¡Hello Hive community!
My spiritual retreat in Durango, Mexico, was a transformative experience that allowed me to connect deeply with myself and with nature. This ancestral journey, centered on an ayahuasca ceremony, offered me a new perspective on life and my place in the world.
I arrived in Durango with a heart full of anticipation and a bit of nervousness. I had heard about the powerful effects of ayahuasca, a medicinal plant used by indigenous communities in the Amazon for centuries. I knew this ceremony would be intense, but I was determined to open myself to the experience and what I could learn from it.
The retreat took place in a beautiful forest, away from the hustle and bustle of the city. The tranquility of the place, with its tall trees and the constant whisper of the wind, welcomed me from the first moment. I felt an immediate peace upon arrival, as if nature was welcoming me to a new stage of my life.
The group participating in the retreat was small, composed of people from different parts of the world, all with the same intention of seeking a deeper connection. The retreat guides, knowledgeable and respectful of ancestral traditions, explained with patience and wisdom what we were about to experience. Their calm presence and knowledge gave me confidence.
The ayahuasca ceremony began at sunset. We gathered in a circle around a campfire, and the shaman, with his soft and steady voice, led us through a prayer and traditional chants. I felt every word and note resonate within me, preparing my mind and spirit for what was to come.
I took the ayahuasca with respect and a little apprehension. Its bitter taste was just the beginning of a journey I could not have imagined. Soon, I began to feel the effects, a mixture of physical and emotional sensations that led me to explore corners of my mind and soul that I had never visited before.
The forest, which had seemed calm and serene to me before, now felt alive and full of energy. The trees seemed to whisper ancient secrets, and the starry sky became a vast canvas of universal connections. I felt small but deeply connected to everything around me.
During the journey, I experienced a series of visions and feelings that helped me understand aspects of my life and being that had been hidden. I saw moments from my past with new clarity, understood patterns of behavior that needed to be healed, and felt a deep compassion for myself and others.
The connection to the forest was one of the most powerful parts of the experience. I felt that the trees, plants and animals were my companions on this journey. There was a sense of unity and harmony that made me realize the importance of caring for and respecting nature.
At dawn, the ceremony concluded. We gathered again around the campfire, sharing our experiences and reflections. There was a sense of relief and gratitude in the group, as if we had all undergone a spiritual purification. I felt renewed, with a deeper understanding of myself and the world.
My retreat in Durango was not only a physical journey, but a true spiritual journey. Ayahuasca allowed me to see beyond the barriers of my mind, connecting with the essence of life and nature. I came out of the forest with a new perspective, grateful for the experience and for the ancient wisdom that had guided me.
I hope you enjoyed it as much as I did!
Spanish version
¡Hola comunidad de Hive!
Mi retiro espiritual en Durango, México, fue una experiencia transformadora que me permitió conectar profundamente conmigo mismo y con la naturaleza. Este viaje ancestral, centrado en una ceremonia de ayahuasca, me ofreció una nueva perspectiva sobre la vida y mi lugar en el mundo.
Llegué a Durango con el corazón lleno de expectativas y un poco de nerviosismo. Había oído hablar de los poderosos efectos de la ayahuasca, una planta medicinal utilizada por las comunidades indígenas de la Amazonia durante siglos. Sabía que esta ceremonia sería intensa, pero estaba decidido a abrirme a la experiencia y a lo que pudiera aprender de ella.
El retiro se llevó a cabo en un hermoso bosque, alejado del bullicio de la ciudad. La tranquilidad del lugar, con sus altos árboles y el susurro constante del viento, me acogió desde el primer momento. Sentí una paz inmediata al llegar, como si la naturaleza me estuviera dando la bienvenida a una nueva etapa de mi vida.
El grupo que participaba en el retiro era pequeño, compuesto por personas de diferentes partes del mundo, todas con la misma intención de buscar una conexión más profunda. Los guías del retiro, conocedores y respetuosos de las tradiciones ancestrales, nos explicaron con paciencia y sabiduría lo que íbamos a vivir. Su presencia calmada y su conocimiento me dieron confianza.
La ceremonia de ayahuasca comenzó al atardecer. Nos reunimos en un círculo alrededor de una fogata, y el chamán, con su voz suave y firme, nos guió a través de una oración y cantos tradicionales. Sentí que cada palabra y cada nota resonaban en mi interior, preparando mi mente y mi espíritu para lo que estaba por venir.
Tomé la ayahuasca con respeto y un poco de aprehensión. Su sabor amargo fue solo el comienzo de un viaje que no podía haber imaginado. Pronto, comencé a sentir los efectos, una mezcla de sensaciones físicas y emocionales que me llevaron a explorar rincones de mi mente y mi alma que nunca antes había visitado.
El bosque, que antes me había parecido tranquilo y sereno, ahora se sentía vivo y lleno de energía. Los árboles parecían susurrar secretos antiguos, y el cielo estrellado se convirtió en un vasto lienzo de conexiones universales. Me sentí pequeño pero profundamente conectado con todo lo que me rodeaba.
Durante el viaje, experimenté una serie de visiones y sentimientos que me ayudaron a entender aspectos de mi vida y mi ser que habían estado ocultos. Vi momentos de mi pasado con una claridad nueva, entendí patrones de comportamiento que necesitaban ser sanados y sentí una profunda compasión por mí mismo y por los demás.
La conexión con el bosque fue una de las partes más poderosas de la experiencia. Sentí que los árboles, las plantas y los animales eran mis compañeros en este viaje. Había una sensación de unidad y armonía que me hizo comprender la importancia de cuidar y respetar la naturaleza.
Al amanecer, la ceremonia concluyó. Nos reunimos de nuevo alrededor de la fogata, compartiendo nuestras experiencias y reflexiones. Había una sensación de alivio y gratitud en el grupo, como si todos hubiéramos pasado por una purificación espiritual. Me sentí renovado, con una comprensión más profunda de mí mismo y del mundo.
Mi retiro en Durango no fue solo un viaje físico, sino una verdadera travesía espiritual. La ayahuasca me permitió ver más allá de las barreras de mi mente, conectando con la esencia de la vida y la naturaleza. Salí del bosque con una nueva perspectiva, agradecido por la experiencia y por la sabiduría ancestral que me había guiado.