Rosalía. A small bag of cat kibble made him think she used to come to feed them.
The police arrived, cordoned off the area, and the forensics did their job... Days went by and while Ignacio recovered from the shock and took care of the funeral arrangements, giving Doncella up for adoption and other legal procedures, some neighbors started to say they saw Rosalía riding her green bicycle down the avenue, just before sunrise each morning.
Foto/Photo by: Screenshot from MabelAmber
Edición/Edited by @mamaemigrante using canva
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