Advertencias: el texto contiene lenguaje obsceno e insultos. La versión original es en español. Fue traducido al inglés con Deepl. La traducción literaria es compleja y, por eso, en este caso intenta ser solo una guía para la lectura. Tuve dificultades para traducir ciertas palabras del habla cotidiana del lugar donde vivo. No creo que haya podido reproducir el tono y los matices de la conversación, ya que mis conocimientos del inglés no son suficientes. Espero que, de todos modos, lo disfruten.
Warnings: the text contains obscene language and insults. The original version is in Spanish. It was translated into English with Deepl. Literary translation is complex and, therefore, in this case it is intended only as a guide for reading. I had difficulty translating certain words from the everyday speech of the place where I live. I don't think I was able to reproduce the tone and nuances of the conversation, as my knowledge of English is not sufficient. I hope you enjoy it anyway.
[Español]
Las vacas
Clavó los frenos.
—¡La puta madre!
Una vaca. A menos de dos metros. En medio de la noche. Mirando plácidamente el auto. Maldita vaca.
Miró a Felicitas y se dio cuenta de que había gritado. No miraba a la vaca con placidez. Tenía una mueca de horror.
—¡Boludo, casi me matás del susto!
Maldita Felicitas. Siempre responsabilizándolo de todo. Hasta de las cosas más absurdas. Pablo se reclinó en el asiento.
—¿Yo? Hay una vaca.
—¿Ah? Sí. ¿Dónde? —se burló Feli.
—¿Y qué querés que haga? No hay lugar para pasar. Frené.
—Ya sé que frenaste. Casi me doy contra el vidrio.
—Usá el cinturón.
—¿El cinturón en este camino de mierda que elegiste? Te dije que fuéramos por la ruta y vos te querés hacer el explorador y sos un pelotudo.
—Es más corto por acá y hay menos autos.
—No hay menos autos. ¡No hay autos! No hay ni una puta alma. Hay tierra y plantas secas, y una vaca de mierda que nos mira.
No podía decir que no fuera cierto. Era un camino rural en la noche, como cualquier otro, indiferente. El polvo levantándose, las huellas de las camionetas y los tractores. Había que ir despacio y por el medio para evitar las cunetas. Y luego algunas plantas secas, de tanto no llover, y más allá el campo, presumiéndose, porque ver, no se veía nada. Y una vaca, claro, una maldita vaca parada frente al auto.
—Me pareció que era una buena idea.
—Claro, genio, qué buena idea —Feli aplaudió simbólicamente—. ¿Y ahora cómo vamos a salir de acá?
—Esperamos a que la vaca se corra.
—¿Y mientras contamos historias de terror, dale? ¿O prendemos velas y tenemos una cena romántica?
—Ok, ¿y qué querés que haga?
—No sé, boludo, bajate y correla.
Pablo se pasó la mano por la cara y se rascó un poco la barba. Bajate y correla, la puta madre. Boludo. Eso sí, era un boludo. Y no sabía correr una vaca. Séptimo piso por ascensor. Departamento céntrico. Sin vacas en los pasillos.
Destrabó las puertas y bajó del auto. Esperaba un silencio absoluto. Pero hay tantos ruidos que son parte de eso que llamamos silencio: los grillos chirriando, los pastos secos moviéndose al viento. Incluso los chillidos de los teros eran parte del silencio. Se acercó a la vaca de frente, porque tenía la idea de que los animales pegan patadas hacia atrás. Cocear, decía el diccionario; lo había leído. La miró con respeto. Señora vaca, quería decirle, ¿me podría hacer el favor de correrse? Pero sentía la mirada de Feli azotándolo como el viento del sur. O del norte. No sabía de vientos. Séptimo piso, al pulmón. La vaca lo miró. Y tendrás la calma, pensó, una blanca, blanca calma. Acercó su mano con cuidado hasta la cabeza de la vaca y la acarició. Mugió. Pensó que habían, de algún modo, conectado. Pero era un boludo. La vaca no se movía. Miro hacia el auto. Feli se tapaba la cara con las manos. Decepcionada, si es que todavía cabía lugar para la decepción. Volvió al auto y cerro la puerta.
—Ah, sos un boludo. Te hiciste amigo de la vaca ahora. Capaz si te la garchás, se corre.
Pablo la miró, pero no dijo nada. No sabía qué decir. Todas sus respuestas habían desaparecido, golpeadas una y otra vez. Las letras sueltas en el piso. No sabía cómo unirlas. De pronto, Feli le pegó una piña, de costado, al volante. Sonó la bocina, cortita, ahogada. La vaca mugió sin moverse. Pablo tocó la bocina varias veces más. Entonces vio que allí donde la luz del auto terminaba asomaban dos cabezas de vaca más.
—Estás llamando a las vacas. La concha de la lora.
—Vos tocaste primero.
—La concha de la lora.
Esta vez Feli le pegó una piña a la puerta. Frente al auto se veían ahora al menos cinco vacas.
—Vamos marcha atrás —dijo Feli.
—Pero no vamos a llegar más a la peña si retomo.
—Me chupa un huevo tu puta peña. Tus gauchos, esa música del orto, me chupa un huevo.
Pablo puso marcha atrás. Avanzó medio metro y frenó. Feli se dio vuelta.
—No te lo puedo creer. Estamos rodeados de vacas. Qué vacas de mierda.
—Ya se van a ir.
—Siempre lo mismo. Cada vez que vamos de vacaciones es lo mismo. No sé para qué acepto. Me hubiera quedado tomando sol en la terraza. Pero no, la aventura y la puta que te parió. El año pasado me hiciste subir a ese crucero de mierda y me la pasé vomitando. Todo el puto viaje arrodillada al lado del inodoro, con olor a meo, porque meas para cualquier lado, vomitando un líquido amarillo. ¿Y vos qué? De fiesta ahí arriba. ¿Estás bien, mi amor? Y te ibas. Y yo mientras en el baño. Te ibas con esa francesa, ¿no? Decime —Pablo negó con la cabeza—. ¿Te cogiste a la francesa? —Pablo respiró profundo— ¿Te la cogiste? —Pablo hizo un gesto de reprobación con la boca—. Forro. Sos un forro de mierda.
—Basta, Feli.
—Claro, basta, no te conviene, ¿no? ¿Te pensás que no sé lo que hacés?
Pablo la miró y levantó las cejas.
—Con tus compañeritas de trabajo. ¡Ay, Pabli, me ayudás con esto! La tetona esa de mierda. No sé cómo te gusta esa tetona fea. ¡Ay, Pabli, vamos a comprar comida! Y vos vas ahí atrás y la forra esa moviendo el culo gordo que tiene. No sé cómo te gusta esa mina.
—No me gusta.
—¿Te pensás que no me doy cuenta de cómo la mirás? ¿Cómo te querés hundir en esas tetas?
—Basta, Feli.
—Basta las pelotas, Pablo, basta las pelotas. ¿Por qué no te vas con esa mina? Cogetela si querés. Bah, seguro que ya te la cogiste, ¿no? Y a la otra tarada, la pelirroja esa que no sabe ni hablar. —Pablo quiso acariciarla—. No me toqués, pelotudo. ¡Hacé algo con las vacas!
—¿Qué querés que haga?
—No sé, Pablo, por una puta vez hacé algo en tu vida.
Pablo se echó hacia atrás en el asiento. Las vacas seguían en el camino, mirándolos.
—¿No me vas a decir? —preguntó Feli.
—¿Qué?
—¿Te cogiste a la tetona?
—¿Vas a seguir con eso?
—¿Ves que no me decís nada? Decimelo.
—No me cogí a nadie.
—Ni siquiera me mirás a los ojos. Mirame a los ojos. ¿Te cogiste a la tetona?
—No, Feli —dijo Pablo mirándola a los ojos.
—Estás mintiendo. Sos un forro mentiroso. Siempre me cagaste. ¿Con quién me estás cagando ahora? ¿Con la vecina?
—¿Qué vecina?
—No te hagas el boludo. Sabés qué vecina.
—No, no sé.
—La del noveno. La que baja las escaleras con la calcita metida en el culo. Te encanta esa, ¿no? Flaquita, mostrando el ombligo. No soy boluda. Yo veo cómo te saluda.
—Podemos concentrarnos en las vacas, Feli.
—Sí, claro, concentrémonos. ¿Querés que hagamos yoga? Nos paramos ahí al costado y hacemos la postura del árbol. O hacemos el loto en el capó y mugimos mantras.
—¿Y que querés hacer?
—Me quiero ir, Pablo. Quiero estar en mi casa, no en este puto campo lleno de bichos. Quiero estar en mi cama y poner la tabletita para los mosquitos, y dormir y no despertarme pensando que una araña gigante me está caminando por la pierna.
—Bueno, si querés mañana nos volvemos.
—No, me quiero ir ahora, Pablo, voy a caminar entre las vacas, voy a llegar a la ruta y voy a hacer dedo para que me levante un camionero y me lleve a casa.
—Bueno, sí, dale, andá.
—¿Te chupa un huevo, no? ¿Para que estás conmigo si te chupa un huevo? ¿Sabés qué? Destrabame la puerta.
—Dale, Feli.
—No, no, destrabame la puerta.
Pablo tocó un botón. Las puertas hicieron ruido. Feli se bajó. Miró hacia adelante y hacia atrás, evaluando el mejor camino. Entró al auto bruscamente y cerró la puerta.
—Viene alguien atrás —dijo asustada—. Trabá las puertas.
—¿Qué?
Pablo miró hacia atrás. Un hombre se acercaba con una linterna.
—No abras —le dijo Feli.
—Debe ser el dueño de las vacas, nos puede ayudar.
—No abras, nos van a matar.
—No pasa nada, estamos en el campo.
—¿Y? Nos van a matar y nos van a dejar ahí tirados para que nos coman los pájaros.
El hombre se paró junto al auto y golpeó la ventanilla de Pablo. Tenía una boina negra y una camisa con un pañuelo al cuello.
—No le abras.
Pablo bajó la ventanilla.
—Lo agarraron las vacas —dijo el hombre.
—Sí, no podemos pasar.
El hombre se inclinó un poco y miró fugazmente a Feli.
—¿Qué andan haciendo por acá? —preguntó.
—Íbamos a la peña de Ibarrola, y pensamos que por acá iba a ser más corto.
—Claro, sí, por acá sale derechito, don. Pero bueno, ahora lo agarraron las vacas.
—¿Y no las puede correr?
—Uh, no, no son mías, ¿vio? Se le han escapado a don Duilio. Pero don Duilio es medio sordo y debe de andar mamao a estas horas.
—¿Y dónde lo encontramos a don Duilio?
—No se preocupe, amigo, yo ahora le busco y le digo que otra vez andan las vacas por el camino, a ver si viene a sacarlas, el mamao.
—Bueno, se lo agradezco, muchísimas gracias.
El hombre cruzó el camino por la parte delantera del auto. Palmeó una vaca y le hizo un gesto con la cabeza a Feli. Tenía bombachas de gaucho y un cuchillo le colgaba de la cintura. Piso el alambrado para hacer un hueco y pasó hacia el otro lado. Apagó la linterna y desapareció en la oscuridad del campo. Feli estaba pálida. Un blanco, blanco terror.
—Vámonos de acá. No me gusta ese tipo.
—Feli, ahora van a venir y van a sacar a las vacas, y nos vamos.
—¿Por qué apagó la linterna?
—No sé, supongo que conoce el camino.
—No fue a ningún lado, está ahí mirándonos.
—Feli, no está ahí.
—¿Y cómo sabés? Apagó la linterna, Pablo. Mirá eso.
Feli agarró fuerte el brazo de Pablo. Dos puntos amarillos brillaban a un costado del camino.
—Debe ser algún animal, algún zorro.
—La puta madre, Pablo. Me quiero ir.
—No pasa nada.
—La puta madre. No se te mueve un pelo. ¿Qué es eso, Pablo? Ah, nada, un murciélago que me está mordiendo el brazo. Nada, solo una jauría de lobos. Uy, una horda de zombies. Nada. No te pasa nada. Te sacarías una puta selfie con la muerte.
—¿Y vos qué ganás con ponerte así? Estamos en el campo. Hay animales. Los ojos de los animales brillan en la noche. Un gaucho se puso en pedo y se le escaparon las vacas. Va a venir, las va a sacar y vamos a ir a la peña.
—Y bailamos una chacarera, ¿no? Comemos un chori. Compramos un número para la rifa del lechón. ¿Por qué no te vas bien a la mierda?
Pablo suspiró.
—Pensé que te gustaban las peñas.
—¿Posta? ¿Pensaste que me gustaban las peñas? ¿Cuándo mierda me viste en una peña? A veces pienso que recién nos conocimos. ¿No te acordás de la única vez que me llevaste a una peña? La puta madre, Pablo, me hiciste acordar. Me hiciste acordar otra vez de esa peña del orto.
—Feli...
—¿Te acordás que me fui porque me dolía la cabeza? No aguantaba más a esos gauchos bailando como boludos. ¿Y vos? ¿Me acompañaste? No, te quedaste bailando con la pajuerana esa de flequillito y alpargatas.
—Vos me pediste que me quedara.
—Ah, sos un tarado, no entendés nada. Claro, yo te pedí. Ahora es mi culpa. Te la serví en bandeja a la minita. Volviste como cuatro horas más tarde. Y yo en el hotel como una boluda con la cabeza que se me partía. ¿Te fuiste con la pajuerana esa?
—¿Qué?
—Te la cogiste, ¿no?
—Feli...
—Contestame, ¿te la cogiste o no? Mirá la cara que ponés. Sos un hijo de puta. Te cogiste a esa mina. No lo puedo creer —Feli empezó a llorar y a darle piñas a la puerta—. Te la cogiste, ¿no? Sos una mierda. ¿Y justo ahora me lo venís a decir?
—Yo no dije nada.
—¿Por qué me decís esto ahora? En este camino de mierda que une la nada con la reputísima nada. Sos un tremendo hijo de puta. La concha de la lora, ¿por qué me decís esto?
—Yo no...
—¡Cerrá la puta boca! No ponías esa cara ni con la francesa ni con la tetona ni con la del noveno. La puta madre, Pablo, ¿por qué me hacés esto?
—Ahí vienen —dijo Pablo.
Una luz se movía en el campo, cerca del auto. Vieron cómo se abría una tranquera. Estaba tan oscuro, que no se habían dado cuenta de que había una tranquera tan cerca. Feli lloraba, casi por inercia, pero ya no golpeaba la puerta.
—Es el mismo —dijo Feli—. No llamó a nadie. La puta madre, Pablo. Nos va a matar.
El hombre avanzaba hacia el auto con una escopeta en la mano. Pablo estaba petrificado. El hombre hizo un gesto de saludo con la cabeza. Se paró adelante del auto, de espaldas, levantó la escopeta y disparó al aire. Feli gritó. Pablo la agarró fuerte del antebrazo. Temblaba. Las vacas se movieron con lentitud. Otro disparo. Y otro. Las vacas caminaban ahora hacia la tranquera. El camino, por fin, estaba despejado. Puso el auto en marcha. Miró a Feli. Estaba pálida, inmóvil y ya no lloraba. Parecía estar muy lejos, rodeada por sus propios muros. El hombre se acercó a la puerta y Pablo bajó la ventanilla.
—Muchas gracias, amigo —le dijo.
—No hay de qué, don. Vaya a la peña nomás.
—Don Duilio no... —Pablo hizo unos gestos extraños con la mano. Quería decir que no sabía como seguir la frase.
—No, hasta mañana no se levanta el mamao ese.
Pablo asintió. Subió la ventanilla y arrancó despacio. No se podía andar muy rápido en esos caminos. Por el espejo, podía ver como el polvo envolvía al hombre. Feli se puso el cinturón de seguridad. Unos cuises, parados al costado del camino, se metieron entre los pastos secos cuando el auto se acercaba. Entonces, se escuchó un último disparo. Las vacas que estaban detrás del auto, pensaron. Y luego, un ruido de vidrios rotos. Y la sangre, bajando por el parabrisas.
[English]
The cows
He nailed on the brakes.
"Fucking hell!"
A cow. Less than two meters away. In the middle of the night. Looking placidly at the car. Damn cow.
He looked at Felicitas and realized she had screamed. She wasn't looking at the cow placidly. She was grimacing in horror.
"You idiot, you almost scared me to death!"
Damn Felicitas. Always blaming him for everything. Even for the most absurd things. Pablo leaned back in his seat.
"Me? There's a cow."
"Ah? Yes. Where?" Feli mocked.
"And what do you want me to do? There's no place to pass. I braked."
"I know you braked. I almost hit the glass."
"Wear your seat belt."
"The seat belt on this shitty road you chose? I told you to take the highway and you play the explorer and you're an asshole."
"It's shorter this way and there are fewer cars."
"There aren't fewer cars. There aren't any cars! There's not a fucking soul. There's dirt and dry plants, and a fucking cow staring at us."
He couldn't say it wasn't true. It was a country road at night, like any other, indifferent. The dust rising, the tracks of trucks and tractors. You had to go slowly and in the middle to avoid the ditches. And then some dry plants, not raining so much, and beyond the field, presumably, because you couldn't see anything. And a cow, of course, a damn cow standing in front of the car.
"I thought it was a good idea."
"Sure, genius, what a good idea," Feli clapped his hands symbolically. "And now how are we going to get out of here?"
"We wait for the cow to run."
"And while we tell horror stories? Or light candles and have a romantic dinner?"
"Ok, and what do you want me to do?"
"I don't know, asshole, get off and move it."
Pablo ran his hand over his face and scratched his beard. Get off and move it, dammit. Asshole. That's right, he was an asshole. And he didn't know how to move a cow. Seventh floor by elevator. Centrally located apartment. No cows in the corridors.
He unlocked the doors and got out of the car. He expected absolute silence. But there are so many noises that are part of that which we call silence: crickets chirping, dry grasses swaying in the wind. Even the shrieks of the teros were part of the silence. He approached the cow head-on, because he had the idea that animals kick backwards. Cocear, the dictionary said; he had read it. He looked at her with respect. Mrs. cow, he wanted to tell her, could you do me a favor and move over? But he felt Feli's gaze whipping him like the wind from the south. Or from the north. He didn't know about winds. Seventh floor to the light well. The cow looked at him. And you will have calm, he thought, a white, white calm. He reached his hand carefully up to the cow's head and stroked it. She mooed. He thought they had somehow connected. But he was a fool. The cow didn't move. He looked toward the car. Feli was covering her face with her hands. Disappointed, if there was still room for disappointment. He went back to the car and closed the door.
"Ah, you're a jerk. You've made friends with the cow now. Maybe if you fuck her, she'll move on."
Pablo looked at her, but said nothing. He didn't know what to say. All his answers were gone, struck again and again. The letters were loose on the floor. He didn't know how to put them together. Suddenly, Feli punched the steering wheel sideways. The horn sounded, short, muffled. The cow mooed without moving. Pablo honked the horn several more times. Then he saw that where the car's light ended, two more cows' heads appeared.
"You're calling the cows. Fucking shit."
"You knocked first."
"Fucking shit."
This time Feli punched the door. In front of the car there were now at least five cows.
"Let's go back," said Feli.
"But we're not going to get to the peña anymore if I go back."
"I don't give a shit about your fucking peña. Your gauchos, that fucking music, I don't give a shit."
Pablo put the car in reverse. He advanced half a meter and braked. Feli turned around.
"I can't believe it. We're surrounded by cows. What fucking cows."
"They will leave soon."
"It's always the same. Every time we go on vacation it's the same. I don't know why I accept. I would have stayed sunbathing on the terrace. But no, the adventure and the bitch that bore you. Last year you made me go on that shitty cruise and I spent the whole time puking. The whole fucking trip kneeling next to the toilet, smelling like piss, because you piss everywhere, throwing up a yellow liquid. And what about you? Party up there. Are you all right, my love? And you were leaving. And meanwhile I was in the bathroom. You were leaving with that French girl, weren't you? Tell me," Pablo shook his head "Did you fuck that French girl?" Pablo took a deep breath. "Did you fuck her?" Pablo made a gesture of reproach with his mouth. "You're a piece of shit. You're a shitty asshole."
"Enough, Feli."
"Of course, enough, it doesn't suit you, right? Do you think I don't know what you do?"
Pablo looked at her and raised his eyebrows.
"With your coworkers. Oh, Pabli, help me with this! That busty bitch. I don't know how you like that busty girl. Oh, Pabli, let's go buy some food! And you go back there and that busty bimbo is wiggling her fat ass! I don't know how you like that bitch."
"I don't like her."
"Do you think I don't notice how you look at her? How you want to sink into those tits?"
"Enough, Feli."
"Enough nothing, Pablo, enough nothing. Why don't you go with that girl? Fuck her if you want. Well, I'm sure you've already fucked her, haven't you? And the other idiot, the redhead who doesn't even know how to talk." Pablo wanted to caress her. "Don't touch me, asshole. Do something with the cows!"
"What do you want me to do?"
"I don't know, Pablo, for once fucking do something in your life."
Pablo leaned back in his seat. The cows were still on the road, looking at them.
"Aren't you going to tell me?" asked Feli.
"What?"
"Did you fuck the busty girl?"
"Are you going to go on with that?"
"Do you see that you won't tell me anything? Tell me."
"I didn't fuck anyone."
"You won't even look me in the eyes. Look me in the eyes. Look me in the eyes. Did you fuck the busty one?"
"No, Feli," said Pablo looking her in the eyes.
"You're lying. You're a lying asshole. You always cheated on me. Who are you cheating on me with now? With the neighbor?"
"What neighbor?"
"Don't play dumb. You know which neighbor."
"No, I don't."
"The one on the ninth floor. The one who comes down the stairs with her pants up her ass. You like that one, don't you? Skinny, showing her belly button. I'm not stupid. I see how she greets you."
"Let's concentrate on the cows, Feli."
"Yeah, sure, let's concentrate. Do you want us to do yoga? We stand there on the side and do the tree pose. Or we do the lotus on the hood and moo mantras."
"So what do you want to do?"
"I want to go, Pablo. I want to be in my house, not in this fucking field full of bugs. I want to be in my bed and I want to put the little mosquito tablet, and sleep and not wake up thinking that a giant spider is walking on my leg."
"Well, if you want, tomorrow we'll go back."
"No, I want to go now, Pablo, I'm going to walk among the cows, I'm going to get to the road and I'm going to hitchhike so that a truck driver picks me up and takes me home."
"Well, yes, go on, go on."
"You don't give a shit, do you? Why are you with me if you don't give a shit? You know what? Unlock the door."
"Come on, Feli."
"No, no, unlock the door."
Pablo touched a button. The doors rattled. Feli got out. She looked back and forth, assessing the best way. She got into the car abruptly and closed the door.
"Someone's coming in the back," she said, frightened. "Lock the doors."
"What?"
Pablo looked back. A man was approaching with a flashlight.
"Don't open the door," Feli told him.
"He must be the owner of the cows, he can help us."
"Don't open the door, they will kill us."
"It's all right, we are in the field."
"So what? They're going to kill us and leave us lying there for the birds to eat."
The man stood next to the car and knocked on Pablo's window. He was wearing a black beret and a shirt with a handkerchief around his neck.
"Don't open it."
Pablo rolled down the window.
"The cows got you," said the man.
"Yes, we can't pass."
The man leaned a little and looked fleetingly at Feli.
"What are you doing here?" he asked.
"We were going to Ibarrola's peña, and we thought it would be shorter this way."
"Of course, yes, this way is the right way, don. But well, now the cows have caught you."
"And you can't move them?"
"Uh, no, they're not mine, you see? They got away from don Duilio. But don Duilio is half deaf and must be drunk at this hour."
"And where do we find don Duilio?"
"Don't worry, my friend, I'll look for him now and tell him that the cows are on the road again, let's see if the drunkard will come and get them out."
"Well, I appreciate it, thank you very much."
The man crossed the road at the front of the car. He patted a cow and nodded to Feli. He had gaucho pants and a knife was hanging from his waist. He stepped over the wire fence to make a hole and stepped through to the other side. He turned off the flashlight and disappeared into the darkness of the field. Feli was pale. A white, white terror.
"Let's get out of here. I don't like that guy."
"Feli, now they're going to come and take the cows out, and we're leaving."
"Why did he turn off the flashlight?"
"I don't know, I guess he knows the way."
"He didn't go anywhere, he's just there looking at us."
"Feli, he's not there."
"How do you know? He turned off the flashlight, Pablo. Look at that.
Feli grabbed Pablo's arm tightly. Two yellow dots were shining on the side of the road.
"It must be some animal, some fox."
"Fuck's sake, Pablo. I want to go."
"It's all right."
"Fucking hell. You don't care about anything. What's that, Pablo? Ah, nothing, a bat that's biting my arm. Nothing, just a pack of wolves. Oops, a horde of zombies. Nothing. There's nothing going on with you. You'd take a fucking selfie with death."
"What's in it for you? We're in the country. There are animals. The animals' eyes shine in the night. A gaucho got drunk and his cows escaped. He's going to come, he's going to take them out and we're going to go to the peña."
"And we dance a chacarera, right? We eat a chori. We'll buy a number for the piglet raffle. Why don't you go to hell?"
Pablo sighed.
"I thought you liked peñas."
"Really? You thought I liked peñas? When the fuck did you see me at a peña? Sometimes I think we just met. Don't you remember the only time you took me to a peña? Fuck, Pablo, you made me remember. You reminded me again of that shitty peña."
"Feli..."
"Do you remember that I left because I had a headache? I couldn't stand those gauchos dancing like idiots anymore. And you? Did you go with me? No, you stayed there dancing with that hick with the fringe and espadrilles."
"You asked me to stay."
"Oh, you're a moron, you don't understand anything. Of course, I asked you. Now it's my fault. I served you on a platter to the little girl. You came back about four hours later. And I was at the hotel like a stupid idiot with my head splitting. Did you go with that hick?"
"What?"
"You fucked her, didn't you?"
"Feli..."
"Answer me, did you fuck her or not? Look at the look on your face. You're a son of a bitch. You fucked that girl. I can't believe it." Feli started crying and hitting the door. "You fucked her, didn't you? You're a piece of shit. And you're just telling me that now?"
"I didn't say anything."
"Why are you telling me this now? On this shitty road that connects nothingness with fucking nothingness. You're a tremendous son of a bitch. Fuck, why are you telling me this?"
"I don't..."
"Shut the fuck up! You didn't make that face neither with the French girl, nor with the busty one, nor with the one from the ninth floor. Fuck, Pablo, why are you doing this to me?"
"Here they come," said Pablo.
A light was moving in the field, near the car. They saw a gate open. It was so dark, they hadn't realized there was a gate so close. Feli was crying, almost out of inertia, but she was no longer knocking on the gate.
"It's the same one," said Feli. "He didn't call anyone. Fuck's sake, Pablo. He's going to kill us."
The man advanced towards the car with a shotgun in his hand. Pablo was petrified. The man nodded his head in greeting. He stood in front of the car, with his back turned, raised the shotgun and fired into the air. Feli screamed. Pablo grabbed her forearm tightly. She trembled. The cows moved slowly. Another shot. And another. The cows were now walking towards the gate. The road was finally clear. He put the car in gear. He looked at Feli. She was pale, motionless and no longer crying. She seemed to be far away, surrounded by her own walls. The man approached the door and Pablo rolled down the window.
"Thank you very much, my friend," he said.
"You're welcome, don. Just go to the peña."
"Don Duilio didn't..." Pablo made some strange gestures with his hand. He wanted to say that he did not know how to continue the sentence.
"No, that drunkard won't get up until tomorrow."
Pablo nodded. He rolled up the window and started slowly. You couldn't go very fast on those roads. Through the mirror, he could see how the dust enveloped the man. Feli put on her seat belt. A few cuises, standing on the side of the road, ducked into the dry grasses as the car approached. Then, a final shot rang out. The cows behind the car, they thought. And then, a sound of shattering glass. And blood, running down the windshield.
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