My Journey of motherhood part 2 through C-session ( Back to hives community) ESP/ENG

in #neoxian4 months ago

El día que descubrí que estaba embarazada fue una mezcla de alegría, sorpresa y un toque de nerviosismo. Mi esposo y yo habíamos estado intentando durante un tiempo, y finalmente ver esas dos líneas rosas nos llenó de emoción. Los primeros meses estuvieron llenos de náuseas matutinas y una abrumadora sensación de anticipación. Soñaba con el día en que tendría a mi bebé en mis brazos, imaginando un parto natural y sin complicaciones.

A medida que avanzaba mi embarazo, también lo hacían nuestros preparativos. Asistimos a clases prenatales, preparamos la habitación del bebé y discutimos nuestro plan de parto con nuestro doctor. Había imaginado un parto natural, pero también sabía que la flexibilidad era importante. Todo parecía ir bien hasta mi tercer trimestre.

Durante un chequeo de rutina en el octavo mes, mi doctor notó que mi bebé estaba en posición de nalgas, con la cabeza hacia arriba y los pies hacia abajo. A pesar de intentar varias técnicas para animarla a girar, ella permaneció en la misma posición. Mi doctor explicó que una cesárea sería la opción más segura para ambos.

Escuchar la noticia fue un shock. No había anticipado este giro de los acontecimientos y sentí una mezcla de miedo y decepción. Mi esposo y yo pasamos horas investigando sobre cesáreas, hablando con amigos que las habían experimentado y discutiendo nuestras preocupaciones con nuestro doctor. Poco a poco, llegué a aceptar que este era el mejor camino para nosotros.

Llegó el día de la cirugía. Nos despertamos temprano, preparamos nuestras maletas y nos dirigimos al hospital. La atmósfera en el hospital era a la vez calmante y tensa. Las enfermeras y los doctores fueron increíblemente comprensivos, explicándonos cada paso del procedimiento para ayudar a aliviar nuestra ansiedad.

Mientras yacía en la mesa de operaciones, una avalancha de emociones me recorrió. El anestesiólogo administró la anestesia raquídea y pronto sentí una sensación de adormecimiento desde el pecho hacia abajo. Mi esposo estaba a mi lado, sosteniendo mi mano y susurrándome palabras de ánimo.

El equipo quirúrgico fue eficiente y profesional, pero no pude evitar sentirme un poco desconectada de la experiencia. Luego, a las 10:32 AM, escuché el primer llanto de mi bebé. Ese sonido fue lo más hermoso que había oído. Lágrimas de alegría llenaron mis ojos cuando la levantaron para que la viera.

Las enfermeras la limpiaron rápidamente y la envolvieron antes de colocarla en mi pecho. En ese momento, todos mis miedos y preocupaciones se desvanecieron. Me sentí abrumada por el amor y la gratitud. Ella era perfecta.

El proceso de recuperación fue desafiante. Los primeros días fueron duros, ya que lidiaba con el dolor y la movilidad limitada. Mi esposo fue mi roca, cuidando de nuestro bebé y de mí, asegurándose de que pudiera descansar y sanar. El personal del hospital brindó un excelente apoyo, enseñándonos cómo cuidar a nuestra recién nacida y animándome a tomar las cosas paso a paso.

Volver a casa fue otro ajuste. Tuve que aprender a equilibrar el cuidado de mí misma con las demandas de un recién nacido. Mi familia y amigos fueron invaluables durante este tiempo, ofreciendo ayuda, consejos y mucho amor.

A medida que las semanas se convirtieron en meses, lentamente recuperé mi fuerza. Cada hito con mi bebé, desde su primera sonrisa hasta sus primeros pasos, me llenó de una alegría indescriptible. Aprendí a abrazar el viaje de la maternidad, con todos sus altibajos.

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que mi cesárea no fue el obstáculo que una vez pensé que era. Fue el comienzo de mi historia única de maternidad. Me enseñó resiliencia, flexibilidad y la inmensa fuerza que viene con ser madre. Para cualquier persona que enfrente una experiencia similar, mi consejo es que confíe en sí misma, se apoye en su sistema de apoyo y atesore cada momento con su pequeño.

La maternidad es un viaje como ningún otro, y no importa cómo comience, está lleno de amor, crecimiento e innumerables momentos hermosos.

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The day I found out I was pregnant was a mixture of joy, surprise, and a touch of nervousness. My husband and I had been trying for a while, and finally seeing those two pink lines filled us with excitement. The first few months were filled with morning sickness and an overwhelming sense of anticipation. I dreamed about the day I would hold my baby in my arms, imagining a smooth and natural delivery.

As my pregnancy progressed, so did our preparations. We attended prenatal classes, set up the nursery, and discussed our birth plan with our doctor. I had envisioned a natural birth, but I also knew that flexibility was important. Everything seemed to be going smoothly until my third trimester.

During a routine checkup in the eighth month, my doctor noticed that my baby was in a breech position, with her head up and feet down. Despite trying various techniques to encourage her to turn, she remained in the same position. My doctor explained that a C-section would be the safest option for both of us.

Hearing the news was a shock. I had not anticipated this turn of events and felt a mix of fear and disappointment. My husband and I spent hours researching C-sections, talking to friends who had experienced them, and discussing our concerns with our doctor. Gradually, I came to accept that this was the best path for us.

The day of the surgery arrived. We woke up early, packed our bags, and headed to the hospital. The atmosphere in the hospital was both calming and tense. The nurses and doctors were incredibly supportive, explaining every step of the procedure to help ease our anxiety.

As I lay on the operating table, a whirlwind of emotions ran through me. The anesthesiologist administered the spinal block, and soon I felt a numbing sensation from my chest down. My husband was by my side, holding my hand and whispering words of encouragement.

The surgical team was efficient and professional, but I couldn't help feeling a bit detached from the experience. Then, at 10:32 AM, I heard the first cry of my baby. That sound was the most beautiful thing I had ever heard. Tears of joy filled my eyes as they lifted her up for me to see.

The nurses quickly cleaned and wrapped her before placing her on my chest. In that moment, all my fears and worries melted away. I was overwhelmed with love and gratitude. She was perfect.

The recovery process was challenging. The first few days were tough, as I dealt with pain and limited mobility. My husband was my rock, taking care of our baby and me, ensuring that I could rest and heal. The hospital staff provided excellent support, teaching us how to care for our newborn and encouraging me to take things one step at a time.

Returning home was another adjustment. I had to learn how to balance taking care of myself with the demands of a newborn. My family and friends were invaluable during this time, offering help, advice, and lots of love.

As weeks turned into months, I slowly regained my strength. Each milestone with my baby, from her first smile to her first steps, filled me with indescribable joy. I learned to embrace the journey of motherhood, with all its ups and downs.

Looking back, I realize that my C-section was not the obstacle I once thought it was. It was the beginning of my unique story of motherhood. It taught me resilience, flexibility, and the immense strength that comes with being a mother. To anyone facing a similar experience, my advice is to trust yourself, lean on your support system, and cherish every moment with your little one.

Motherhood is a journey like no other, and no matter how it begins, it is filled with love, growth, and countless beautiful moments.