Formerly, in those times that we now hypocritically describe as barbarians, respect and why not say it, also mercy towards fragile-looking strangers, above all, generated many beautiful stories, which used to see them as the opportune disguise used by angels and saints. and not infrequently even Jesus Christ himself -and if not, read the wonderful stories of Selma Lagerloff, for example- to test the goodness of people's hearts and above all, never to judge by appearances, well, as in this case, we can never be sure what spirit nestles in this woman's sadness and moves her fingers that produce the melancholy music of her violin.
Antiguamente, en esos tiempos que ahora calificamos hipócritamente de bárbaros, el respeto y por qué no decirlo, también la piedad hacia los desconocidos de aspecto frágil, sobre todo, generaba muchas hermosas historias, que solían verlos como el oportuno disfraz que utilizaban ángeles y santos y no pocas veces incluso el propio Jesucristo -y si no, lean las maravillosas historias de Selma Lagerloff, por ejemplo- para poner a prueba la bondad de los corazones de las personas y sobre todo, para no juzgar nunca por las apariencias, pues, como en este caso, nunca podemos estar seguros de qué espíritu anida en la tristeza de esta mujer y mueve los dedos que producen la melancólica música de su violín.
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