Parece lejano todo aquello, parte de otra vida o sueño y sin embargo aún retumba en mis tímpanos el tropel de la manada perdiéndose en el poniente. Aún siento el polvo que se pegaba en mi piel y nublaba mis ojos. Y la sed. Una sed más grande que la sabana, tan intensa que no puedes pensar en otra cosa que no sea saciarla de alguna manera.
_ Profesor, es hora de regresar al campamento. El guía encontró rastros de leones y no es seguro deambular en los alrededores.
El hombre, ya entrado en la madurez, se da por aludido, baja los binoculares y asegura el rifle al hombro, volteándose hacia su asistente le responde.
_ Muy bien Jhon, regresemos. Mañana será otro día. Al tiempo que asegura el desgastado sombrero sobre su cabeza con su mano libre.
Sir Ian Relish es aquel hombre, Profesor de zoología en Cambridge desde hace 20 años, ha dedicado el último lustro a seguir la pista de una creatura tan magnífica como elusiva a la que las tribus del corazón de África desde hace un siglo le llaman "koningin olifant" o Elefante reina.
Junto a su asistente Jhon Spenser han invenstigado cada leyenda, cada rumor y cada presunto avistamiento sin mucho éxito. Sólo una profunda intuición basada en visiones recurrentes de Relish les mantienen atados a su incesante búsqueda.
Los últimos días han acampado cerca de una de las tribus más antiguas, Los nativos le han dicho a Relish que la prolongada sequía a hecho que la migración de las manadas se hayan intensificado y algunos exploradores aseguran haber visto aproximarse desde el este un ejemplar claramente distinto del resto siempre en el medio de una manada cuyo número triplica al tamaño promedio.
Esa noche al calor de la fogata crepitan también los pensamientos de Relish. Jhon, que le conoce de sobra, sabe que no hay lugar para charlas cuando el verde de los ojos del profesor se va lejos a otros parajes del pensamiento; así que se tapa la cara con su sombrero y se dispone a dormir. Tenue danzan las luces del fuego en la pupila absorta del profesor; de repente, lúcidas se agolpan sensaciones de desasosiego, calor y cansancio reflejados en el andar torpe de sus pies que le hacen tropezar con otros miembros de la manada. Y la sed. La sed es insoportable. Relish despierta sobresaltado y lo primero a lo que echa mano es a su cantimplora. Bebe ávido, como si aquella agua además de la sed pudiera mitigar su sensación de ansiedad.
Llega la mañana a la sabana, la tierra parece respirar profundo y hacer acopio de fuerzas para afrontar el paso de la manada que se acerca desde el este. Relish que no ha dormido más se haya agazapado en unos arbustos cerca del campamento. Otea el avance de los elefantes con sus binoculares, ciertamente el número excede ampliamente una manada promedio, avanzan pesadamente, a un paso mucho más lento de lo habitual hasta detenerse por completo a unos pocos kilométros del campamento.
_ Profesor, esto no es nada común, dice Jhon que había alcanzado a Relish en los arbustos.
_ Definitivamente no es nada común estimado Jhon, algo los detiene, responde el hombre sin dejar de mirar a través del largavista. Hay que acercarse, debemos investigar.
El espectáculo que ambos hombres atestiguaron a medida que se acercaron aún lo cuentan los mayores de las tribus en las noches sin luna, lo relatan en los rituales de iniciación a los más jóvenes como testimonio de la fuerza del espíritu.
A cada paso que los acercaba a la manada los elefantes iban abriéndoles paso; primero los machos jóvenes, los más fuertes; luego, las hembras jóvenes y sus pequeñas crías y por último las hembras más viejas, las más sabias y conductoras de la manada. En el centro yacía ella, tumbada de lado mientras respiraba con dificultad "koningin olifant" La elefante Reina. Fallecía de años y de sed. La misma sed que padecía Relish desde hacía un lustro. Sus espíritus se hallaban unidos como caras de la misma moneda. El viejo profesor se acercó, sacó agua y le dió a beber a la reina. Bebió ávida, y aquella agua además de la sed mitigó la sensación de ansiedad de ambos espíritus. Relish miró los ojos verdes de la reina cerrarse lentamente y entendió cuál era su verdadera búsqueda.
Desde aquel día el viejo Profesor no descansó hasta que aquella franja de territorio de unos miles de kilómetros fuera declarada reserva natural para la fauna salvaje.
Fin.
ENGLISH
It all seems so far away, part of another life or dream, and yet the herd's herd's troop thundering off into the west still reverberates in my eardrums. I still feel the dust that stuck to my skin and clouded my eyes. And the thirst. A thirst bigger than the savannah, so intense that you can't think of anything else but quenching it somehow.
_ Professor, it's time to go back to camp. The guide found traces of lions and it is not safe to wander around.
The man, now in his middle age, takes the hint, lowers his binoculars and secures his rifle on his shoulder, turning to his assistant he replies.
_ All right, John, let's go back. Tomorrow will be another day. At the same time he secures the worn hat on his head with his free hand.
Sir Ian Relish is that man, Professor of Zoology at Cambridge for 20 years, has spent the last five years tracking down a creature as magnificent as it is elusive that the tribes of the heart of Africa have been calling the "koningin olifant" or Queen Elephant for a century.
Together with his assistant Jhon Spenser, they have investigated every legend, every rumor and every alleged sighting without much success. Only a deep intuition based on recurring visions of Relish keeps them tethered to their relentless search.
The natives have told Relish that the prolonged drought has caused the migration of the herds to intensify and some scouts claim to have seen approaching from the east a clearly distinct specimen of the rest always in the middle of a herd whose number is three times the average size.
That night in the warmth of the campfire Relish's thoughts also crackle, Jhon, who knows him well, knows that there is no room for talk when the green of the professor's eyes goes far away to other places of thought; Jhon covers his face with his hat and gets ready to sleep. Dimly dance the lights of the fire in the absorbed pupil of the professor; suddenly, lucid sensations of uneasiness, heat and tiredness are agglutinated and reflected in the clumsy gait of his feet that make him stumble with other members of the herd. And thirst. The thirst is unbearable. Relish wakes up startled and the first thing he reaches for is his canteen. He drinks avidly, as if the water would not only quench his thirst but also his anxiety.
Morning comes to the savannah, the earth seems to breathe deeply and gather strength to face the herd approaching from the east. Relish, who has not slept anymore, is crouched in some bushes near the camp. He watches the advance of the elephants with his binoculars, certainly the number far exceeds an average herd, they advance heavily, at a much slower pace than usual until they come to a complete stop a few kilometers away from the camp.
_ Professor, this is not at all common, says Jhon who had caught up with Relish in the bushes.
_ It's definitely not common, Jhon, something is stopping them, replies the man without stopping looking through the viewfinder. We must get closer, we must investigate.
The spectacle that both men witnessed as they approached is still told by the elders of the tribes on moonless nights, they relate it in the initiation rituals to the younger ones as a testimony of the strength of the spirit.
With each step that brought them closer to the herd, the elephants made way for them; first the young males, the strongest; then the young females and their small calves and finally the oldest females, the wisest and most wise of the herd. In the center she lay, lying on her side, breathing heavily, "koningin olifant", the queen elephant. She was dying of age and thirst. The same thirst that Relish had been suffering from for five years. Their spirits were joined like sides of the same coin. The old professor approached, drew some water and gave the queen a drink. She drank avidly, and that water not only quenched her thirst, but also mitigated the feeling of anxiety in both spirits. Relish watched the queen's green eyes slowly close and understood what her true quest was.
From that day on, the old Professor did not rest until that strip of territory of a few thousand kilometers was declared a nature reserve for wildlife.
The End.
Esta es una historia original de @joalheal /La portada es una imágen de Pixabay editada en Canvas/ Endcard diseñado en Canvas.
This is an original story by @joalheal/the cover is an image by Pixabay edited in Canvas/ Endcard designed in Canvas
Translated with www.DeepL.com/Translator (free version)
Atiendo a la amable invitacion hecha a esta prestigiosa iniciativa de @hispaplus e @hispaliterario y las comunidades aliadas @celf.magazine @es-literatos #writingclub