Cuando sea grande
—Está de acuerdo, Comisaria Salvatierra, ¿en que tenemos aquí un caso especial que usted debería estudiar detenidamente?
Frunció el ceño, aquella situación le empezó a incomodar, eso olía a problemas y no era lo que buscaba, pensaba que, por los momentos, era mejor mirar a los lados y así mantener a los lobos alejados, al fin y al cabo, no era tiempo para sacrificios inútiles.
—¿Qué es lo que tenemos aquí Sr Orellana? Explique todo con lujo de detalles, así nos evitamos inconvenientes y a lo mejor nos entendemos.
—Sí, Comisaria Salvatierra, aquí están las pruebas, todo ordenado como lo pidió con sus fotografías, los testigos, más los agraviados.
Ella los tomó y le dio una revisión rápida, todo estaba en orden.
—Bien Sr Orellana, con esto podemos proceder.
El Sr Orellana le entregó una mirada de satisfacción y esperaba que la justicia pudiera funcionar, le estrechó la mano y salió.
La comisaria Salvatierra dio unos golpes sobre aquellos documentos, esto traerá problemas, pensó y se dejó caer sobre la silla, estaba segura que iba a recibir la llamada y así fue, respiro profundo y contestó.
—Sí señor, acaba de irse, haré lo que pueda…, ¡claro, entiendo esas cosas!... es la política, sí señor, estoy muy clara, que tenga buen día.
Le vino a la mente los recuerdos de su niñez, todos los días veía salir a su padre para cumplir con sus funciones, siempre llevaba su uniforme impecable y un semblante que emanaba autoridad. Antes de salir siempre le hacia la misma pregunta, mientras su madre sonreía:
—¿Qué es lo vas a ser cuando seas grande?
—¡Policía papá!
—¡Esa es mi niña! ya sabes, la ley por encima de todo, ¡cuídela mucho, señora!
Era algo que le había quedado, el ejemplo de un padre apegado a las leyes, un día llegó la noticia que había muerto en un enfrentamiento, fue homenajeado como un héroe, mi madre se desmayó y tuvo que ser internada, no pudo asistir al funeral. Todavía tengo el discurso y la bandera que me entregaron, para qué mis lágrimas tuvieran un sentido de orgullo y no de dolor, después, oí esos comentarios que decían que mi padre, el oficial Jacobo Salvatierra, se había convertido en un estorbo para aquellos policías que vivían al margen de la ley, que todo fue preparado para sacarlo, aun así, no tuvo miedo de continuar con el deseo que siempre había manifestado, cada vez que él le preguntaba:
—¿Cuando seas grande que vas a ser?
—¡Policía, papá!
Cuando recibí mi título de oficial de la policía, me presenté en la casa del Teniente Ramírez, comandante retirado que había llevado las decisiones en aquel enfrentamiento donde mi padre perdió la vida, él me había entregado la bandera y las medallas postmorten como héroe caído. Lo encontré enfermo en su cama, sin embargo, no dude en preguntarle:
—¡Dígame, Comandante Ramírez! ¿A mi padre lo ejecutaron?
Me miró, sus ojos parecían buscar entre las sombras, me agarró la mano y con voz temblorosa me dijo:
—Hija, tu padre fue un héroe, eso es lo que importa, no escuches rumores.
Luego se quedó callado y no habló más, entendí que el silencio era un artilugio para sobrevivir.
—¡Era mi padre comandante, no mi héroe! —Dije eso y salí.
No iba por una venganza, sino por aquello que mi padre sintió que era lo correcto, y con estas pruebas, aquel oficial, ahora estaba en mis manos. No le faltaba los padrinos y esas voces anónimas que se hacían presentes desde cualquier oficina con llamadas de amenaza.
Miré aquellos videos una y otra vez, hasta sentir náuseas, sabía que todo el esfuerzo hecho para estar donde estoy pendía de un hilo, que mis sueños por emular a mi padre serían pisoteados, ya las amenazas habían sido lanzadas al ruedo, cualquier cosa podía ocurrir.
Aquella tarde, que el Sr Orellana se había entrevistado conmigo, fue el comienzo directo para socavar los nervios, el oficial de guardia se acercó y con cautela me dijo:
—Ahí está el hombre Comisaria Salvatierra, ya viene para acá.
—¿Usted sabe quién soy Comisaria? Le voy a advertir algo, haga su trabajo con cautela, hay mucho que investigar para mostrar a la prensa, darse a conocer y la hagan sentirse orgullosa como oficial de la policía, mi padre el General Díaz Aciago, le envía saludos… sabe una cosa, pronto será asignado como viceministro de defensa, puede ser una buena oportunidad para Usted, así que piense en su difunto padre, haga que, desde donde esté, se sienta orgulloso.
—¿A eso vino Teniente Díaz? creo que se molestó mucho para venir a darme un consejo, que no ando buscando, —lo miré fijamente y él sonrió.
—Sabe otra cosa Comisaria Salvatierra? La vida del policía es arriesgada, los enemigos sobran, ¡cuídese!
Salió riéndose, como si aquello le causara mucha gracia.
—¡Esto fue una visita de cortesía Comisaria! ¡jajajaja!
Arreglé el paquete de pruebas para evitar un posible robo, luego hable con varios de mis oficiales de confianza, a cada uno le di una copia y yo me reservé los originales, quedé en verme con un viejo amigo de mi padre para que me los guardara, no podía dejarlos en la institución.
Tal cómo esperaba, tenía un montón de llamadas de diferentes números, en todos insistían en la urgencia del caso, decidí escuchar el mensaje dejado por comandante de la guarnición de la ciudad.
—“Sra. Comisaria, piense bien en lo que va hacer, va a tirar todo por la alcantarilla y no va a arreglar nada, solo va a joder su carrera como oficial...” No quiso seguir escuchando, reunió a su grupo de oficiales, todos estaban a la expectativa, ella tomó el teléfono y llamó al fiscal.
Todos se levantaron y aplaudieron su decisión, ella sabía que la prensa iba a estar de fiesta presentando el apresamiento del Teniente Díaz, hijo del viceministro de defensa, General Díaz Aciago, apresado junto a otro grupo de soldados y oficiales por estar incursos en varios delitos.
Ella sabía que le cortarían todos los caminos, que su carrera policial no tenía asideros, ella sabía que estaba muerta.
Se paró frente a todos sus oficiales, les sonrió y los saludó militarmente, levantó la fotografía de su padre y escuchó su voz retumbar:
—¿Qué vas a ser cuando seas grande hija?
—¡Voy a ser policía papá!
When I grow up
—Do you agree, Commissioner Salvatierra, that we have a special case here that you should study carefully?
She frowned, that situation was starting to make her uncomfortable, it smelled like trouble and it wasn't what she was looking for, she thought that, for the moment, it was better to look to the sides and keep the wolves away, but after all, it wasn't the time for useless sacrifices.
—What do we have here, Mr Orellana? Explain everything in detail, so we can avoid inconveniences and maybe we'll understand each other.
—Yes, Commissioner Salvatierra, here is the evidence, all in order as you asked for it, with photographs, witnesses, plus the injured parties.
She took them and gave them a quick check, everything was in order.
—Well, Mr Orellana, with this we can proceed.
Mr Orellana gave her a satisfied look and hoped that justice could work, shook her hand and left.
Commissioner Salvatierra patted the documents, this is going to be trouble, she thought and dropped back in her chair, she was sure she was going to get the call and she did, she took a deep breath and answered.
—Yes sir, she just left, I will do what I can..., of course, I understand these things!... it's politics, yes sir, I am obvious, have a nice day.
Memories of his childhood came to his mind, every day he saw his father leaving for his duties, always wearing his impeccable uniform and a countenance that exuded authority. Before leaving, he always asked him the same question, while his mother smiled:
—What are you going to be when you grow up?
—Police, Dad!
—That's my girl! You know, the law above all else, protect her a lot, ma'am!
It was something that had stayed with her, the example of a law-abiding father. One day, the news came that he had died in a confrontation, he was honoured as a hero, my mother fainted and had to be hospitalised, she couldn't attend the funeral. I still have the speech and the flag that they gave me, so that my tears would have a sense of pride and not of pain, afterwards, I heard those comments that said that my father, officer Jacobo Salvatierra, had become a nuisance for those policemen who lived outside the law, that everything was prepared to get him out, even so, he was not afraid to continue with the desire that he had always expressed, every time he asked him:
—When you grow up, what are you going to be?
—Police, Dad!
When I received my title as a police officer, I presented myself at the house of Lieutenant Ramirez, the retired commander who had called the shots in that confrontation where my father lost his life, he had given me the flag and the postmortem medals as a fallen hero. I found him sick in his bed, but I did not hesitate to ask him:
—Tell me, Commander Ramirez, was my father executed?
He looked at me, his eyes seemed to search the shadows, he grabbed my hand and with a trembling voice he said:
—Daughter, your father was a hero, that's what matters, don't listen to rumours.
Then he fell silent and spoke no more, I understood that silence was a device to survive.
—He was my father commander, not my hero! -I said that and walked out.
I was not going for revenge, but for what my father felt was right, and with this evidence, that officer was now in my hands. He had no shortage of sponsors and those anonymous voices that were present from any office with threatening calls.
I watched those videos over and over again until I felt nauseous, I knew that all the effort made to be where I am was hanging by a thread, that my dreams to emulate my father would be trampled, and the threats had already been thrown into the field, anything could happen.
That afternoon, that Mr Orellana had interviewed me, was the direct start to undermine my nerves, the officer on duty approached me and cautiously said:
—There's the man Commissioner Salvatierra, he's on his way.
Without much ado, he introduced himself.
—Do you know who I am, commissioner? I'm going to warn you something, do your work with caution, there is a lot to investigate to show to the press, make yourself known and make you feel proud as a police officer, my father General Díaz Aciago sends his regards... you know something, soon he will be appointed as vice minister of defence, it could be a good opportunity for you, so think of your late father, make him proud from wherever he is.
—Is that why you came here, Lieutenant Diaz? I think you went to a lot of trouble to come and give me advice, which I'm not looking for, — I stared at him and he smiled.
—Do you know something else, Commissioner Salvatierra? A policeman's life is risky, there are plenty of enemies, take care!
He came out laughing as if he thought it was very funny.
—This was a courtesy visit, Commissioner! hahahaha!
I arranged the evidence package to avoid possible theft, then I spoke to several of my trusted officers, I gave each one a copy and I kept the originals, I arranged to meet with an old friend of my father's to keep them for me, I couldn't leave them in the institution.
As I expected, I had a lot of calls from different numbers, all insisting on the urgency of the case, I decided to listen to the message left by the commander of the city garrison.
—Commissioner Salvatierra, think carefully about what you're going to do, you're going to throw everything down the drain and you're not going to fix anything, you're only going to screw up your career as an officer...". She didn't want to listen any longer, she gathered her group of officers, they were all on standby, she picked up the phone and called the prosecutor.
Everyone stood up and applauded her decision. She knew that the press was going to be celebrating the arrest of Lieutenant Díaz, son of the vice-minister of defence, General Díaz Aciago, arrested along with another group of soldiers and officers for various crimes.
She knew that all roads would be cut off, that her police career had no way out, and she knew she was dead.
She stood in front of all her officers, smiled and gave them a military salute, held up her father's photograph and heard his voice booming:
—What are you going to be when you grow up daughter?
—I'm going to be a policeman, Dad!
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