Quisiera pararme frente a ti y vomitar toda la rabia que tengo. Sentirme mejor al verte humillada cubierta por las pestilencias que fermentaron en mí. Y yo libre al fin, ¿libre? Si esto fuera poker, ahora mismo yo tendría las peores cartas y expeler los dolores macerados sería hacer all in seguro de perderlo todo.
El tiempo no se recupera, se supera si hay presencia y amor. No sé que haré con tanta ausencia y recuerdo. Sana, sana, culito de rana, si no sana hoy...
No quiero quemar el puente hasta los cimientos, no quiero que me odies, ¿o sí? Nunca pensé decirte adiós y siento como si esta no despedida de la que siempre hablaste fuera definitiva, la lógica lo indica.
Los tontos del fútbol decían que si les das un 0.01% de probabilidades ellos tendrán un 99.99% de fe. ¿Por qué no desear volver a abrazarte entonces, volver a ser lo que fuimos? En la esperanza de un futuro improbable yace el deseo imposible de cambiar el pasado. Unidos eternamente y a la vez separados por el infinito que existe en el milímetro que separa un sentimiento del otro.
A veces solo somos la manera en que decimos adiós. Y yo ni eso soy, me toca actuar el papel de estoico y esperar por un mensaje de Telegram el resultado de tu operación.
© Enrique Yecier
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