“Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá.”
Miguel de Unamuno
Sentada junto a la ventana, mira la gente pasar por la calle a través del vidrio empañado por el vapor del café que humea sobre el marco. Sus ojos están mirando, pero ella no ve a nadie; su mente la lleva una y otra vez al día en que se marchó de su patria.
Muchas cosas pasaron, pero de ese día ella solo recuerda los besos que le dijeron adiós.
Había dejado atrás patria, familia y amores para labrar un nuevo destino que le permitiera -así fuese en la distancia- brindar ayuda para que ellos estuviesen un tilín mejor, pues la condición precaria del país apretaba, afectando la calidad de vida del común de la población. La oportunidad de irse bien y segura había surgido y ella, en contra de sus deseos y apegos, la había tomado casi sin pensarlo.
No es fácil desprenderse de lo que se ama y alejarse de ello sabiendo que un futuro reencuentro se encuentra distante y sujeto a probabilidades; pero, aún así, había partido con una buena reserva de lágrimas y su maleta llena de esperanzas, sueños y recuerdos.
El día antes de partir al aeropuerto, estando en la casa materna, recibió un fuerte y prolongado abrazo de su vieja, que besando su frente le echó la bendición pidiendo a Dios para que la protegiera y la acompañara en su nueva vida; mientras el viejo, las tías y su hermana esperaban turno para despedirse también.
Aquel beso, seco y tosco de la madre, ahora en la distancia se sentía húmedo y tierno y cargado de añoranzas.
Por su parte, la despedida de su padre y su hermana, más bien fue pasiva y silente, como queriendo hacerlo ver como algo normal y restándole importancia a fin de mitigar el profundo dolor que los embargaba a todos. Se limitaron a darle consejos y resaltar el mundo de oportunidades que se abría ante su vida, aunque sus almas lloraban por dentro su partida.
La verdadera vorágine de sentimientos encontrados estaba reservada para el día siguiente, donde su esposo y su único hijo la acompañarían hasta el aeropuerto para decirle adiós, o quizá mejor un “hasta pronto”, y permanecer en la terminal aérea con la vista fija en el horizonte hasta que el avión se difuminase en el brillante e incandescente cielo.
Tomó un sorbo largo de café, enjugó sus lágrimas con la manga del suéter, y sin despegar los ojos de la ventana se sumergió vívidamente en el recuerdo de los últimos besos en el aeropuerto.
El primero, casi interminable, había sido el de su hijo, quien hablaba más con la mirada de sus ojitos desorbitados que con las palabras que se le atoraban en la garganta. Apretó sus labios contra su mejilla, y en un susurro balbuceante creyó oírle decir: “Tranquila mami, vas a estar muy bien, y acá estaremos esperando el día en que nos volvamos a ver”.
El segundo beso fue de su esposo. No había sido un beso apasionado, pero contenía en sí la fuerza de un volcan en erupción llevándola al infinito del tiempo de ausencia. La miró fijo a los ojos con sus pupilas dilatadas y le dijo, aún rozando sus labios: “Sabes que te amo y que este amor va más allá del espacio y el tiempo, así que siempre lo llevarás contigo, y estarás presente junto a mí a pesar de la distancia”.
Despegó sus labios de su amado y caminó hacia la plataforma de abordajes atendiendo al llamado del altoparlante, y en ese instante comenzó a sentir un calor ardiente en sus labios, como si hubiese besado un tizón encendido que la marcaba.
Los besos se habían grabado en su piel como una cicatriz imborrable dando fe de lo mucho que amaba y que era amada.
El café ya estaba tan frío como el ambiente; terminó de tomarlo de un trago y se marchó sin más a su jornada de trabajo rutinaria. Silvio le cantaba en su mente esa canción que tanto le pegaba.
“¿Qué hago tan lejos?
dándole motivos
a esta jugarreta cruel de los sentidos”
veac130423
FUENTE:
Video de YouTube: "Hoy mi deber era"
Autor: Silvio Rodríguez
Interprete: Leiden Gomis
ENGLISH VERSION
"Kisses that come laughing, then go crying, and in them life goes, never to return. "
Miguel de Unamuno
Sitting by her window, she watches people pass by on the street through the glass fogged by the steam from the coffee steaming over the frame. Her eyes are watching, but she sees no one; her mind takes her back again and again to the day she left her homeland. Many things happened, but of that day she only remembers the kisses that said goodbye.
She had left behind her homeland, family and loves to carve out a new destiny that would allow her, even from a distance, to help them to be a little better off, since the precarious conditions of the country were affecting the quality of life of the common population. The opportunity to leave safe and sound had arisen and she, against her desire and attachments, had taken it almost without thinking.
It is not easy to get rid of what you love, and get away from it, knowing that a future reunion is distant and subject to probabilities; but even so, she had left with a good store of tears and her suitcase full of hope, dreams and memories.
The day before leaving for the airport, being at her mother's house, she received a strong and prolonged hug from her old lady, who kissed her forehead and blessed her, asking God to protect her and accompany her in her new life; while the old man and her sister waited their turn to say goodbye as well.
That kiss, dry and rough, now in the distance felt wet and tender and full of longing.
On the other hand, the farewell of his father and sister was rather passive and silent, as if they wanted to make it seem normal and downplaying its importance in order to mitigate the deep pain that was seizing them all. They limited themselves to giving her advice and emphasizing the world of opportunities that was opening up in her life, even though their souls were weeping for her departure.
The real maelstrom of mixed feelings was reserved for the next day, where her husband and only son would accompany her to the airport to say goodbye, or perhaps better a "see you soon," and remain in the air terminal with their eyes on the horizon until the plane faded into the bright, incandescent sky.
She took a long sip of coffee, wiped away her tears with the mage of her sweater, and without taking her eyes off the window she immersed herself vividly in the memory of the last kisses at the airport.
The first, almost interminable, had been the one with her son, who spoke more with the look in his wild little eyes than with the words that stuck in his throat. She pressed her lips to his cheek, and in a stammering whisper she thought she heard him say: "Calm down mommy, you're going to be just fine, and we'll be here waiting for the day we'll see each other again ".
The second kiss was from her husband. It was not a passionate kiss, but it contained in itself the explosion of dozens of supernovas that expanded towards the infinity of the time of absence. He looked into her eyes with dilated pupils and said, still brushing her lips: "You know that I love you and that this love goes beyond space and time, so you will always carry it with you, and you will be present in spite of the distance. " He said, still brushing her lips.
She detached her lips from her beloved and walked towards the boarding platform heeding the call of the loudspeaker, and from that instant she began to feel a burning heat on her lips, as if she had kissed a burning blight that marked her. From then on those kisses were engraved on her skin like a permanent scar reminding her how much she loved and was loved.
The coffee was already as cold as the atmosphere; He finished taking it in one gulp and went without further ado to his routine work day. Silvio sang in his mind that song that hit him so much.
“What am I doing so far?
giving him reasons
to this cruel trick of the senses”
veac130423
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