La verdadera influencia no se mide en números, sino en el impacto positivo que generas en la vida de los demás. El Día del Influencer me invita a reflexionar sobre el poder de la siembra. ¿Qué semillas plantamos en la vida de los demás? ¿Qué cosechamos a cambio?
Hoy les quiero presentarles a tres personas muy especiales que sembraron en mi vida semillas de confianza, perseverancia y pasión.
Sus vidas, llenas de enseñanzas y experiencias, me mostraron que ser influyente no es cuestión de seguidores, sino de inspirar a quienes te escuchan, con un mensaje profundo, autentico, honesto y real que genere un impacto en las vidas de quienes lo escuchen.
La primera es mi amada profesora Carmen de Querales: Un legado de serenidad y autoconfianza.
A Carmen de Querales yo la puedo definir como una persona exquisita. Su sello personal era la elegancia que la caracterizaba en todos sus aspectos – su caminar, su hablar, su andar, su escritura, toda ella era hipnótica. Cuando ella entraba a un lugar parecía que su sola presencia lo llenara con serenidad, elocuencia y la desenvoltura que irradiaba cargada de una paz capaz de calmar hasta las tormentas más intensas. Su voz, una melodía suave, sus manos, siempre impecables, y su sonrisa, un bálsamo para el alma, ella creaba una atmósfera de confianza y seguridad que te envolvía desde el primer momento. Alguien con quien podías conversar de lo que fuera, cuando fuera y donde fuera.
Con ella tengo miles de anécdotas para contarles, sin embargo, quiero resaltar especialmente un momento muy difícil que viví en mi época de estudiante universitaria por allá en el 2006 cuando cursaba periodismo y yo era estudiante becada de mi universidad y una situación con una compañera que quería mi beca me obligó a defenderme a través de una carta y la profesora Carmen, con su habitual serenidad, me guio en la redacción de esta carta de defensa.
Mientras escribía, ella me dijo: "María Esperanza, no utilices a tus hijas como comodín; tú tienes suficiente valor como persona y estudiante, tu rol de madre es uno aquí eres profesional".
Sus palabras fueron un rayo de luz, en una cultura donde el ser madre joven y soltera era visto como un delito y además considerado que al ser madre nada más podía hacer, el que ella me dijera eso, me devolvió de algún modo la confianza y me hizo entender que ciertamente ser madre era un rol, no era lo que me definía como persona.
Hay algo que recuerdo con profunda admiración era el respeto que ella mostraba al hablarte y corregirte verbal o escrito, ella solía escribir las correcciones de los trabajos y hojas pequeñas y sujetarlas con clip a la altura del párrafo en el que hacia la corrección para no rayar el trabajo que habías presentado, anotaciones precisas, escritas a grafito en pequeños papelitos, cuidadosamente numeradas, sin una sola marca en mis hojas. Esa elegancia en los detalles, tan característica de ella, se convirtió en una lección invaluable que hoy aplico en mi propio trabajo.
Ella me recordó que podía a creer en mí misma, al comenzar ella hacerlo cuando yo lo hacía. Con su ejemplo me enseñó que mi valor como persona y como profesional no dependía de las circunstancias externas, sino de mi propia convicción. Esa lección, grabada a fuego en mi corazón, es la base de mi propósito actual: acompañar a otros en su camino hacia la autoconfianza. Me siento profundamente orgullosa de haber sido su discípula, de haber aprendido de su ejemplo y de llevar su legado conmigo.
La profesora Carmen de Querales fue definitivamente un faro que iluminó mi camino, una verdadera influencia para descubrir la fuerza que llevaba dentro.
Más adelante en mi andar profesional aprecio Silvia Pernía, para nuevamente hacerme creer en mi propio talento.
Silvia la conocí en mis pasantías para graduarme de periodista, ella fue mi tutora de pasantía. El primer día en la oficina, me recibió con una calidez inesperada. Mientras revisaba mi currículum, sus ojos se abrieron con asombro: '¡Cuántas cosas has hecho en tan poco tiempo! Me impresionas'. Esa frase, pronunciada con genuina admiración, me llenó de una confianza que no sabía que necesitaba. Sin embargo, lo que vino después fue aún más transformador.
Con una firmeza amorosa, me ubicó en mi nuevo rol: 'Aquí no eres una estudiante, María Esperanza; eres una periodista. Has llegado hasta aquí, y tienes el conocimiento para hacerlo. No dudes de ti misma.'
Sus palabras resonaron en mi interior, disipando las inseguridades que me tenían ya bandera plantada en mi cabeza y corazón. De repente, comprendí que ya era una profesional, que la pasantía era solo el último paso para obtener el título, pero que mi formación y mi capacidad ya me habían preparado para el mundo laboral. Silvia no solo desafió mis conocimientos adquiridos en la universidad, sino que también me enseñó a confiar en mis capacidades profesionales, a tener confianza en mis habilidades y a defender mis ideas.
Ella me hizo entender que la forma en que me presentaba al mundo, era crucial para mi éxito profesional. No se trataba de usar ropa de marca o un maquillaje perfecto, sino de proyectar la seguridad y la confianza que sentía en mi interior. Si yo no creía en mi capacidad, ¿cómo podrían creerlo los demás? Silvia me enseñó a caminar con seguridad, a hablar con firmeza y a moverme con originalidad, no por imitar un modelo externo, sino porque esa era la proyección natural de mi propia convicción.
Y la lección más significativa fue cuando descubrió que mi compañera, Florencia, me estaba robando mis ideas. Silvia, sin dudarlo, intervino, no solo defendiendo mi trabajo, sino también enseñándome a defenderme a mí misma y a levantar mi voz. 'Tienes que defender tus ideas, María Esperanza. No puedes permitir que nadie te las robe'. Sus palabras fueron un grito de aliento, un llamado a la acción que me empoderó y me ayudó a encontrar mi propia voz.
Silvia, con su dulzura, su firmeza y su capacidad de observación, me enseñó a valorarme como profesional, a defender mis ideas y a confiar en mi propio talento. Ella fue, simplemente, un poema de persona.
Y para terminar con el principio de todo este recorrido está el Profesor Humberto Márquez, definitivamente: Un educador integral.
El es un ejemplo de que no necesitas tener un contacto directo y cercano con alguien para generar profundamente un impacto en su vida, su presencia en mi vida fue indirecta, pero profundamente significativa. Nunca tuve una relación cercana con él, pero su figura fue constante en mi entorno personal, de estudio y trabajo, su estilo inconfundible, dejaron una huella imborrable. Él sin duda alguna es un caballero, en toda la extensión de la palabra.
Humberto no era simplemente un profesor; era un educador integral. Su influencia se extendía más allá de las materias que impartía; su forma de ser, desde su vestimenta hasta su manera de hablar, transmitía valores y actitudes que moldearon mi propia visión de la enseñanza.
Él era orientador vocacional y un aspecto clave de su estilo era su habilidad excepcional para facilitar la interacción y el aprendizaje grupal. Recuerdo con especial cariño una dinámica que utilizaba con frecuencia: dos círculos concéntricos, uno dentro del otro, que giraban lentamente. A medida que los círculos rotaban, las personas se encontraban cara a cara, iniciando conversaciones que, al principio tímidas, florecían en un intercambio fluido y profundo.
Esta simple dinámica, que yo misma utilizo ahora en mis clases, era una herramienta poderosa para romper el hielo, generar confianza y estimular el trabajo en equipo. Humberto observaba con una sonrisa sutil, guiando el proceso con sutileza, permitiendo que la conversación fluyera naturalmente hasta alcanzar un nivel de apertura y sinceridad asombroso. No imponía, sino que facilitaba, creando un espacio seguro para la reflexión y la colaboración.
Más allá de sus habilidades como facilitador, recuerdo su presencia calmada y enérgica, una mezcla perfecta que infundía confianza y sabiduría al mismo tiempo. Caminaba con un paso firme, pero tranquilo, siempre erguido, su voz era modulada y profunda que transmitía autoridad y respeto. Su mirada era atenta, su escucha activa muy palpable, él simplemente escuchaba con todo su cuerpo y de una forma casi inadvertida te hacía sentir atendido y valorado. Su amabilidad y respeto eran evidentes, siempre con una sonrisa amigable, creando un ambiente de confianza y respeto mutuo.
Años después, en mi carrera como facilitadora, sigo utilizando su estilo como referencia. Su influencia perdura en mi forma de enseñar, en mi compromiso con la facilitación y en mi convicción de que la educación integral debe abarcar no solo la transferencia de conocimiento, sino también la formación de valores y el desarrollo de habilidades interpersonales.
Humberto Márquez fue, sin duda, un maestro excepcional, un ejemplo a seguir, y una inspiración constante en mi camino como educadora.
Quiero cerrar esta reflexión haciendo foco en que para mí ser un influencer no significa hacer cosas extraordinarias, sino hacer cosas simples de manera extraordinaria. No sabemos hasta qué punto nuestras palabras y acciones impactarán a los demás, pero lo harán, inevitablemente.
Las tres personas que mencioné marcaron un hito en mi vida. Sus enseñanzas, su ejemplo y su apoyo me moldearon como persona y como profesional. Aún me queda mucho camino por recorrer, pero me siento profundamente honrada de haberlos conocido y de que hayan sembrado en mí valores tan importantes. Sus acciones no solo me influenciaron, sino que me impulsaron a ser mejor.
Silvia, con quien construí una amistad que trascendió lo profesional; la profesora Carmen de Querales, cuyo lazo se extendió más allá de los límites académicos; y el profesor Humberto Márquez, cuya influencia, aunque distante, dejó una huella imborrable, me enseñaron que no siempre es necesario un vínculo cercano para inspirar profundamente. Ellos, con su empatía, observación, y deseo genuino de servir, dejaron una marca en mi vida que siempre llevaré conmigo.
Estoy segura de que yo no sería la persona que soy hoy sin que ellos se hubieran cruzado mi camino. Escribo esto como una manera de honrarlos, aunque soy consciente de que mis palabras apenas alcanzan a reflejar un pequeño fragmento de lo que realmente hicieron por mí.
Hoy aprovechando la iniciativa de @hiveargentina para invitar a quienes han llego hasta este punto de la lectura a tomar conciencia de que todo somos Influencers. Tus acciones, grandes o pequeñas, dejan una huella en quienes te rodean. Tú decides cómo quieres que las personas te recuerden.
True influence isn’t measured in numbers but in the positive impact you create in the lives of others. Influencer Day invites me to reflect on the power of sowing. What seeds are we planting in the lives of others? What do we reap in return?
Today, I want to introduce you to three very special people who planted seeds of trust, perseverance, and passion in my life.
Their lives, full of lessons and experiences, showed me that being influential isn’t about followers, but about inspiring those who listen to you with a deep, authentic, honest, and real message that creates an impact on the lives of those who hear it.
The first is my beloved teacher, Carmen de Querales: A legacy of serenity and self-confidence.
I can describe Carmen de Querales as an exquisite person. Her personal hallmark was the elegance that characterized her in every aspect—her walk, her speech, her demeanor, her writing; every part of her was captivating. When she entered a room, her mere presence seemed to fill it with serenity, eloquence, and a calm energy capable of quieting even the most intense storms.
Her voice was a soft melody, her hands always impeccable, and her smile a balm for the soul. She created an atmosphere of trust and security that enveloped you from the very first moment. She was someone with whom you could talk about anything, at any time, and in any place.
I have countless anecdotes to share about her, but I want to highlight a particularly challenging moment I experienced during my time as a university student back in 2006. I was studying journalism and was a scholarship student at my university. A situation with a classmate who wanted my scholarship forced me to defend myself through a letter, and Professor Carmen, with her usual serenity, guided me in writing that defense letter.
While I was writing, she told me:
"María Esperanza, don't use your daughters as a trump card; you have enough value as a person and as a student. Your role as a mother is one thing; here, you are a professional."
Her words were a ray of light. In a culture where being a young single mother was seen as a crime and where it was assumed that being a mother meant you couldn’t do anything else, her saying that to me somehow restored my confidence. It made me understand that, indeed, being a mother was a role—it didn’t define me as a person.
There is something I remember with deep admiration was the respect she showed when talking to you and correcting you verbally or in writing, she used to write the corrections of the papers and small sheets and clip them at the height of the paragraph in which she made the correction so as not to scratch the work you had submitted, precise annotations, written in graphite on small pieces of paper, carefully numbered, without a single mark on my sheets. That elegance in the details, so characteristic of her, became an invaluable lesson that I apply today in my own work.
She reminded me that I could believe in myself, as she began to do so when I did. By her example, she taught me that my value as a person and as a professional did not depend on external circumstances, but on my own conviction. That lesson, engraved in my heart, is the basis of my current purpose: to accompany others on their path to self-confidence. I am deeply proud to have been her disciple, to have learned from her example and to carry her legacy with me.
Professor Carmen de Querales was definitely a lighthouse that illuminated my path, a real influence to discover the strength I had inside.
Later on in my professional career I appreciated Silvia Pernía, to make me believe in my own talent again.
I met Silvia during my internship to graduate as a journalist, she was my internship tutor. The first day in the office, she welcomed me with unexpected warmth. As she reviewed my résumé, her eyes widened in amazement: 'How many things have you done in such a short time! I'm impressed.' That sentence, delivered with genuine admiration, filled me with a confidence I didn't know I needed. What came next, however, was even more transformative.
With loving firmness, she placed me in my new role: '**You're not a student here, Maria Esperanza; you're a journalist. You have come this far, and you have the knowledge to do it. Don't doubt yourself.
Her words resonated within me, dispelling the insecurities that had already planted a flag in my head and heart. Suddenly, I understood that I was already a professional, that the internship was only the last step to obtain my degree, but that my training and my ability had already prepared me for the working world. Silvia not only challenged my knowledge acquired at the university, but also taught me to trust my professional abilities, to have confidence in my skills and to defend my ideas.
She made me understand that the way I presented myself to the world was crucial to my professional success. It wasn't about wearing designer clothes or perfect makeup, but about projecting the security and confidence I felt inside. If I didn't believe in my ability, how could others? Silvia taught me to walk with confidence, to speak with firmness and to move with originality, not because I was imitating an external model, but because that was the natural projection of my own conviction.
And the most significant lesson was when she discovered that my partner, Florencia, was stealing my ideas. Silvia, without hesitation, intervened, not only defending my work, but also teaching me to defend myself and raise my voice. 'You have to defend your ideas, Maria Esperanza. You can't let anyone steal them from you.' Her words were a cry of encouragement, a call to action that empowered me and helped me find my own voice.
Silvia, with her gentleness, her firmness and her capacity for observation, taught me to value myself as a professional, to defend my ideas and to trust in my own talent. She was, quite simply, a poem of a person.
And to finish with the beginning of all this journey, there is Professor Humberto Márquez, definitely: An integral educator.
He is an example that you do not need to have a direct and close contact with someone to generate a profound impact on his life, his presence in my life was indirect, but deeply significant. I never had a close relationship with him, but his figure was constant in my personal, study and work environment, his unmistakable style left an indelible mark. He is undoubtedly a gentleman, in every sense of the word.
Humberto was not simply a teacher; he was an integral educator. His influence extended beyond the subjects he taught; his way of being, from his dress to the way he spoke, transmitted values and attitudes that shaped my own vision of teaching.
He was a vocational counselor and a key aspect of his style was his exceptional ability to facilitate group interaction and learning. I remember with special fondness a dynamic he often used: two concentric circles, one inside the other, slowly rotating. As the circles rotated, people would meet face to face, initiating conversations that, shy at first, blossomed into a fluid and deep exchange.
This simple dynamic, which I now use myself in my classes, was a powerful tool for breaking the ice, building trust and stimulating teamwork. Humberto observed with a subtle smile, guiding the process with subtlety, allowing the conversation to flow naturally until it reached an amazing level of openness and sincerity. He did not impose, but facilitated, creating a safe space for reflection and collaboration.
Beyond his skills as a facilitator, I remember his calm and energetic presence, a perfect blend that instilled confidence and wisdom at the same time. He walked with a firm, but quiet, always upright, his voice was modulated and deep, conveying authority and respect. His gaze was attentive, his active listening very palpable, he simply listened with his whole body and in an almost unnoticed way made you feel cared for and valued. His kindness and respect were evident, always with a friendly smile, creating an atmosphere of trust and mutual respect.
Years later, in my career as a facilitator, I continue to use her style as a reference. His influence lives on in the way I teach, in my commitment to facilitation and in my conviction that integral education should encompass not only the transfer of knowledge, but also the formation of values and the development of interpersonal skills.
Humberto Márquez was, without a doubt, an exceptional teacher, an example to follow, and a constant inspiration in my path as an educator.
I want to close this reflection by focusing on the fact that for me, being an influencer does not mean doing extraordinary things, but doing simple things in an extraordinary way. We do not know to what extent our words and actions will impact others, but they will, inevitably.
The three people I mentioned marked a milestone in my life. Their teachings, example and support shaped me as a person and as a professional. I still have a long way to go, but I feel deeply honored to have met them and to have had such important values instilled in me. Their actions not only influenced me, but pushed me to be better.
Silvia, with whom I built a friendship that transcended the professional; Professor Carmen de Querales, whose bond extended beyond academic boundaries; and Professor Humberto Márquez, whose influence, although distant, left an indelible mark, taught me that a close bond is not always necessary to inspire deeply. They, with their empathy, observation, and genuine desire to serve, left a mark on my life that I will always carry with me.
I am certain that I would not be the person I am today without them crossing my path. I write this as a way of honoring them, although I am aware that my words barely reflect a small fragment of what they really did for me.
Today, taking advantage of @hiveargentina's initiative to invite those who have reached this point in the reading to become aware that we are all Influencers. Your actions, big or small, leave an imprint on those around you. You decide how you want people to remember you.
Foto/Photo by: @esperanzalandia
Edición de Fotos/Photo Editing by: @esperanzalandia
Agradezco por haberme ayudado con la edición del video a @palabras1 / Thank you for helping me with the editing of the video.
Video editado con el editor / Video edited with the editor Capcut
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