Italian farms, and Argentinean friends -EN-ES-

in #italy5 months ago

My visit to my friend Tania's Italian farm was an experience I will treasure forever. Tania, an Argentinean who moved to Italy several years ago, found love in this country and married an Italian. Together, they built a life on a beautiful estate that became their home and a haven of peace and beauty.

The estate is located in a picturesque region, surrounded by rolling hills and vineyards that stretch as far as the eye can see. Upon arrival, I was greeted by Tania's warm embrace and a view that looked like something out of a postcard. The green fields, dotted with wildflowers, combined with the blue sky and fresh air, creating an atmosphere of serenity.

On the first day, Tania showed me around the estate. We walked among the vineyards, where vines laden with ripe grapes swayed gently in the breeze. She explained to me how she and her husband care for the plants with care, following traditional techniques combined with modern methods of sustainable agriculture. The passion with which she spoke of her work made me admire her even more.

We passed through the olive groves, where the centuries-old olive trees stood majestically. They showed me the process of harvesting and production of olive oil, a product they make themselves and of which they are very proud. Each bottle of olive oil represents the effort and dedication they put into their land.

One of the most special moments was the visit to the winery. There, among oak barrels, Tania and her husband invited me to a tasting of their wines. Each glass told a story, from the grapes to the fermentation and maturation process. They explained how the terroir of their estate influences the unique flavor of their wines. It was an educational and delightful experience, which allowed me to further appreciate the art of winemaking.

Afternoons at the estate were magical. We would sit on the terrace, overlooking the fields golden in the setting sun, and enjoy long conversations. Tania told me about her life in Italy, how to adapt to a new culture and language, and the challenges and joys of living in the countryside. Her story was inspiring and made me reflect on the importance of following our dreams, no matter where they take us.

The hospitality of Tania and her husband was unparalleled. Every meal was a feast of Italian and Argentine flavors, a fusion of cultures that reflected their life together. I enjoyed traditional dishes such as homemade pasta, bruschettas, and Argentine-style asados. Each bite was a celebration of their love for good food and sharing moments with loved ones.

One evening, Tania organized a small party at the farm, inviting some neighbors and friends. It was an opportunity to meet the local community and experience the warmth of the Italian people. Music, laughter and conversation mingled in the air, creating an atmosphere of joy and camaraderie.

At the end of my stay, I realized how much I had learned and how much this experience had enriched me. Tania's farm is not only a place of work, but a home full of love, dedication and shared dreams. I said goodbye with a heart full of gratitude, promising to return someday.

Visiting Tania at her Italian farm was a life lesson. It reminded me of the importance of connecting with nature, the value of hard work and the beauty of sharing simple moments with the people we love. It was a trip that left me with not only memories, but also a deep admiration for the life Tania and her husband have built together.


Spanish version


Mi visita a la finca italiana de mi amiga Tania fue una experiencia que atesoraré por siempre. Tania, una argentina que se mudó a Italia hace varios años, encontró el amor en este país y se casó con un italiano. Juntos, construyeron una vida en una hermosa finca que se convirtió en su hogar y en un refugio de paz y belleza.

La finca está ubicada en una región pintoresca, rodeada de colinas ondulantes y viñedos que se extienden hasta donde alcanza la vista. Al llegar, me recibió el cálido abrazo de Tania y una vista que parecía sacada de una postal. Los campos verdes, salpicados de flores silvestres, se combinaban con el cielo azul y el aire fresco, creando una atmósfera de serenidad.

El primer día, Tania me mostró la finca. Caminamos entre los viñedos, donde las vides cargadas de uvas maduras se mecían suavemente con la brisa. Me explicó cómo ella y su marido cuidan de las plantas con esmero, siguiendo técnicas tradicionales combinadas con métodos modernos de agricultura sostenible. La pasión con la que hablaba de su trabajo me hizo admirarla aún más.

Pasamos por los olivares, donde los olivos centenarios se erguían majestuosos. Me enseñaron el proceso de recolección y producción del aceite de oliva, un producto que ellos mismos elaboran y del cual están muy orgullosos. Cada botella de aceite de oliva representa el esfuerzo y la dedicación que ponen en su tierra.

Uno de los momentos más especiales fue la visita a la bodega. Allí, entre barricas de roble, Tania y su marido me invitaron a una degustación de sus vinos. Cada copa contaba una historia, desde la uva hasta el proceso de fermentación y maduración. Me explicaron cómo el terroir de su finca influye en el sabor único de sus vinos. Fue una experiencia educativa y deliciosa, que me permitió apreciar aún más el arte de la viticultura.

Las tardes en la finca eran mágicas. Nos sentábamos en la terraza, con vistas a los campos dorados por el sol poniente, y disfrutábamos de largas conversaciones. Tania me contó sobre su vida en Italia, cómo adaptarse a una nueva cultura y lengua, y los desafíos y alegrías de vivir en el campo. Su historia era inspiradora y me hacía reflexionar sobre la importancia de seguir nuestros sueños, sin importar dónde nos lleven.

La hospitalidad de Tania y su marido fue incomparable. Cada comida era un festín de sabores italianos y argentinos, una fusión de culturas que reflejaba su vida juntos. Disfruté de platos tradicionales como pasta casera, bruschettas, y asados al estilo argentino. Cada bocado era una celebración de su amor por la buena comida y por compartir momentos con los seres queridos.

Una tarde, Tania organizó una pequeña fiesta en la finca, invitando a algunos vecinos y amigos. Fue una oportunidad para conocer a la comunidad local y experimentar la calidez de la gente italiana. La música, las risas y las conversaciones se mezclaban en el aire, creando un ambiente de alegría y camaradería.

Al final de mi estancia, me di cuenta de cuánto había aprendido y cuánto me había enriquecido esta experiencia. La finca de Tania no solo es un lugar de trabajo, sino un hogar lleno de amor, dedicación y sueños compartidos. Me despedí con el corazón lleno de gratitud, prometiendo volver algún día.

Visitar a Tania en su finca italiana fue una lección de vida. Me recordó la importancia de la conexión con la naturaleza, el valor del trabajo duro y la belleza de compartir momentos simples con las personas que amamos. Fue un viaje que me dejó no solo recuerdos, sino también una profunda admiración por la vida que Tania y su marido han construido juntos.

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