Después de una semana llena de trabajo y responsabilidades, no había nada mejor que reunirse con amigos para disfrutar de la vida y celebrar la amistad. Nos encontramos en una pequeña terraza, cerca del centro de Santiago de Cuba, con el murmullo de la ciudad como telón de fondo. Mientras nos acomodábamos, el camarero nos trajo una ronda de cervezas Hollandia, una elección que no podía ser más acertada. La fría, prometía refrescarnos en ese cálido día.
Tomé el primer sorbo y, de inmediato, me sorprendió la suavidad y frescura de su sabor. La Hollandia, con su característico matiz dorado, tenía un equilibrio perfecto entre el lúpulo y la malta, lo que la hacía ideal para compartir entre amigos. Cada trago era un deleite, una explosión de notas ligeramente afrutadas que se mezclaban con un toque de amargor sutil. Era como si cada burbuja contara una historia, recordándonos que la vida está hecha para ser disfrutada.
A medida que el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, dejando un hermoso atardecer a nuestro alrededor, seguimos disfrutando de nuestras cervezas. La Hollandia no solo nos refrescaba, sino que también llenaba el aire de una sensación de felicidad y libertad. Así, ese sábado se convirtió en un recuerdo imborrable, donde la cerveza y la amistad se entrelazaron en una celebración de la vida en toda su esencia.
Las fotos son de mi propiedad
After a week full of work and responsibilities, there was nothing better than meeting up with friends to enjoy life and celebrate friendship. We met on a small terrace near the centre of Santiago de Cuba, with the murmur of the city as a backdrop. As we settled in, the waiter brought us a round of Hollandia beers, a choice that couldn't have been more appropriate. The cold one promised to refresh us on that hot day.
I took the first sip and was immediately surprised by the smoothness and freshness of its flavour. The Hollandia, with its characteristic golden hue, had a perfect balance between hops and malt, making it ideal for sharing among friends. Each sip was a delight, an explosion of slightly fruity notes mixed with a hint of subtle bitterness. It was as if each bubble told a story, reminding us that life is made to be enjoyed.
As the sun began to set on the horizon, leaving a beautiful sunset around us, we continued to enjoy our beers. The Hollandia not only refreshed us, but also filled the air with a feeling of happiness and freedom. Thus, that Saturday became an indelible memory, where beer and friendship intertwined in a celebration of life in all its essence.