—Shut up, don't tell anyone.
Until then I had remained inert, more surprised than any other sensation I could feel. I had on top of me the man most desired by girls at that moment. He was kissing me as if there weren't a lot of better looking guys; me who wasn't exactly anyone's dream, not even any self-confessed homosexual in high school. I was extremely ecstatic, so much so that I thought I would pass out from all the excitement.
—We got off to a bad start, but it might end well. I'll tell you one thing, —Sebastian confessed as he released his body from his uniform— I've always, always liked you. I don't know if I'm your type of person to pick up, but I need to try and see how it goes.
—So, it's me, your guinea pig?
Sebastian smiled and a few pink furrows began to form on his cheeks, which I was quick to admire. I didn't understand his sudden reaction, at that moment we had never spoken, he was almost a stranger to me. Although I always avoided any contact with my classmates, in the end they ended up knowing me for my skills as a gamer.
—Maybe so. However, I prefer to call you my first chance —he was talking and I was staring at the sky, as soon as he noticed it, he rebuked me— how much do you look up?
—I want to find the hidden camera, because this must be a joke. Sebastian, you're the sexiest guy I've ever seen in my life, you can't just kiss me and pretend to like me. And I have pretty balanced self-esteem, so it's not about me being... insecure.
He scoffed at me laughing loudly. But in an instant he stuck out his hand and brought mine to his heart. His heart was racing and I didn't know how to react to that. We got off to a bad start and I, who thought it was a joke, almost blew it.
—Don't tell anyone. It will be our secret. But, this is not a farce. I've been dreaming about this one for a long time.
We got into his car and drove around Madrid. And I don't know why I saw the city with different eyes, I just couldn't believe it. I just remember that it was a perfect moment, a first meeting in Puerta del Sol, a big hug in the Cibeles Fountain, a photo by that bench in La Casa de papel.
—I'm 19—he murmur childishly—I'm 19, just turned 19.
—I'm 18, I don't know what else to tell you. You're perfect. And I don't know why you're doing this, you're a man quite pursued by women and I'm just a mortal.
—Don't tell anyone, Mauro, but, I think I've always been gay. And don't let my sports skills fool you. Basketball has always been with me, but my parents see me as a fucking product. I'm tired of people who think they're perfect, I don't care what they say or what they have to judge, I want to live what I have left in freedom.
—What you have left, Sebastian you are barely 19, don't talk as if you will have little time left... relax, our parents sometimes saturate us with very high expectations.
—I have pancreatic cancer,—he murmured sobbing, while with one hand he covered his eyes with shame,—I'm going to die and it hurts me, you know, not having chosen to tell you sooner how much I wanted this moment to pass. I wanted to be together with you, but my taboos were stronger than anything. My mother, my father, my girlfriend and my friends, they don't know anything. Don't tell anyone.
—Quiet!, the truth is that right now I don't know what to tell you. I have always felt like a coward in the face of the suffering of others and your diagnosis has left me deeply moved—I hugged him tightly and we both cried to the rhythm of the first morning cheers.
We both stood watching the traffic almost absent from our realities. Our hands were clasped indefinitely. Tears streamed down my cheeks as the breeze distracted me. That evening suddenly became the beginning of something that was destined not to be. We spent 5 or 6 hours a day from then on, for the next week, touring the city, but by the seventh day we began to realize that continuing in this plan was going to devastate Sebastian even more.
He remained upbeat, I never saw him complaining. We knew each other to the fullest, as if we were one day, souls destined to meet, we loved each other more in those nights we gave each other, than in any other night of posterity. A one week love, until his parents found out about his diagnosis and subjected him to a painful radiotherapy that made him suffer much more.
The last time I saw him, he was quite emaciated and his divine dimples were gone. He didn't want to greet me, that made me cry my eyes out. Sebastian didn't know it, but that week we spent together had saved my life. The force of destiny made me think again and rethink my life forever. We got off to a bad start and I, who thought I had found instant love, ended up finding something more lasting in time: the memory of a fleeting love. Sebastian would die soon after.
THE END
-¡Calla!, no se lo digas a nadie.
Hasta entonces me había mantenido inerte, más sorprendido que cualquier otra sensación que pudiera sentir. Tenía encima de mí al hombre más deseado por las chicas en aquel momento. Me estaba besando a mí como si no hubiera un montón de chicos más guapos; a mí que no era precisamente el sueño de nadie, ni siquiera de ningún homosexual confeso del instituto. Estaba sumamente extasiado, tanto que creí me desmayaría de tanta emoción.
—Empezamos mal, pero puede que termine bien. Te diré una cosa —confeso Sebastián mientras liberaba su cuerpo del uniforme— siempre, me has gustado. No sé si yo sea tu tipo de persona para ligar, pero necesito probar y ver qué tal.
—Entonces, soy yo, ¿tu conejillo de indias?
Sebastián sonrió y en sus mejillas se comenzaron a formar unos cuantos surcos rosa, que no demore en admirar. No entendía su repentina reacción, en ese momento no habíamos hablado nunca, era casi un desconocido para mí. Aunque yo siempre evitaba cualquier contacto con mis compañeros, al final terminaban conociéndome por mis habilidades como gamer.
—Puede que sí. Sin embargo, yo prefiero llamarte mi primera oportunidad —él hablaba y yo me quedaba mirando al cielo, en cuanto lo notó, me increpó— ¿qué tanto miras para arriba?
—Quiero encontrar la cámara escondida, porque esto debe ser una broma. Sebastián, tú eres el tipo más sexy que he visto en mi vida, no puedes simplemente besarme y fingir que te gusto. Y tengo una autoestima bastante equilibrada, así que no se trata de que sea... inseguro.
Él se mofó de mí riéndose con fuerza. Pero en un instante asomó su mano y llevo la mía a su corazón. Esté lanzaba pulsaciones a mil por hora y yo no supe cómo reaccionar a eso. Empezamos mal y yo, que creía que eso era una broma, casi lo echaba a perder.
—No se lo digas a nadie. Será nuestro secreto. Pero, esto no es una farsa. Llevo soñando con este desde hace mucho.
Nos subimos a su coche a recorrer Madrid. Y no sé por qué veía a la ciudad con ojos distintos, es que, no me lo creía. Solamente recuerdo que era un momento perfecto, un primer encuentro en Puerta del Sol, un abrazo fuerte en La Fuente de Cibeles, una foto por aquel banco de La Casa de papel.
—19 —murmuro en plan de niñato— tengo 19 años, recién cumplidos.
—Yo tengo 18, no sé qué más decirte. Eres perfecto. Y no sé por qué estás haciendo esto, tú eres un hombre bastante perseguido por las mujeres y yo solamente soy un mortal.
—No se lo digas a nadie, Mauro, pero, creo que siempre he sido gay. Y que no te engañen mis habilidades deportivas. El basket me ha acompañado desde siempre, pero mis padres me ven como un maldito producto. Estoy cansado de la gente que se cree perfecta, no me importa lo que digan o lo que tienen para juzgar, quiero vivir lo que me queda en libertad.
—¿Lo que te queda?, Sebastián apenas tienes 19, no hables como si te quedará poco tiempo... tranquilo, nuestros padres a veces nos saturan con expectativas muy altas.
—Tengo cáncer de páncreas, -murmuró sollozando, mientras con una mano tapaba sus ojos con vergüenza—me voh a morir y me duele, ¿sabes?, no haber optado por decirte antes cuanto quería que este momento pasara. Quería estar junto a ti, pero mis tabúes eran más fuertes que cualquier cosa. Mi madre, mi padre, mi novia y mis amigos, no saben nada. No sé lo digas a nadie.
—Tranquilo, la verdad es que ahora mismo no sé qué decirte. Siempre me he sentido un cobarde ante el sufrimiento de los demás y tu diagnóstico me ha dejado profundamente conmovido,—lo abracé fuertemente y lloramos los dos al ritmo de los primeros vítores matutinos.
Nos quedamos ambos mirando el tráfico casi ausentes de nuestras realidades. Nuestras manos estaban indefinidamente unidas. Las lágrimas surcaban por mis mejillas, mientras la brisa me distraía. Aquella velada se convirtió de pronto en comienzo de algo que estaba destinado a no ser. Pasábamos 5 o 6 horas diarias desde entonces, por toda la siguiente semana, recorriendo la ciudad, pero al séptimo día comenzamos a notar que seguir en ese plan iba a devastar más a Sebastián.
Él se mantenía animado, nunca lo vi quejándose. Nos conocimos al máximo, como si fuéramos un día, almas destinadas a su encuentro, nos amamos más en aquellas noches que nos regalábamos, que en cualquier otra noche de la posteridad. Un amor de una semana, hasta que sus padres se enteraron de su diagnóstico y lo sometieron a una dolorosa radioterapia que le hizo sufrir mucho más.
La última vez que le vi, estaba bastante demacrado y sus divinos hoyuelos habían desaparecido. Él no quiso recibirme, eso me hizo llorar con ganas. Sebastián no lo sabía, pero esa semana que pasamos juntos me había salvado la vida. La fuerza del destino me hizo recapacitar y repensar mi vida para siempre. Empezamos mal y yo, que creía que había encontrado al amor de un instante, terminé por encontrar algo más perdurable en el tiempo: el recuerdo de un amor fugaz. Sebastián moriría poco tiempo después.
FIN
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