[ESP-ENG] Dos ojos rojos - Two red eyes

in #hive-179291last year

Dos ojos rojos

—¿Cómo llegó usted acá?
Los ojos de Martín todavía no se acostumbraban al resplandor. Parados frente a él, del otro lado de la mesa, dos hombres lo miraban. La habitación era completamente blanca: paredes, techo, piso, mesa. También los hombres vestían de blanco. Se palpó la cintura, del lado derecho: no estaba el facón.
—¿Cómo... llegó... usted... acá? —dijo uno de los hombres. Con cada palabra, inclinaba la cabeza hacia el lado opuesto.
—Eh... yo... no... no sabría decirle, don.
—El hecho de que usted esté acá, sentado en esta mesa, es un hecho altamente improbable —dijo el otro hombre—. Así que vamos a preguntarle una vez más y esta vez se va a esforzar. ¿De acuerdo? ¿Cómo... llegó... usted... acá?
Martín se rascó la oreja. Recorrió la habitación con la mirada. No había puerta, solo una ventana. Las cortinas, también blancas, estaban cerradas.
—¿Dónde estoy? —preguntó Martín.
—Creo que no está entendiendo. No tenemos mucho tiempo, señor. Nosotros hacemos las preguntas, usted las responde.
—Miré, don, yo no hice nada. Nomás salí a buscar a mi vaca...
—Eso, eso, cuéntenos qué hizo.
—No... no hice nada, oficial.
—¿Oficial? ¿Parecemos policías? —Los hombres se rieron—. ¿Dónde creé que está?
—¿En un destacamento...?
—Señor, esto no es un destacamento. No somos policías.
—¿Y qué son?
—Escuche, no tenemos tiempo para eso. Necesitamos saber qué pasó. Necesitamos que nos cuente. Queremos saberlo todo, con lujo de detalle.
—¿Todo qué?
—Todo lo que pasó.
—Pero no pasó nada. Usted quiere decir...
—Mire. Esto es importante. Es lo más importante que va a hacer en su vida. ¿Entiende? Es realmente importante. Usted no debería estar acá. Así que quiero que haga memoria y nos cuente todo lo que hizo.
—Es que yo no hice nada, don.
—A ver, a ver, no importa que a usted le parezca que no hizo nada. No lo estamos juzgando, ¿entiende? Cuéntenos su día, todo lo que hizo desde que se levantó.
—Bueno... Me levanté y me puse las alpargatas. Fui hasta el baño. ¿Cuento eso?
Los dos hombres de blanco se miraron. Uno levantó los hombros.
—Escuche. Digamos que hizo todas esas cosas en su casa, ¿no? Vestirse, ir al baño, prepararse unos mates.
—No tomo mate.
—Está bien, no importa. ¿De verdad no toma mate?
—No, no me gusta.
—Bueno, lo que sea. Esas cosas no nos importan, ¿de acuerdo? Nos importa lo que pasó afuera.
—Afuera... Está bien. Entiendo. Abrí la puerta. ¿Está bien así?
—Esto no va a funcionar —le dijo uno de los hombres al otro—. No tenemos tanto tiempo. Nos va a pasar otra vez lo mismo.
—Nos había dicho que salió a buscar a su vaca, ¿verdad? —dijo el otro hombre—. Empecemos por ahí. Es posible que ese sea el momento.
—¿Qué momento?
—El momento que buscamos. Pero usted no se preocupe por eso.
—No sé qué está pasando, don, pero me gustaría volver a mi casa. Tengo que alimentar a los chanchos...
—¡A la mierda con los chanchos! —gritó uno de los hombres—. Señor, créame, no tiene adónde ir. No tiene chanchos. No tiene casa. Tiene solo sus recuerdos y necesitamos que nos cuente de una puta vez lo que pasó. ¿Entiende?
—No.
—Ok, no importa si no entiende. Solo sea bueno y cuéntenos. Un rato nada más y después se va con sus chanchos.
—¿Entonces tengo chanchos?
Los hombres asintieron. Martín respiró profundamente.
—Está bien. Ustedes quieren saber lo de la vaca.
—Exactamente.
—Fui a buscar a la vaca, que estaba pastando en el campo. La fui a buscar para ordeñarla, ¿vio? ¿Ustedes saben de estas cosas, verdad?
—Sí, sí, las vacas se ordeñan, las ovejas se esquilan...
—Bueno, agarré el balde y enfilé para los pastos.
—¿Estaba muy alto el pasto? —preguntó uno de los hombres. El otro pareció sorprenderse por la pregunta.
—Alto, sí, un poco... —dijo Martín.
—¿Es importante el largo del pasto? —preguntó el otro hombre, impaciente.
—Podría ser importante, sí... eventualmente.
—No le haga caso, por favor. Siga. Agarró el balde y fue adonde estaba la vaca.
—Sí. Llegué y la saludé, como todos los días.
—¿Saludó a la vaca?
—Sí.
—¿Cómo la saludó? Es decir, ¿tiene algún modo particular de saludar a la vaca?
—La acaricio, don.
—La acaricia...
—Sí, y le doy una palmadita.
El hombre asintió.
—Eso es... tierno.
Martín se encogió de hombros.
—Dejé el balde en el suelo, abajo de las ubres. Me puse en cuclillas.
—¿Notó algo extraño? Nos interesa sobre todo lo extraño. Sabemos más o menos cómo se ordeña una vaca.
—¿En la vaca?
—Sí.
—No había nada raro en la vaca. Estaba como siempre. Ustedes...
—No, no, no queremos hablar de nosotros. Hablemos de la vaca.
Martín los miró sin entender.
—Es una vaca...
—Sí, claro, pero...
—Dejalo que siga.
—Está bien, siga.
—Empecé a ordeñarla. La leche cayó en el balde.
—¿Recuerda el ángulo en el que caía la leche?
—¿El ángulo?
—¿Sabe usted lo que es un ángulo?
—Es como dos líneas que se unen y en el medio... forman un... ¿sombrerito?
—Algo así...
—¿Es importante el ángulo? —le preguntó uno de los hombres al otro.
—No sabemos qué es lo importante. Todo podría ser importante.
—Sí, pero el ángulo en el que caía la leche...
—Podría ser importante.
—Es poco probable que el ángulo sea importante.
—Es muy poco probable que este señor esté acá. Y, sin embargo...
—Y, sin embargo, sigue estando.
—Sí.
—¿Necesitan saber algo más? —dijo Martín, haciendo un gesto de levantarse.
—Quédese sentado, hágame el favor.
Martín se hundió en la silla. Uno de los hombres se agarraba la cabeza. El otro lo miraba.
—Déjeme pensar.
—¿Puedo ir al baño? —preguntó Martín.
—No hay baño.
—¿No hay baño? ¿Y ustedes cómo hacen...?
—No tuvimos ganas todavía —dijo uno de los hombres.
—Yo tengo un poco de ganas —dijo el otro.
—¿Ustedes no trabajan ni viven acá?
—No. Solo estamos... momentáneamente.
—Es poco probable que estemos acá.
—Y, sin embargo, estamos —dijo uno de los hombres.
—Sí, estamos —suspiró el otro.
—¿O sea que tampoco saben dónde estamos?
—Sí, sí, claro que sabemos.
—Estuvimos acá muchas veces. Y le aseguro que no hay baño.
—¿Podemos volver a la vaca? —preguntó uno de los hombres.
—Tal vez no sea la vaca —dijo el otro.
—¿Y qué entonces?
—¿Quizás el resplandor? —preguntó Martín con timidez.
—¡El resplandor! ¿Hubo un resplandor? ¿Por qué no nos dijo antes?
—Pensé que querían hablar de la vaca...
—¡Dios mío! Le dije que nos contara si había notado algo extraño. ¿No le parece extraño un resplandor?
—A veces hay resplandores...
—¡Tenemos poco tiempo, señor!
—Bueno, pero ustedes me habían dicho del pasto, de la vaca, los ángulos...
—Vamos al resplandor, por favor.
—Antes me gustaría que me digan dónde estamos.
—No quiere saber en dónde estamos, se lo aseguro. Cuéntenos del resplandor.
Martín se cruzó de brazos.
—No sea terco, señor.
—Hacemos esto por una buena causa.
—Estamos arriesgando la vida, aunque usted no lo crea.
—Si no me dicen dónde estamos, no cuento nada.
—No se empaque, por favor.
—No sea infantil. Hay mucho en juego. Está en un momento clave de la historia. Esto es realmente importante. Usted es importante. No puede estar acá por nada. Es extremadamente improbable que usted esté acá. ¿Entiende eso?
—No, no soy importante. Tengo nomás el ranchito, la vaca, mis chanchos...
—Usted tiene algo importante, señor, créame. Algo en sus recuerdos.
—Mi mamá.
—¿Qué?
—En mis recuerdos, está mi madre. En su lecho de muerte.
—No nos pongamos sentimentales, por favor. Todos perdimos cosas, ¿de acuerdo? Todos tuvimos madre...
—Era una buena mujer —dijo Martín.
—No cabe duda. Habrá sido una mujer extraordinaria. Pero no es eso lo que buscamos.
—Me tejía pulóveres.
—Por favor, señor. Centrémonos en el resplandor.
—¿Dónde estamos? —preguntó Martín con lágrimas en los ojos.
—¡El resplandor, señor! ¡El resplandor! No podemos explicarle dónde estamos. No podría entenderlo —dijo uno de los hombres mientras el otro lo agarraba del brazo—. Esperá. Dejame que siga. Usted no sabe lo que es un ángulo, ¿entiende? No conoce de probabilidades. ¿Qué pasa? —El otro hombre le dijo algo al oído—. ¿Ya? ¿Tan rápido? —Se tapó la cara con las manos.
—Lo siento —dijo el otro, mirando a Martín.
Se levantó, caminó unos pasos y se apoyó en una de las paredes.
—¿Dónde... ? —empezó a decir Martín.
Una explosión lo interrumpió. El hombre que estaba apoyado en la pared había volado por los aires, como si una bomba hubiera estallado en su interior. Había sangre y pedazos de carne por todos lados. Martín se largó a llorar.
—¿Se da cuenta de que esto no es un chiste? ¿Se da cuenta de lo que acaba de hacer?
Martín se limpió la cara con la manga. Vio un pedazo de cerebro sobre la mesa.
—Yo no hice nada —llorisqueó.
—¡Claro que no hizo nada! Si nos hubiera contado lo que necesitamos esto no hubiera pasado. ¡Hablando todo el tiempo de su puta vaca y no nos dijo del resplandor!
—Quiero irme.
—¿Ah, sí? Váyase. Hágame el favor, váyase.
Martín permaneció quieto unos segundos. Miró al hombre. Su traje blanco estaba manchado por la sangre del otro. Se levantó. Se acercó a la ventana. Corrió las cortinas. Afuera, la inmensidad también era blanca. No era lo que esperaba. El mundo no estaba ahí. Solo un vacío blanco. Se dio vuelta.
—No, no —dijo el hombre—. Siga mirando. Le falta lo mejor.
Martín volvió a mirar por la ventana. Pasó quizás un minuto. Solo el blanco infinito, el mismo blanco en todas direcciones. Entonces vio una pequeña mancha a la derecha. Algo se estaba acercando.
—¿Ya apareció? —preguntó el hombre.
—Está viniendo —dijo Martín.
—No va a tardar mucho.
—¿Qué es?
—Usted mire.
La mancha se hacía cada vez más grande. Martín creyó reconocer a una vaca.
—¿Es una vaca?
—No es una vaca.
—Parece una vaca.
—Sí, parece una vaca.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Martín pudo apreciar los detalles: los ojos rojos, los dientes largos y afilados de pez abisal, la baba cayendo, la piel rugosa. Cerró las cortinas.
—No es una vaca —dijo Martín.
—No es una vaca.
—¿Qué hace ahí?
—¿Podemos volver al resplandor?
—¿Estamos muertos?
—¡Muertos! ¿En serio? ¡José Luis está muerto! —dijo el hombre señalando la pared.
—¿Estamos en el purgatorio?
—No. Estamos vivos. Pero tenemos que hablar del resplandor antes de que sea tarde.
—José Luis...
—Sí... Yo soy Ricardo. Mucho gusto. —El hombre le tendió la mano.
—Martín.
Se saludaron.
—Martín, hábleme del resplandor. Por favor.
—Cuando estaba ordeñando la vaca, creí ver un resplandor. No fue algo fuerte. Un resplandor chiquito, pero se notaba.
—Eso es importante.
—Seguí ordeñando. Empecé a sentir calor. Era extraño, no era un día de calor. ¿Eso es importante?
—Podría serlo.
—Cuando terminé de ordeñar empecé a sentirme mal.
—¿Qué sentía?
—Me sofocaba. Sentía como si el pasto ardiera bajo mis pies.
—¿Y qué pasó entonces?
—No me acuerdo.
—¿Cómo que no se acuerda?
—Creo que me desmayé.
—¿Eso es todo? ¿Se desmayó y apareció acá?
—No me acuerdo.
—Tiene que acordarse. Tiene que saber algo más sobre ese resplandor. Escúcheme, usted tiene que estar acá por algo. Quizás no lo entienda, pero es muy improbable su presencia aquí. No lo voy a marear con los números, pero es casi imposible que esté acá.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Que si usted está acá es por algo, alguien lo trajo a este lugar. O bien es una casualidad, pero eso sería muy improbable.
—¿Entonces?
—Entonces pensamos que usted tiene que saber algo.
—¿Y si no sé nada?
—Entonces todo sería en vano.
—¿Y si estuviera acá solo para hacerlos perder el tiempo?
—Sí, es posible, también pensamos en eso.
—¿Por qué es importante lo que pasó?
—No lo entendería.
—¿Por lo de los ángulos?
—¿Qué? No, no tienen nada que ver los ángulos. O sí, hay ángulos y números y funciones, ecuaciones, gráficos. Pero no es eso... no directamente.
—Soy demasiado estúpido para entenderlo. Es eso. Pero lo sé. O ustedes piensan que lo sé. Que está en algún lado de mi cabeza. Hay algo importante en mi cabeza, pero no sé qué es ni puedo entenderlo.
—Sí.
—Porque soy muy estúpido.
—Yo no dije eso.
—Pero lo piensa.
—Lo pienso, sí.
—Es curioso. Nunca entendí eso de los recuerdos.
—¿Cómo?
—Recuerdo a mi madre, por ejemplo. Pero no la entiendo. Tengo solo algunas imágenes. Mi mamá haciendo esto o lo otro. Vivimos juntos cuarenta años, ¿sabe? Solos, en el rancho. Papá se fue cuando yo era muy chico. Y si junto todos los recuerdos de mi madre, apenas tengo un ratito, a lo más unos minutos. Como una película sin sentido. Una película mala. Todo lo que tengo de mi madre son los recuerdos, pero mamá no está ahí, está en otro lado.
—Creo entender lo que dice.
—¿Usted creé que el resplandor está ahí? ¿Con mamá? ¿En ese lugar que no son los recuerdos?
—Sinceramente no lo creo. Con todo respeto, me parece que esto no tiene nada que ver con su madre.
—Sus ojos tenían un resplandor.
—Todos los ojos tienen un resplandor, pero no es el resplandor que buscamos.
—¿Necesitamos otro resplandor?
—Le aseguro que sí. Aprecio sus sentimientos, pero no es el momento.
Martín cerró los ojos. Permaneció unos minutos en silencio.
—Recuerdo algo más —dijo por fin.
Cuando abrió los ojos, vio a Ricardo en el suelo, pálido.
—¿Está usted bien? —preguntó Martín.
—Cúbrase —dijo Ricardo.
Martín apenas alcanzó a darse la vuelta antes de que Ricardo explotara en mil pedazos. Se sacudió la ropa llena de sangre y de tripas. Volvió a su silla. Permaneció unos minutos tratando de encontrarle un sentido a lo que estaba pasando. Así que es así como termina, pensó. Había visto el resplandor, frente a frente. Una lástima haberlo recordado tan tarde. Se preguntó si él también explotaría.
Se acercó a la ventana. Volvió a correr las cortinas. La inmensidad blanca. Abrió la ventana y sacó un brazo. Temió que su piel se calcinara, que se desintegrara, que se volviera parte de la blancura, pero nada de eso ocurrió. Asomó la cabeza y respiró profundamente. El vacío le sentaba bien. Se sentó en el borde de la ventana con los pies colgando. Esperó unos minutos hasta que vio la pequeña mancha. Le hizo señas con el brazo en alto. La mancha se fue haciendo cada vez más grande. Vio de nuevo los ojos rojos, los dientes afilados, la baba, la piel rugosa. Pero esta vez le pareció indudablemente una vaca. Sonrío. Cuando la vaca estuvo a pocos metros de él, pudo ver el resplandor en sus ojos. No podía decir si era el mismo resplandor o no. No importaba. No necesitaba otro resplandor.
Cerró los ojos. Sintió su aliento húmedo, el olor a pasto recién arrancado. La acarició. La vaca mugió.


[English - Translated with Deepl]

Two red eyes

"How did you get here?"
Martín's eyes were still not used to the glare. Standing in front of him, on the other side of the table, two men were looking at him. The room was completely white: walls, ceiling, floor, table. The men were also dressed in white. He felt his waist, on the right side: there was no facon.
"How... how... did... you... get... here?" said one of the men. With each word, he tilted his head to the opposite side.
"I... I... don't... I wouldn't tell you, don."
"The fact that you are here, sitting at this table, is a highly improbable fact," said the other man. "So we are going to ask you one more time and this time you are going to make an effort, okay? How... did... you... get... here?"
Martín scratched his ear. He looked around the room. There was no door, only a window. The curtains, also white, were closed.
"Where am I?" Martín asked.
"I don't think you understand. We don't have much time, sir. We ask the questions, you answer them."
"Look, don, I didn't do anything. I just went out to look for my cow..."
"Right, right, tell us what you did."
"No... I didn't do anything, officer."
"Officer? Do we look like cops?" The men laughed. "Where do you think you are?"
"In a police station...?"
"Sir, this is not a police station. We're not cops."
"And what are you?"
"Listen, we don't have time for that. We need to know what happened. We need you to tell us. We want to know everything, in detail."
"Everything what?"
"Everything that happened."
"But nothing happened. You mean..."
"Look. This is important. It's the most important thing you'll ever do in your life. Do you understand? It's really important. You shouldn't be here. So I want you to think back and tell us everything you did."
"I didn't do anything, don."
"It doesn't matter if it seems to you that you didn't do anything. We're not judging you, do you understand? Tell us about your day, everything you've done since you woke up."
"Well... I got up and put on my espadrilles. I went to the bathroom. Shall I count that?"
The two men in white looked at each other. One raised his shoulders.
"Listen. Let's say you did all those things at home, right? Get dressed, go to the bathroom, make yourself some mate..."
"I don't drink mate."
"It's okay, it doesn't matter. You really don't drink mate?"
"No, I don't like it."
"Well, whatever. We don't care about those things, okay? We care about what happened outside."
"Outside... Okay, okay. I got it. I opened the door. Is that okay?"
"This isn't going to work," one of the men said to the other. "We don't have that much time. We're going to get the same thing again."
"You told us you went out to look for your cow, didn't you?" said the other man. "Let's start there. That may be the time."
"What time?"
"The time we're looking for. But you don't worry about that."
"I don't know what's going on, don, but I'd like to go back home. I have to feed the pigs..."
"Fuck the pigs!" one of the men shouted. "Sir, believe me, you have nowhere to go. You have no pigs. You have no home. You have only your memories and we need you to tell us the fuck what happened. Do you understand?"
"No."
"Okay, it doesn't matter if you don't understand. Just be good and tell us. Just for a while and then you leave with your pigs."
"So I have pigs?"
The men nodded. Martín took a deep breath.
"It's all right. You want to know about the cow."
"Exactly."
"I went to look for the cow, which was grazing in the field. I went to look for her to milk her, you see? You know about these things, don't you?"
"Yes, yes, cows are milked, sheep are sheared..."
"Well, I grabbed the bucket and headed for the pasture."
"Was the grass too high?" asked one of the men. The other seemed surprised by the question.
"High, yes, a little bit," said Martín.
"Is the length of the grass important?" asked the other man, impatient.
"It could be important, yes... eventually."
"Don't listen to him, please. Go on. You grabbed the bucket and went to where the cow was."
"Yes. I arrived and greeted her, as I do every day."
"You greeted the cow?"
"Yes."
"How did you greet her? I mean, do you have a particular way of greeting the cow?"
"I pet her, don."
"You pet her..."
"Yes, and I pat it."
The man nodded.
"That's... tender."
Martín shrugged his shoulders.
"I put the bucket on the ground, under the udders. I squatted down."
"Did you notice anything strange? We're mostly interested in the strange. We know more or less how a cow is milked."
"About the cow?"
"Yes."
"There was nothing strange about the cow. It was as usual. You two..."
"No, no, we don't want to talk about us. Let's talk about the cow."
Martín looked at them without understanding.
"It's a cow..."
"Yes, of course, but..."
"Let him go on."
"All right, go ahead."
"I started milking her. The milk fell into the bucket."
"Do you remember the angle at which the milk fell?"
"The angle?"
"Do you know what an angle is?"
"It's like two lines that come together and in the middle... they form a... a little hat?"
"Something like that..."
"Is the angle important?" asked one of the men to the other.
"We don't know what's important. Everything could be important."
"Yes, but the angle at which the milk fell..."
"It could be important."
"It's unlikely that the angle is important."
"It's very unlikely that this gentleman is here. And yet..."
"And yet he's still here."
"Yes."
"Do you need to know anything else?" Martín said, making a gesture to get up.
"Stay seated, if you please."
Martín sank into the chair. One of the men was holding his head. The other looked at him.
"Let me think."
"Can I go to the bathroom?" Martín asked.
"There is no bathroom."
"No bathroom? And how do you men...?"
"We haven't had the urge yet," said one of the men.
"I have a little urge," said the other one.
"You don't work or live here?"
"No. We're just... momentarily."
"It is unlikely that we are here."
"And yet we are," said one of the men.
"Yes, we are," sighed the other.
"So you don't know where we are either?"
"Yes, yes, of course we know."
"We've been here many times. And I assure you there's no bathroom."
"Can we go back to the cow?" asked one of the men.
"Maybe it's not the cow," said the other.
"What then?"
"Maybe the glow?" asked Martín sheepishly.
"The glow! There was a glow? Why didn't you tell us before?"
"I thought you wanted to talk about the cow?"
"My God! We told you to let us know if you noticed anything strange. Doesn't a glow seem strange to you?"
"Sometimes there are glares..."
"We don't have much time, sir!"
"Well, but you had told me about the grass, the cow, the angles..."
"Let's go to the glare, please."
"I'd like you to tell me where we are first."
"You don't want to know where we are, I assure you. Tell us about the glow."
Martín folded his arms.
"Don't be stubborn, sir."
"We're doing this for a good cause."
"We're risking our lives, believe it or not."
"If you don't tell me where we are, I won't tell you anything."
"Don't be infatuated, please."
"Don't be childish. The stakes are high. You are at a key moment in history. This is really important. You are important. You can't be here for nothing. It's extremely unlikely that you'll be here. Do you understand that?"
"No, I'm not important. I just have the ranch, the cow, my pigs..."
"You have something important, sir, believe me. Something in your memories."
"My mother."
"What?"
"In my memories, there's my mother. On her deathbed."
"Let's not get sentimental, please. We all lost things, okay? We all had a mother..."
"She was a good woman," said Martín.
"There's no doubt about it. She must have been an extraordinary woman. But that's not what we're looking for."
"She knitted me sweaters."
"Please, sir. Let's focus on the glow."
"Where are we?" Martín asked with tears in his eyes.
"The glow, sir! The glow! We can't tell you where we are. You wouldn't understand," said one of the men as the other grabbed him by the arm. "Wait. Let me go on. You don't know what an angle is, do you understand? You don't know probabilities. What's the matter?" The other man said something in his ear. "Already? So fast?" He covered his face with his hands.
"I'm sorry," said the other man, looking at Martín.
He got up, walked a few steps and leaned against one of the walls.
"Where... ?" Martín started to say.
An explosion interrupted him. The man leaning against the wall had been blown into the air, as if a bomb had exploded inside him. There was blood and pieces of flesh everywhere. Martín burst into tears.
"Do you realize this isn't a joke? Do you realize what you just did?"
Martín wiped his face with his sleeve. He saw a piece of brain on the table.
"I didn't do anything," he whimpered.
"Of course you didn't do anything! If you had told us what we needed this wouldn't have happened. Talking all the time about your fucking cow and you didn't tell us about the glow!"
"I want to go."
"Yeah? Go away. Do me a favor, go away."
Martín remained still for a few seconds. He looked at the man. His white suit was stained by the other man's blood. He stood up. He went to the window. He drew the curtains. Outside, the vastness was also white. It was not what he expected. The world was not there. Just a white void. He turned around.
"No, no," the man said. "Keep looking. You're missing the best part."
Martín looked out the window again. Maybe a minute passed. Just infinite white, the same white in all directions. Then he saw a small speck to the right. Something was approaching.
"Has it appeared yet?" asked the man.
"It's coming," said Martín.
"It won't take long."
"What is it?"
"You look."
The stain was getting bigger and bigger. Martín thought he recognized a cow.
"Is it a cow?"
"It's not a cow."
"It looks like a cow."
"Yes, it looks like a cow."
When he was close enough, Martín could appreciate the details: the red eyes, the long, sharp abyssal fish teeth, the drool falling, the rough skin. He closed the curtains.
"It's not a cow," said Martín.
"It's not a cow."
"What's it doing there?"
"Can we go back to the glow?"
"Are we dead?"
"Dead! Really? Jose Luis is dead!" said the man, pointing to the wall.
"Are we in purgatory?"
"No. We are alive. But we have to talk about the glow before it's too late."
"José Luis..."
"Yes... I'm Ricardo. Nice to meet you." The man held out his hand.
"Martín."
They greeted each other.
"Martín, tell me about the glow. Please."
"When I was milking the cow, I thought I saw a glow. It wasn't strong. A tiny glow, but it was noticeable."
"That's important."
"I kept milking. I started to feel hot. It was strange, it wasn't a hot day. Is that important?"
"It could be."
"When I finished milking I started to feel sick."
"What did you feel?"
"I was suffocating. It felt like the grass was burning under my feet."
"So what happened then?"
"I don't remember."
"What do you mean, you don't remember?"
"I think I fainted."
"That's it? You fainted and came out here?"
"I don't remember."
"You have to remember. You have to know more about that glow. Listen to me, you have to be here for a reason. Maybe you don't understand, but it's very unlikely that you're here. I'm not going to bog you down with numbers, but it's almost impossible for you to be here."
"What do you mean by that?"
"That if you're here it's for a reason, someone brought you here. Or it's a coincidence, but that would be very unlikely."
"So?"
"So we think you must know something."
"What if I don't know anything?"
"Then it would all be for nothing."
"What if I were here just to waste your time?"
"Yes, it's possible, we thought of that too."
"Why is it important what happened?"
"You wouldn't understand."
"Because of the angles?"
"What? No, there's nothing to do with angles. Or yes, there are angles and numbers and functions, equations, graphs. But it's not that... not directly."
"I'm too stupid to understand. It is that. But I know it. Or you think I do. That it's somewhere in my head. There's something important in my head, but I don't know what it is and I can't figure it out."
"Yes."
"Because I'm so stupid."
"I didn't say that."
"But you think it."
"I do think it, yes."
"It's funny. I never understood that thing about memories."
"What do you mean?"
"I remember my mother, for example. But I don't understand her. I have only a few images. My mom doing this or that. We lived together for forty years, you know? Alone, on the ranch. Dad left when I was very young. And if I put all my memories of my mother together, I barely have a little while, a few minutes at most. Like a meaningless movie. A bad movie. All I have of my mother are the memories, but mom's not there, she's somewhere else."
"I think I understand what you're saying."
"You think the glow is there? With mom? In that place that isn't memories?"
"I honestly don't think so. With all due respect, it seems to me that this has nothing to do with your mother."
"Her eyes had a glow in them."
"All eyes have a glow, but it's not the glow we're looking for."
"Do we need another glow?"
"I assure you we do. I appreciate your feelings, but now is not the time."
Martín closed his eyes. He was silent for a few minutes.
"I remember something else," he said at last.
When he opened his eyes, he saw Ricardo on the floor, pale.
"Are you all right?" Martín asked.
"Cover yourself," said Ricardo.
Martín barely managed to turn around before Ricardo exploded into a thousand pieces. He shook off his clothes full of blood and guts. He returned to his chair. He stood for a few minutes trying to make sense of what was happening. So this is how it ends, he thought. He had seen the glow, face to face. A pity to have remembered it so late. He wondered if he would explode too.
He walked over to the window. He pulled back the curtains. The white vastness. He opened the window and pulled out an arm. He feared his skin would burn, disintegrate, become part of the whiteness, but nothing of the sort happened. He stuck his head out and took a deep breath. The emptiness felt good. He sat on the edge of the window with his feet dangling. He waited a few minutes until he saw the small stain. He waved his arm in the air. The spot got bigger and bigger. Again he saw the red eyes, the sharp teeth, the drool, the rough skin. But this time it looked unmistakably like a cow. He smiled. When the cow was within a few feet of him, he could see the gleam in its eyes. He couldn't tell if it was the same glow or not. It didn't matter. He didn't need another glow.
He closed his eyes. He felt her damp breath, the smell of freshly plucked grass. He petted her. The cow mooed.


La imagen fue creada con el modelo de inteligencia artificial Stable Diffusion.
The image was created with the Stable Diffusion artificial intelligence model.

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Sorprendente relato, mantiene la tensión hasta el final. Saludos

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Quizás la muerte sea ese blanco infinito, quizás los recuerdos sea el último eslabón de una muerte definitiva. Me recordó un poco el teatro del absurdo. Saludos amigo @agreste.

¡Muchas gracias, amigo! Sí, en la relectura yo también encontré algo del teatro del absurdo. ¡Saludos! !PIMP


You must be killin' it out here!
@agreste just slapped you with 1.000 PIMP, @silher.
You earned 1.000 PIMP for the strong hand.
They're getting a workout and slapped 1/1 possible people today.

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