The light that guides the birds
I had finished my school year and my previous teacher had only praised my school performance: according to her prognosis, I would be very successful academically. She, my parents and I were very satisfied with the results of that first year. With that premise, I started my new school year with teacher Onilde Limpio, whom everyone called Azote, after an evil character from a soap opera that was very famous at the time.
On my first day of school I entered the school, lined up in a row and started talking to my friends. Immediately I felt someone firmly put their hand on my shoulder and ordered me:
"Nancy, stand up straight and stop talking". Who was speaking was a tall, thin woman, with a face without makeup and thick glasses: it was teacher Onilde. At that moment I was very scared because it was the first time a teacher scolded me and because I didn't know why she knew my name. Later, as time went by, I learned that teacher Onilde knew the names of all the children in the school.
That day I returned home deflated, like a balloon after a party. According to the corrections my new teacher had made in my notebook, I was having trouble with some math operations and penmanship:
"I want you to change my teacher, please",─ I asked my mother with a distressed face.
"If she corrected you, what you should do is correct the mistakes"-accented my mom trying to convince me.
"I want to go back to see classes with my previous teacher," I pointed with a sad puppy pout.
"Of course not. You will see class with teacher Onilde who according to me is a very good teacher," my dad stated categorically, ending the matter.
"Xiomara has her ball. Ana brought her new doll," they would say, and I couldn't be more unhappy.
"I can't go out because tomorrow the teacher will check homework in class",─ I would say and watch my friends leave without me.
Certainly there was the obligation to do homework, but there was also another reason that, after many years, I understood was the most important for me.
In the school, in the back, there was a garden where there was a cage with many birds, all of them of a thousand colors and shapes. They all had their wings clipped and the students, who did their homework well, could go out into the garden and feed the little birds. Since I always did my homework excellently, I had the privilege of being with the birds.
Once, I don't remember how, I realized that my teacher gave me twice as much homework, even the most difficult ones. Not only did I have to do subtraction and addition, I also had to multiply and divide. While my classmates were reading a short story, she had me read longer and more difficult stories. At that moment I felt exploited. Without being able to understand because I was very small, I felt that teacher Onilde had a preference for my classmates and not for me: she made me work twice as hard as they did.
At the end of the course, I was exempt and had obtained the best grades in the school. Pleased, I heard my teacher Onilde tell my parents that I was a child capable of giving more than what they demanded of me: that while my classmates had read one book with difficulty, I had read three in class.
At the end of the year ceremony, my teacher and I went to the garden and she took a little bird in her hands, then we went back to the ceremony. There, in front of the other children and their parents, she said a few words that had to do with being light in the darkness, with dreams that are fulfilled and goals that are achieved. She also spoke of the freedom that knowledge gives. Then she handed me the little bird to fly away. The little bird, which had already grown wings, flew away and that year I began to understand that the desire to learn is a candle that can never be extinguished.
Text written by me and translated at Deepl. Images are free from Pixabay.
Thanks for reading and commenting. Until next time, friends
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La luz que guía a los pájaros
Hay algunas cosas que uno no sabe cuándo comienzan, en cuál instante se dio la diferencia, pero en otras, sí. Por eso tal vez puedo decir el momento preciso en el que se obró una diferencia en mí: la primera y una de las más importantes.
Había culminado mi año escolar y mi maestra anterior solo se había dedicado a ensalzar mi rendimiento escolar: según su pronóstico, tendría mucho éxito en lo académico. Ella, mis padres y yo estábamos muy satisfechos con el resultado de ese primer año. Con esa premisa, comenzaba mi nuevo año escolar con la maestra Onilde Limpio, a quien todos llamaban Azote, a propósito de un personaje malvado de una telenovela que era muy famosa en esa época.En mi primer día de clases entré a la escuela, me formé en una fila y me puse a conversar con mis amiguitas de curso. Inmediatamente sentí que alguien me ponía firmemente la mano en el hombro y me ordenaba:
─Nancy, ponte derecha y deja de estar hablando. Quien hablaba era una mujer alta, delgada, con el rostro sin maquillar y con lentes gruesos: era la maestra Onilde. En ese instante me produjo mucho miedo porque era la primera vez que una maestra me regañaba y porque no sabía por qué se sabía mi nombre. Luego, con el tiempo, me enteré que la maestra Onilde se sabía los nombres de todos los niños de la escuela.
Ese día volví a mi casa desinflada, como un globo después de una fiesta. Según las correcciones que mi nueva maestra me había hecho en el cuaderno, tenía problemas con algunas operaciones matemáticas y con la caligrafía:
─Yo quiero que me cambien de maestra, por favor, le pedí a mi madre con el rostro acongojado.
─Si ella te corrigió, lo que debes hacer es corregir los errores–acotó mi mamá intentando convencerme.
─Yo quiero volver a ver clases con mi maestra anterior –señalé con un puchero de perrito triste.
─Claro que no. Verás clase con la maestra Onilde que según es muy buena como maestra –afirmó mi papá categóricamente, dando por terminado el asunto.Después de eso, cada tarde, en vez de salir a jugar o ver la televisión, debía ponerme a hacer todas las tareas asignadas. Mis amiguitas llegaban a buscarme a casa para sonsacarme:
─Xiomara tiene su balón. Ana trajo su muñeca nueva –me decían y yo no podía ser más infeliz.
─No puedo salir porque mañana la maestra revisará las tareas en clase, decía y veía cómo mis amigas se marchaban sin mí.
Ciertamente estaba la obligación de hacer las tareas, pero también había otra razón que, luego de muchos años, entendí era la más importantes para mí.En la escuela, en la parte de atrás, había un jardín donde había una jaula con muchos pájaros, todos de mil colores y formas. Todos tenían las alas cortadas y los estudiantes, que hicieran bien sus deberes, podían salir al jardín y alimentar a los pajaritos. Como yo siempre hacía mis tareas de manera excelente, tenía el privilegio de estar con los pajaritos.
En una oportunidad, no recuerdo cómo, me di cuenta que mi maestra me ponía el doble de tareas a mí, también las más difíciles. No solo debía restar y sumar, también debía multiplicar y dividir. Mientras que mis compañeros leían un cuento corto, a mí me ponía a leer relatos más largos y más difíciles. En ese momento me sentí explotada. Sin poder entender porque era muy pequeña, sentí que la maestra Onilde tenía preferencia por mis compañeros y no por mí: me hacía trabajar el doble de lo que trabajaban ellos.
Al final del curso, estaba eximida y había obtenido las mejores calificaciones de la escuela. Complacida, escuché a mi maestra Onilde decirle a mis padres, que yo era una niña capaz de dar más de lo que me exigían: que mientras mis compañeros habían leído con dificultad un libro, yo había leído tres en clases.
En el acto de final de año, mi maestra y yo fuimos al jardín y ella tomó un pajarito en sus manos, luego volvimos al acto. Allí, frente a los otros niños y sus padres, ella pronunció unas palabras que tenían que ver con ser luz en la oscuridad, con los sueños que se cumplen y las metas que se logran. También habló de la libertad que da el conocimiento. Luego me entregó el pajarito para que yo lo echara a volar. El pajarito, que ya le habían crecido las alas, voló lejos y ese año comencé a entender que el deseo de aprender es una vela que nunca se puede apagar.