Los centros de salud, son los espacios en los que he podido ejercer la medicina con amor y dedicación, han sido las vivencias del suceder en el fluir en ellos, las que han agujereado e impregnado mi interior, destilando reflejos al exterior. Cada experiencia en su cualidad, ha sido notable y distinguida, significativa y expresiva, cincelando su grabado con posesión en mí, pilotando además mi camino hacia la mutación de la transformación y el autorreconocimiento, haciendo más humanas mis experiencias.

Desde el inicio de mi praxis, las instituciones prestadoras de servicios de salud, me han agasajado con la humildad de su bondad, permitiéndome ser parte de muchas historias de vida, relacionándome y acercándome a las incomparables formas de lucha en el amor y la solidaridad, esas que emergen desaforadamente como alazanes de ofensiva, para contrarrestar la adversidad con voluntad y firmeza. Son sus signos y significantes, los que han aderezado mi recorrido, embutiéndome de expresiones en el comprender y vislumbrar, de lo que es vivir en el existir, sutiles amasijos de efusiones que me animan y reconfortan a continuar.

Traer el vocablo “Hospital” a la disertación, muy probablemente en aquellos que transiten por estas grafías, generará el afloramiento de diversidad de emociones. Algunos, al evocar sus vivencias, experimentarán reacciones positivas, otros recorrerán locuciones ambiguas y también habrá quienes distingan emociones negativas. Es de esperar, esta pluralidad de modos, todos admisibles y respetables, demandantes de contemplación, representaciones de estados psicológicos y fisiológicos, qué en algún momento, cualquiera de nosotros pudiese enunciar cuando nuestra salud o la de los nuestros, se encuentra mermada o comprometida.

Los hospitales representan uno de los ecosistemas humanos, con mayor ambigüedad y diversidad de sentimientos, por sus condiciones desencadenantes a estímulos o interpretaciones subjetivas de adaptaciones a la inestabilidad o al entorno de continuo cambio. En ellos se viven los momentos más significativos e importantes del viaje existencial, si de polos se trata, podríamos ir desde la alegría de los nacimientos hasta la tristeza del acompañamiento de la muerte, con toda una gama de situaciones entre estos extremos.

Hoy traigo a la socialización, con invitación a la hermeneusis, lo que he denominado el fenómeno de los pasillos de los hospitales, ambientes percibidos y sentidos en su generalidad, como lugares gélidos y agrestes, vacíos visuales que intimidan y apabullan. Te exteriorizo mi aproximación desde mi acontecer, de transitar por ellos asiduamente, una y otra vez, concibiéndolos como entornos de reconciliación, ambientes que te brindan la oportunidad, para sobreponerte a la adversidad que puede representar en sí mismo. Al mismo tiempo, puede ser el espacio para gratificarse y agradecer lo recibido, recuperado o restaurado.

Desde mi contemplación dialéctica, los pasillos de los hospitales, son en su estampa, una malla social de significados, lugares de magia, de profunda mediación y prosecución, universos de encuentros humanos y quizás incorpóreos, donde ocurren las más diversas y disímiles manifestaciones de emocionalidad. En ellos a menudo se aviva y exacerba el coraje necesario para tomar decisiones transcendentales. En los que se aprende lo valioso de la solidaridad, sin retribución a cambio.

Recintos donde familiares consternados en el pesar de la aflicción de su ser querido, se cobijan y se escudan en la fuerza y el valor, para imbuirse de resiliencia, guiados por la luz de la esperanza. He presenciado incontables veces, cómo ante la adversidad, mueren el rencor y la ira aniquilados por el compañerismo y la serenidad, derrotando el desencuentro. Ambientes que desbaratan los egos y prospera la humildad, para dejarse invadir por la bondad que acaricia con suavidad y reconforta.

En los pasillos de los hospitales, me he reconciliado como paciente, familiar, acompañante y como médico, en un popurrí de vivencias polisémicas, con multitud de experiencias, encontrando el equilibrio y el balance necesarios a situaciones de desasosiego. Así mismo, he transitado por la angustia colmada de ansiedad ante la incertidumbre de lo inopinado.

En otros momentos me he dejado abrazar en el consuelo de sus paredes para calmar mis lágrimas e impotencia, cuando ya lo que queda por hacer es acompañar al buen morir, para dejar ir, dando valor y respeto a la calidad de vida, logrando la paz que me otorga la aceptación, soltando el desacuerdo. En ocasiones, su silencio invasivo y penetrante, me ha cubierto concediéndome la ansiada comprensión de la experiencia vivida, desde la multidimensionalidad.

Como colofón, refiero que los pasillos de los hospitales traducen otras visiones más allá de las emociones negativas. Son espacios de reconciliación y resiliencia ante la adversidad, pero también oportunidades para celebrar con alegría. Sus pasajes guardan celosamente incontables historias de vida, que con afán preservaron o restauraron su bienestar físico y emocional, porque el infortunio no los amilanó, imbricaciones fortalecidas enérgicamente con la convivencia de pacientes, familiares y equipo de salud.

The health centers are the spaces in which I have been able to practice medicine with love and dedication, it has been the experiences happening in the flow in them, that have pierced and imprinted my inner self, distilling reflections to the outside. Each experience in its quality, has been remarkable and distinguished, significant and expressive, chiseling its engraving with possession in me, also piloting my way towards the mutation of transformation and self-recognition, making my experiences more human.

Since the beginning of my praxis, the institutions providing health services have entertained me with the humility of their kindness, allowing me to be part of many life stories, relating and approaching me to the incomparable forms of struggle in love and solidarity, those that emerge unrestrainedly as steeds in offensive, to counteract adversity with will and firmness. It is their signs and signifiers that have embellished my journey, filling me with expressions of understanding and glimpse of what it is to live in existence, subtle amasses of effusions that encourage and comfort me to continue.

Bringing the word "Hospital" to the dissertation will most likely generate a diversity of emotions in those who go through these words. Some of them, when evoking their experiences, will experience positive reactions, others will go through ambiguous locutions and there will also be those who distinguish negative emotions. It is to be expected, this plurality of modes, all admissible and respectable, demanding contemplation, representations of psychological and physiological states that at some point, any of us could enunciate when our health, or that of our loved ones, is diminished or compromised.

Hospitals represent one of the human ecosystems with the greatest ambiguity and diversity of feelings, due to their triggering conditions to stimuli or subjective interpretations of adaptations to instability or the environment of continuous change. In them, we experience the most significant and important moments of the existential journey. If we are talking about poles, we could go from the joy of birth to the sadness of the accompaniment of death, with a whole range of situations between these extremes.

Today I bring to socialization, with an invitation to hermeneutic, what I have called the phenomenon of hospital corridors, environments perceived and felt in general, as icy and rough places, visual voids that intimidate and overwhelm. I externalize my approach to you from my experience of going through them assiduously, again and again, conceiving them as environments of reconciliation, that give you the opportunity to overcome the adversity that can represent in itself. At the same time, it can be the space to be gratified and thankful for what has been received, recovered, or restored.

From my dialectical contemplation, hospital corridors are a social mesh of meanings, places of magic, of profound mediation and prosecution, universes of human and perhaps incorporeal encounters, where the most diverse and dissimilar manifestations of emotionality occur. In them, the courage necessary to make transcendental decisions is often enlivened and exacerbated. In which you learn the value of solidarity, without retribution in return.

Precincts where family members, dismayed by the grief of their loved one, take shelter and shield themselves in strength and courage, to imbibe resilience, guided by the light of hope. I have witnessed countless times how in the face of adversity, rancor and anger die, annihilated by companionship and serenity, defeating disagreement. Enclosures that disrupt egos and humility thrive, to let yourself be invaded by the kindness that caresses gently and comforts.

In the corridors of hospitals, I have reconciled myself as a patient, family member, companion, and a physician, in a medley of polysemic experiences, with a multitude of experiences, finding the necessary balance and equilibrium to situations of uneasiness. Likewise, I have experienced anguish filled with anxiety in the face of the uncertainty of the unexpected.

At other times I have let myself be embraced in the consolation of its walls to calm my tears and helplessness, when all that remains to be done is to accompany the good death, to let go, givgivelue and respect to the quality of life, achieving the peace that gives me acceptance, letting go of disagreement. In others, its invasive and penetrating silence has covered me, granting me the desired understanding of the lived experience, from the multidimensionality.

In conclusion, I think that hospital corridors translate other visions beyond negative emotions. They are spaces of reconciliation and resilience in the face of adversity, but also opportunities to celebrate with joy. Their corridors jealously guard countless life stories, which eagerly preserved or restored their physical and emotional well-being, because misfortune did not discourage them, strongly strengthened by the coexistence of patients, family members, and the healthcare team.