Amasar, amasar, hornear. Así transcurrían los días para Elena Sarmiento. Heredar la panadería de sus abuelos no resultó ser tan afortunado ni gratificante como en su momento imaginó.
Elena era fuerte, abnegada. Provenía de una familia hacendosa que desde pequeña le enseñó el valor del trabajo, por lo que cuando sus queridos abuelos decidieron heredarle aquel negocio familiar, aceptó gustosa y emocionada. Como hija única no solo tenía el derecho, sino el deber de preservar las tradiciones familiares, se repetía siempre para sí.
Mientras Héctor, su esposo, trabajaba en la siembra, a ella le tocaba realizar los panecillos y las delicadeces que la aristocracia de la ciudad degustaba en sus festines
Lo que no había contemplado Elena es que una empresa familiar semejante demandaba mucho tiempo y esfuerzo. Era perfeccionista, y aparte de ser la directora general, ella prefería preparar los grandes banquetes con sus propias manos y casi sin ayuda, pues estaba convencida de que solamente ella podía entender el gusto de los exigentes comensales que tenían como clientes. Por otra parte, no podían permitirse el lujo de tener muchos empleados, a duras penas las ganancias les alcanzaban para sobrevivir y mantener los cultivos.
-Estamos de suerte, la familia Aristigueta encargó para mañana 100 bocadillos de guayaba y 100 croissants. Le comentó Héctor aquella mañana.
Elena asintió con resignación y fingiendo un entusiasmo ante la noticia que de no ser por aquella infame migraña y el tremendo cansancio añejo, hubiese sido genuino.
Amasar, amasar, hornear. Enormes gotas de sudor bajaban por su frente. Sus dos pequeñas gemelas se turnaban para halarle el delantal: -"¡Mamá, mamá, mira, mamá!"
No solo era administrar y cocinar en la empresa familiar, era cuidar a sus pequeñas que no pudieron darle tregua y decidieron venir al mundo al mismo tiempo.
Era supervisar que Marta, la señora que le ayudaba en casa 3 días a la semana, hiciera los dobleces de la ropa como debía hacerse, y que no volviera a lavar la ropa fina con la de diario, que ya había varias prendas rotas que debía coser en las noches en las que se suponía debía descansar del ajetreo sin fin.
Era atender a un esposo cada vez más lejano y sombrío. Era ver como la vida se le apagaba como aquella triste luna menguante.
El gato maullaba sin cesar. -Siempre tiene hambre, pensaba Elena con disgusto y en voz alta mientras veía su avejentada imagen en el cristal de la vitrina.
Nuevamente, el sudor recorriendo esta vez su espalda. La hilera de panecillos perfectamente alineada comenzaba a curvarse ante sus ojos.
-Mamá, mamá, ¿Escuchas, mamá? Valeria y Valentina comenzaban a impacientarse.
-"Miau" Los maullidos taladrándole el cerebro.
-Me faltan los bocadillos. Pensó, mientras con delicada destreza y mirada inexpresiva espolvoreaba el almíbar de guayaba con aquel polvo blanquecino que un día eliminó definitivamente a los roedores de su casa.
El anterior relato de ficción es mi entrada al Concurso de historias en honor a la escritora Emily Brontë. de #Literatos. Está realizado a manera de ejercicio y reflexión: la otra cara de la moneda. La del agobio, la del empoderamiento forzado, la autosuficiencia que en ocasiones nos hemos impuesto. Si bien las mujeres tenemos una enorme resiliencia natural, no es menos cierto que algunas son sobrepasadas emocionalmente por la carga de responsabilidad diaria en sus espaldas. Es un recordatorio para aprender a solicitar ayuda cuando se necesite, a resaltar nuestra valía, a trabajar el merecimiento y aprender a decir no cuando el sí vaya en detrimento nuestro. Es un llamado a vivir los sueños propios y a exaltar nuestros logros y virtudes, manejando nuestra emocionalidad de tal manera que la esperanza y la valentía, que son las premisas del concurso, sean ese apoyo y bastión del cual asirse cuando las fuerzas flaqueen.
Los invito a participar en esta genial iniciativa que incentiva la escritura creativa y en esta ocasión honra a la autora Emily Brontë, autora de la reconocida novela Cumbres borrascosas. Las bases del concurso las pueden leer aquí.
Gracias por leer.
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