Girando sobre sí misma,
acompasada,
brindando calor y refugio,
alcanza un nuevo Sol.
La Luna ha quedado atrás,
dormida,
con su cara blanca,
con la mascarilla de arena fina
aún en su rostro.
Mientras,
vestida de escarcha,
la chica que danza se despereza.
Es hora de despertar a los niños, una jornada diurna les espera.
Pero,
oh! Sorpresa!
Ellos se han levantado,
ríen y animados
le abrazan con ternura.
La chica que danza
se llena de ternura,
los chiquillos ya no son tan chicos, salen de casa.
Ellos son bailarines también,
sin darse cuenta
siguen pasos
y movimientos dictados
por los giros
de la chica que danza.
Lo natural de la vida
se hace presente,
el verde es más verde
y el azul más intenso.
Y así eres, chica que danza.
Eres la tierra,
el hogar,
el vientre que procrea días
y da luz a la noche.
Chica que danza,
no dejes de girar.
Yo también soy un chico
no tan chiquillo
que respira y suspira
con la cadencia de tu baile.
Eres el ritual,
yo una canción sin escribir
que sin embargo,
cantas entre murmullos,
como un manantial
que brota con aparente silencio
pero que tiene música
en su corriente,
arte en sus dedos.
Foto original.
Modelo, musa e inspiración: Adriana