MIDNIGHT ON THE CLOCK | @mariannewest's Freewrite Writing Prompt Day 2589: set the clock | [EN/ES]

Time had stopped on the large clock on the far wall; its hands stopped at about twelve o'clock, but that didn't seem to matter to the two men at the table, who were too focused on a makeshift chessboard to stop the game and set the clock.

They were wearing maintenance coveralls from the lower levels. The youngest of them had ripped off his sleeves, in violation of the dress code, and from the blue and yellow stripes on their uniforms, they must have been from level 27, which had a reputation throughout the complex for never fixing anything.

Their level was too close to the power cells, and those who didn't mutate generally didn't survive very long, so the supervisors, like the C4P0 unit, simply stored their codes to measure radiation levels at the time of processing.

As the machines tended to ignore them and rumour had it that everything was automated, the 27th's absenteeism was the highest in the complex. Very few were doing their assigned shifts, but they were doing something other than dying faster than the rest of the population. Power cuts and blackouts had increased in the upper levels.

There was also an unhealthy, almost religious obsession with clocks that had stopped ticking, all before twelve o'clock. Along with something that lacked logic underground and only occurred on level 27, where its inhabitants used to greet each other by saying it was almost midnight, a phrase they claimed to have taken from the old company survival manuals and which had not been used since the war that had almost wiped everything out.

El tiempo se había detenido en el gran reloj que ocupaba la pared del fondo; sus manecillas se pararon cerca de las doce, pero eso no parecía importarles a los dos hombres de la mesa, que estaban demasiado concentrados en un improvisado tablero de ajedrez como para detener la partida y poner en hora el reloj.

Llevaban monos de mantenimiento de los niveles inferiores. El más joven de ellos se había arrancado las mangas, infringiendo el código de vestimenta, y por las rayas azules y amarillas de sus uniformes, debían de ser del nivel 27, que tenía fama en todo el complejo de no arreglar nunca nada.

Su nivel estaba demasiado cerca de las células de energía y, por lo general, los que no mutaban no sobrevivían demasiado tiempo, así que los supervisores, como la unidad C4P0, se limitaban a almacenar sus códigos para medir los niveles de radiación en el momento de su procesamiento.

Como las máquinas tendían a ignorarlos y corría el rumor de que todo estaba automatizado, el absentismo del 27 era el más elevado del complejo. Muy pocos hacían los turnos asignados, pero hacían algo distinto a morir más rápido que el resto de la población. Los cortes de electricidad y los apagones habían aumentado en los niveles superiores.

También existía una obsesión malsana y casi religiosa por los relojes que habían dejado de funcionar, todos antes de las doce. Junto con algo que carecía de lógica bajo tierra y que solo ocurría en el nivel 27, donde sus habitantes solían saludarse entre ellos diciendo que era casi medianoche, una frase que decían haber sacado de los viejos manuales de supervivencia de la empresa y que no se utilizaba desde la guerra que casi había acabado con todo.