Elismar corrió como loca hacia el acantilado. El sol, ocultándose en el horizonte, daba entrada, envuelta en un ambiente violeta, a un nuevo día. Pero para ella, todo estaba a punto de acabar. Treinta metros, desde el borde a la tibia agua, y el suplicio cesaría. Al menos, eso pensaba ella.
La sensación de liviandad la invadió. Las lágrimas cambiaron de rumbo, y cientos de imágenes la aturdieron, mientras caía con lentitud por su percepción alterada, y el dolor indescriptible en el corazón persistía, uno más allá de lo físico, uno que torturaba al alma.
Roberto hizo trizas su futuro. Su amor idílico desde que tenía consciencia, le había anunciado el compromiso con Alicia, la amiga y confidente de sus ilusiones y penas. Ambos la habían traicionado: él, sin saber, y ella, con total alevosía.
Imaginó, en un instante eterno, estrellándose contra las grandes rocas bañadas por las aguas tropicales. Cerró los grandes y hermosos ojos de llama esmeralda, e intentó tomar con sus delicadas manos la ondulada y abundante cabellera, mas no pudo. El dolor persistía, y deseó en lo más íntimo de sí, que desapareciera.
El total silencio la estremeció de manera abrupta. En la medida en que se hundía, sintió una calidez inesperada, una que disipó el sufrimiento. Se preguntó fugaz por las anheladas y mortíferas piedras. Ahora, tendría que luchar con el instinto de preservación. Temió el haber fallado.
De repente, una mano fuerte la jaló hacia la superficie. Luchó por zafarse, pero era tarde. Él era imponente, formidable. La arrastró tal como ella lo hacía con sus muñecas cuando era niña y jugaba en la tina. Nadó con ella a cuesta hacia las piedras.
Elismar, aturdida, no tuvo más opción que dejarse salvar.
Ya sobre las piedras, lo contempló. Lo juzgó excepcional, con una presencia hipnótica y cautivadora, que, incluso, acabó con el dolor que hasta entonces la mortificaba.
—¿Quién eres? —Le preguntó llena de fascinación.
—¡Mauricio!
—¿Tú no eres de aquí, verdad?
—¡Sí y no! —Él la miró con ternura entre las penumbras.
—¡No entiendo!
—Soy una especie de guardián. Uno que evita que personas como tú, cometan locuras.
—¡No entiendo! —Repitió, Elismar.
Él la tomó entre sus brazos y acercó su cabeza a la suya: un flash del futuro le iluminó la mente, el dolor se desvaneció. Vio a Roberto y a Alicia con los ceños fruncidos, enfrascados en una relación infeliz. Mientras que ella, ayudaba a Mauricio a salvar vidas de personas como ella. Encontró inesperadamente un aliciente digno para vivir, y al verdadero amor de su vida.
Fin
Un microrrelato original de @janaveda
Imagen de Enrique Meseguer en Pixabay
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Elismar ran like mad towards the cliff. The sun, setting on the horizon, gave entrance to a new day, wrapped in a violet atmosphere. But for her, everything was about to end. Thirty meters from the edge to the warm water, the ordeal would cease. At least, she thought so.
A sense of lightness came over her. The tears changed course, and hundreds of images stunned her, as she fell slowly through her altered perception, and the indescribable pain in her heart persisted, one beyond the physical, one that tortured the soul.
Roberto shattered her future. Her idyllic love for as long as he had been conscious, had announced his engagement to Alicia, the friend and confidant of her illusions and sorrows. Both had betrayed her: he, without knowing it, and she, with total malice aforethought.
She imagined, in an eternal instant, crashing against the large rocks bathed by the tropical waters. She closed her large and beautiful eyes of emerald flame and tried to take with her delicate hands the wavy and abundant hair, but she could not. The pain persisted, and she wished in her innermost being that it would go away.
The total silence shook her abruptly. As she sank, she felt an unexpected warmth, one that dispelled the suffering. She wondered fleetingly about the longed-for, deadly stones. Now, she would have to struggle with the instinct for preservation. She feared she had failed.
Suddenly, a strong hand pulled her to the surface. She struggled to break free, but it was too late. He was imposing, formidable. He pulled her in just as she did with her dolls when she was a child playing in the bathtub. He swam with her on his back towards the rocks.
Elismar, stunned, had no choice but to let herself be saved.
Already on the rocks, she contemplated him. She judged him exceptional, with a hypnotic and captivating presence, which, even, put an end to the pain that until then mortified her.
"Who are you?" She asked him, full of fascination.
"Mauricio!"
"You're not from here, are you?"
"Yes and no!" He looked at her tenderly in the shadows.
"I don't understand!"
"I am a kind of guardian. One who keeps people like you from doing crazy things."
"I don't understand!" Elismar repeated.
He took her in his arms and brought her head close to his: a flash from the future illuminated his mind, and the pain vanished. She saw Roberto and Alicia with frowns, engaged in an unhappy relationship. While she was helping Mauricio to save the lives of people like her. She unexpectedly found a worthy incentive to live, and the true love of her life.
The end
An original drabble by @janaveda in Spanish and translated to English with www.deepl.com (free version)
Image by Enrique Meseguer on Pixabay
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