LA CASA MATUSITA (RELATO DE TERROR)

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La Casa Matusita.

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Las historias se repiten una y otra vez en esta línea dimensional que se llama “la realidad”. A veces, estas historias deciden incluso suceder en el mismo lugar, y da pie para que la gente rumore sobre locaciones y sitios condenados que permiten a la maldad brotar cuando le provoque y sienta la necesidad de desequilibrar el mundo y los seres que viven en él.

Claro que a veces es difícil cuestionar estas afirmaciones, puesto que experiencias comunes en seres diferentes, los cuales no se relacionan entre sí, son complejas de descartar como evidencia y obliga a profesionales a investigar estos acontecimientos, que a veces, solo a veces, estos mismos experimentan estos eventos paranormales y permiten confirmar los testimonios de otros.
Esto nos lleva a la Doctora Gladys Marchán. Una psicóloga de más de 20 años de experiencia en eventos paranormales y tratando de demostrar que estas entidades eran, de hecho, una ilusión colectiva creada por las mismas personas y su mente, haciendo sentir así a la mente efectos imaginarios que les hace sentir que existe otra dimensión, otro lugar paralelo a la tierra donde habitan los seres luego de morir.

Esto lo llevó a la Casa Matusita, una locación con una historia que venía desde hace más de un siglo y que consistía básicamente en algo que todos sus vecinos coincidían: la casa estaba maldita. Todo el pueblo de Lima, capital del Perú, tienen conocimiento de la historia de la casa, viene de generación en generación y es una historia narrada desde que San Martin y Sucre se marchaban de nuevo a sus tierras natales luego de establecer la independencia en el país Inca.

De hecho, la llegada de los libertadores hizo, más bien, revivir la mismísima leyenda de la casa. Venía desde hace décadas, cuando en 1752, una curandera persa llegó exiliada a Lima para ejercer la medicina tradicional que se implementa en su pueblo, basado en hierbas y especias, además de rezos y por supuesto, implementación del sereno lunar para que cure no solo por fuera, sino por dentro.

La mujer persa que llevaba como nombre, según la leyenda, Parvaneh Dervaspa, tuvo un éxito conocido en la ciudad, lo cual la llevó no solo a ganar pacientes, sino también seguidores. Esto hizo que la santísima inquisición hiciera lo que tradicionalmente hacían con las hechiceras que usaban la magia negra para confundir a los cristianos, ofreciéndoles sanación de falsos dioses, que no eran más que obra del demonio.

La mujer persa fue sentenciada a la hoguera y fue quemada viva en la misma acera frente a la casa. La gente que había sido sanada por la mujer, fue la primera en gritar eufóricamente “bruja, bruja”, ya que tenían tanto a la autoridad como a los espías del sacerdote vigilando de que el diablo no hubiera hecho posesión de su conciencia a través de esa maldita mujer.
Es allí donde supuestamente nació este mito, el cual daba por cierto La doctora Gladys, ya que cuando hizo su investigación, varias fuentes confirmaron que esta mujer había llegado al Perú en esas épocas y que efectivamente personas habían narrado que vieron ese momento, cuando la mujer persa ardía en llamas, y escucharon sus gritos al arder.

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La maldición se había hecho mientras la curandera, desesperadamente pidiendo ayuda, vio que su irreversible destino era ser quemada hasta las cenizas en nombre del padre, del hijo y del espíritu santo. Sin embargo, su sentido de justicia se evocó en una euforia donde alzó la voz en sus últimos momentos de vida y omitiendo todo dolor, pronunció las palabras que harían de este lugar un espacio suficientemente digno de estudiar como para qué la Doctora Gladys estuviera allí presente.

“Malditos sean, hijos de puta. Los maldigo, jamás los dejaré en paz y esta casa tendrá mi espíritu vigilante para que algún día se haga justicia”; eso, entre otras frases en su idioma natal, fueron las últimas palabras de Parvaneh Dervaspa, antes de que el fuego terminara de derretir sus cuerdas vocales y cayera desmayada del dolor. El Padre Horacio, quien era el único que había presenciado una hoguera además de esa, nunca había visto una mujer tardar tanto en morir y entregarse al fuego definitivo.
Sin embargo, esta casa quedó en el abandono y solo sirvió de depósito para algunos comerciantes hasta que unos 70 años después, se concretó la revolución y precisamente tanto San Martín como Sucre coincidieron en la capital Limeña. Dado que todo estaba abarcado y los campamentos completos, parte de los soldados de Sucre tuvieron que dormir en esta casa, a pesar de que se negaban totalmente a ello.

“Imagínense que le diga a mi general Simón Bolívar que hubo soldados que no quisieron descansar bajo un techo porque creían en fantasmas. Imaginen esa vergüenza para el ejército de la campaña libertadora”. Les dijo el Mariscal Antonio José de Sucre que había hecho presencia el nombre del Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios.

Sin embargo, al día siguiente cuando salió la tropa hacia el norte para ultimar una batalla restante para terminar de sacar al yugo español de la tierra peruana, los soldados que habían dormido en esta casa perdieron el control entre ellos y hubo que matar a 3 de los mismos porque no dejaron de pelearse y agredir a los demás. El soldado restante se suicidó en su celda posteriormente, impactando su cabeza contra la pared hasta caer desmayado luego de un golpe seco en la sien.

La historia de los soldados llegó a Lima y selló de manera definitiva el mito de la Casa Matusita que mantuvo a todos los limeños alejados de esta casa. Muchos decían que se escuchaban gritos dentro del recinto, y que estos gritos a su vez pasaban de ser de humanos desesperados a gritos parecidos a la de una bestia hambrienta y herida.

No fue hasta principios del siglo XX, cuando el partido Civil gobernaba dominantemente al país y estaba en el mandato de turno el doctor Manuel Pardo y Lavalle, cuando estaban los emigrantes japoneses estableciéndose en el país y aportando a la economía cosas importantes luego de 5 años de recibir en los puertos a estos exiliados sin parar.

Una familia japonesa que había llegado con algo de dinero ahorrado, decidieron tomar la casa y la compró a un precio razonable, ya que nadie quería esta propiedad. Empezaron las remodelaciones en 1873, pero no fue hasta 10 años después que pudieron mudarse, establecer una familia y pensar más en sus propias vidas que en su negocio.

Lograron hacer de Casa Matusita un hogar, llenaron la casa de costumbres japonesas y colores orientales. Sin embargo, pasaron los años y el padre de la familia empezaba a mostrar una amargura constante que cada vez se iba haciendo más notoria entre toda su familia y los empleados del empresario nipón. Esto preocupó, puesto que logró establecerse en la economía peruana al punto de lograr grandes donaciones para el Partido Civil, que ya tenía 20 años gobernando entre diversos presidentes.

El viejo empeoró su situación y dicen, según lo que pudo averiguar la doctora Gladys, que empezó a maltratar a los empleados y a su familia. No dejaba de gritar todo el tiempo, maldecía y criticaba todo, y no daba pie a la tregua, siempre estaba molesto con algo o alguien. De hecho, esa actitud le costó los beneficios que le dio el partido civil por sus años de donaciones al organismo, debido a una discusión que tuvo con el mismísimo presidente del momento, José Pardo y Barrera, al que llamó cobarde en un evento público en la ciudad.

En resumidas cuentas, el japonés fue perdiendo la coherencia y poco a poco se iba desquiciando más. Es ahí donde se dividen las teorías, ya casi en el punto crítico de la locura de este señor, ya que Gladys se encontró con varias versiones de la historia, pero que debido a las fuentes, tuvo que evaluar todo tipo de argumentos para saber quién podía estar cambiando a su favor todo el sentido.

Primero, se encontró con una familia que aseguraba ser descendiente de uno de los testigos directos que tuvo el lugar, ya que su bisabuelo era un trabajador del señor japonés y estuvo durante 7 años ejerciendo en el taller de texturas que tenía el empresario en la parte trasera de su casa. Su bisnieto le aseguró a Gladys que el abuelo dejó un diario donde explicaba lo que había sucedido en esa casa.

Ramón González, bisabuelo de Eduardo, narraba en su diario que tanto él junto a otros empleados que vivían a las afueras de Lima decidían quedarse en un pequeño alojo que tenía su patrón, donde estaban camas dobles y un pequeño armario, además tenían acceso al baño del taller y podían usar ese espacio para su recreación en horas que no fueran laborales.
Ramón hablaba en su diario de que su jefe, de hecho, era una persona muy exigente y disciplinado con el trabajo. Trabajaba diariamente un ratito en cada uno de sus negocios, codo a codo con sus empleados. Creía firmemente en el ejemplo para motivar a sus trabajadores, y consideraba que un jefe que no estuviera dispuesto a ensuciarse las manos en su propia empresa, no podía llamarse jefe.

Incluso, Ramón explicaba que era tratado con mucho respeto y cariño por toda la familia japonesa. Era una familia tranquila y que no molestaban a sus trabajadores más que para pagarles e indicar alguna novedad en la rutina de trabajo. Con respecto a la casa, efectivamente hace referencia a que siempre se sintieron, escucharon y vieron cosas imposibles de explicar, pero nunca hizo mención de alguna entidad maligna.

Sin embargo, Ramón refleja que una vez la casa tuvo un pequeño incendio desde el sótano en el cual no se tenía ninguna explicación de cómo se había iniciado, ya que no había nada que pudiera provocarlo. Pero Juanita, compañera de Ramón, le confesó que era una persona acostumbrada a ver y escuchar fantasmas, y que nunca había podido estar tranquila en esta casa.
Juanita aparece en las páginas finales del diario de Ramón, que no tenía un seguimiento día a día de los hechos, sino más bien esporádicos, por lo que se asume que Juanita solo estuvo el último año trabajando con el japonés antes de que cayera en desgracia. Juanita le contó a Ramón, que de hecho el incendio tenía una explicación sencilla: lo pidieron los espíritus que viven en esta casa y quien les hizo caso, fue el mismo patrón.

La persona que se dio cuenta primero que había un incendio había sido Juana, cuando todos se despertaron para ayudar a apagar el fuego, Juana se encontraba con su patrón ya lanzando agua al fuego para tratar de apagarlo. Juana le dijo a Ramón que ella estaba sola, tratando de apagar el fuego, y de repente, de la nada, apareció de las sombras su patrón, con cara de espanto, como aturdido, sin entender qué hacía ahí. Le costó caer en sí mismo antes que empezara a tratar de calmar el fuego.

Juana aseguraba a Ramón que era el mismo patrón que había iniciado el fuego y que, esa noche, había caído poseído por unas de las presencias que tenía la casa, ya que se habían hartado de que la invadieran su espacio, y por eso, había empezado a jugar con la cabeza del patrón. Este incidente hizo que el japonés cambiara por completo y tomara una actitud contraria a la acostumbrada.

Despertaba a los empleados a los gritos, a veces les exigía trabajar sin haber comido todavía, y varias veces empujó y agredió con golpes. Intentó humillarlos de todas las maneras, con descuentos injustos, ataques raciales, clasistas y cada vez más los cargaba de trabajo sin colaborar ni un poco con los quehaceres del taller.

Esta actitud también la llevó contra la familia. Empezó a maltratar a sus hijos psicológicamente, con abusos absurdos para dar enseñanzas vacías y castigo durante días, donde si siquiera los dejaba asomarse por la ventana. A su mujer, se cansó de irrespetarla y agredir verbalmente e incluso, en ciertas noches, se escucharon agites dentro de su habitación que daban a entender una situación de disputa física entre ellos, donde él, con 20 kilos de más y 25 centímetros más alto, seguramente iba a salir beneficiado, aunque muchas veces se le vio con marcas y golpes, era difícil no saber si él mismo se las había hecho.

En esta parte de la historia, la doctora Gladys encontró tres versiones diferentes, las cuales le hicieron reflexionar sobre si valía la pena la investigación sobre la casa matusita o no. Puesto que si se iba con la versión de Ramón en su diario, se desenvolvió de una forma realmente trágica y efectivamente, daba luz a la posibilidad de un factor paranormal influyendo sobre ellos.

En la primera versión, la del diario de Ramón, indicaba que 40 días luego del incendio autoprovocado por el patrón, este se ausentaba de la casa luego de cerrar el taller unas horas y luego volvía a la noche para dormir, aunque varias veces se le vio deambulando por la casa de madrugada. La noche del incidente, el patrón volvió más temprano de lo habitual a casa, y llegó sin hacer mucho ruido, sin ser detectado.

El patrón llegó directamente a su habitación y al entrar, vio como Felipe, uno de sus empleados afrodescendientes y de más confianza, estaba parado frente a la cama completamente sin ropa y frente a él, estaba su esposa, de espaldas, con las manos agarradas a la sábana del placer que le daba que Felipe la estuviera penetrando. Ambos sudados y tan extasiados, que ni siquiera se dieron cuenta de que el patrón había llegado.

Inmediatamente, el patrón sacó del cajón una vieja katana heredada de su abuelo, que a su vez la tenía en su generación por años, e incluso llegó a alardear que fue una espada usada por los revolucionarios para establecer la era tokugawa. Envainó la espada y dio un grito que hizo a sus hijos despertar y fueron corriendo hasta la habitación a ver qué pasaba.

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El patrón hizo un corte liso y perfecto sobre el pecho de Felipe que lo hizo gritar de dolor y caer a la cama, luego de esto, hizo otro corte que hizo salir volando por los aires el pene e incluso partes de los testículos de este, y luego, clavó directamente en su garganta la espada para así terminar con su agonía. Luego de eso, miró a su mujer, y seguidamente hizo un corte directo a la garganta que le hizo desangrarse prácticamente de inmediato.

Luego, cayó en cuenta de los gritos que sonaban detrás de él, se trataba de su dos hijos que vieron toda la tragedia, desde la infidelidad de su madre hasta el asesinato ejecutado por su padre. Este los miró sonriente y al hermano mayor, lo desplazó de un golpe que lo hizo caer directamente al suelo, este quedó ahí consecuencia de que su cabeza impactó contra la pata de la cama y lo dejó aturdido.

Sin embargo, le dio tiempo para alzar la cabeza y ver como su padre levantaba a su otro hermano por el cuello y lo elevaba contra la pared, y con la otra mano, clavó la espada en el estómago del niño, haciendo que este llorara inmediatamente. Dejó caer al infante y se volvió contra su otro progenitor, al que también degolló tal cual como a su madre luego de pararse encima de su cabeza y estómago, para que no se moviera.

Según el diario de Ramón, posterior a esto, se escucharon gritos desesperados del patrón que hizo hacer correr a los empleados porque sabían que algo horrible había pasado, y en el diario, deja dicho que la última testigo de acto del patrón fue Juana, que vio como entre los cuerpos vertía gasolina y prendía fuego, para posteriormente clavarse la espada a él mismo como un digno acto de Harakiri. Los empleados se fueron y nunca más vieron atrás, ni volvieron a Lima.

Sin embargo, Gladys había encontrado otras dos teorías, la segunda, fue que al ver todo lo que había pasado, fueron los mismos empleados que decidieron acabar con la vida del patrón. Lo golpearon por la cabeza al ver que estaba un poco distraído, y con la misma espada le atravesaron el pecho sin ninguna compasión. Luego de esto, habían incendiado toda la casa y se fueron para nunca más volver.

Estas dos versiones, sin duda, establecen un desequilibrio psicológico sin explicación alguna que podía dar indicios a que hubo factores externos, fuera de la compresión humana, que quizás hayan alterado el razonamiento de este hombre al punto de provocar esta tragedia, sin embargo, Gladys había conseguido una tercera teoría que le pareció interesante y no descartable.
La tercera teoría hablaba de la posibilidad de que todo el evento fuera provocado por sustancias. Al parecer, luego del maltrato del dueño y a su vez, la posibilidad de saquear y resolver su vida por unos días antes de desaparecer, los mismos empleados habían planeado y ejecutado todo lo sucedido.

Dicen que esa noche, Juanita había preparado la cena para todos, incluyendo sus jefes. Lo había hecho agregando sustancias selváticas que eran poderosos estupefacientes. Los empleados hicieron a su jefe ese día vivir de manera traumática el efecto y se vengaron de todos los maltratos psicológicos, y luego de eso, encerraron a toda la familia, junto con Felipe, que se mantuvo fiel y los degollaron e incendiaron para luego escapar.

Cualquiera de estas teorías podía ser, sin embargo, Gladys decidió investigar por sí misma esta casa porque, de alguna forma u otra, la casa mantenía la constante en las opiniones sobre qué cosas raras se escuchaban y sentían en el lugar, así que decidió hacer presencia personalmente en el sitio par así hacer un análisis total de la Casa Matusita.

Tras tener 40 días investigando sin parar y merodeando los alrededores de la casa, sin lograr concluir una teoría definitiva, Gladys decidió hacer presencia en la policía, donde con un permiso otorgado por el mismo alcalde de Lima, que argumentaba ser bisnieto de una de las personas que trabajó en la Casa Matusita luego cuando se hizo una ferretería, en 1920.

Fue por eso que la Casa Matusita quedó con ese nombre, ya que así se llamaba la ferretería, pero que, por una razón u otra, nunca pudo tener éxito y quedó en la ruina poco tiempo después de abrir. El alcalde, le contó a Gladys que su bisabuelo hablaba del lugar con miedo, decía que estar en los depósitos era sinónimo de tener que lidiar con sustos, ruidos y sensaciones extrañas.

De hecho, llegó a contarle que cuando la casa Matusita funcionaba como ferretería, una vez dos empleados quedaron encerrados en un depósito, la puerta se cerró y era imposible abrir para los empleados que estaban fuera, y se escucharon dentro gritos y golpes. Al abrir la puerta, uno de los empleados estaba sin uñas, completamente ensangrentado, y el otro estaba desmayado, con la cabeza herida tras varios golpes contra la pared, tal cual como aquel supuesto soldado de Sucre hacía 70 años en aquel entonces.

De hecho, esa anécdota final del alcalde es la que hace a Gladys motivarse para la visita, ya que en un momento lo consideró inútil, dejándose llevar por su incredulidad y asumiendo que todos eran mentiras y mitos. Sin embargo, Gladys creyó en la historia del alcalde, no por él, que lo consideraba un mentiroso crónico, sino por su madre, que confirmó los detalles de esta historia y que tenía la fama de ser una mujer seria.

Tras salir de la oficina policial, Gladys consiguió el permiso para entrar en el lugar y lo acompañaron dos oficiales que la condujeron hasta el lugar. Los oficiales dejaron claro que bajo ningún concepto querían entrar, y que, en su defecto, esperarían afuera de la Casa Matusita para esperar que la doctora terminara con su investigación. Sus palabras fueron pronunciadas con cierto miedo.

<<Latinoamérica debe ser el único lugar del mundo con policías supersticiosos que le tienen miedo a los fantasmas>>, Pensó Gladys, pero la verdad es que tampoco le importaba mucho la compañía de estos oficiales que no tenían mucho para aportar en su investigación. Al llegar a la casa, Gladys preparó su maletín, amarró bien sus zapatos, y sin pensarlo mucho, entró por la puerta principal del abandonado lugar.

Al entrar vio reflejado lo que se anticipa, un lugar abandonado, con ruidos de ratas corriendo por las paredes y telarañas por todos lados. La única luz era la que se entre colaba en las ventanas que tenían espacios entre las tablas clavadas para no permitir el acceso. Gladys continuó su recorrido por la casa, viendo los pasillos y habitaciones entre ellas, el antiguo taller, el patio.

En el taller no detectó nada raro, incluso sacó su medidor de magnetismo para verificar el sitio y no había sobrecargas extrañas. Luego de eso revisó algunos rincones de ciertas habitaciones, en una de ellas, era notorio que habían habitado personas acumuladas y la pared tenía ciertas marcas y dibujos que hizo creer a Gladys que definitivamente era una habitación de empleados.

La ferretería de La casa Matusita solo funcionó pocos años y albergo solo una parte de la casa, así que parte de ella estaba tal cual como hace casi 100 años, cuando fue incendiada y perduró así para siempre, sin derrumbarse pero sin mejorarse. Nadie tenía ni las ganas ni las bolas para meterse a repararla. Ni siquiera los indigentes lo tomaban de techo en las noches de tormenta.

Luego de eso, se dio vuelta y fue hasta el lugar más emblemático de la casa: la habitación principal. Si los rumores eran ciertos, entonces justo ahí se habían suscitado todos los eventos sobrenaturales y criminales que desplazaron la ola de rumores que la habían llevado ese día hasta este espacio. Gladys, con medidor de magnetismo en mano, esquivó los desperdicios del suelo y se hizo paso hacia la habitación, que estaba bastante más oscura que el resto de la casa.

Al llegar al umbral de la habitación, ella misma sintió algo que no había sentido en el resto del recorrido. “Los espíritus te evitan cuando sabes que van a retarlos, pero si no se quieren ir de un lugar, te van a buscar cuando se sienten acorralados”; esas palabras le vinieron a la mente, de un psicólogo especialista en el espiritismo de Allan Kardec que se las dijo en una conferencia y siempre le quedó en la mente, ya que en sus investigaciones era común encontrar al final de la misma los resultados, luego de agotar todas las instancias para lograrlo.

Entró a la habitación encendiendo su linterna y se colocó en el medio de la misma, posteriormente, puso su portafolio en el suelo y la linterna la enganchó en su camisa cosa que iluminara hacia el techo para dejar una luz tenue general en la habitación, aunque de igual forma solo alcanzaba a alumbrar una pequeña aurora sobre ella, el resto de la habitación era oscuridad.

Sacó de su maletín un tablero, parecido al de La Ouija, pero era personalizado con base en los conocimientos que había adquirido con el tiempo. La Ouija es la forma más tradicional de comunicarse con energías multidimensionales, le habían dicho una vez, pero ella siempre se mantenía escéptica en base a su funcionamiento. “Puede ser mi misma mente moviendo el tablero para darme lo que quiero”, se decía ella misma.

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Sin embargo, por sus 15 años de investigaciones, le era una herramienta útil que a decir verdad pocas veces le quedaba mal, y sabía que por las características de la Casa Matusita y su historia, era la herramienta más sencilla para llegar a conocer si había alguna entidad en este sitio o no. Luego de acomodar el tablero en el piso, también ajustó al lado el medidor de magnetismo y colocó la linterna en el suelo para quedar más libre en movilidad.

Luego de meditar unos pocos minutos y concentrarse plenamente, Gladys terminó de ajustar el letrero y empezó la sesión en busca de respuestas.

– Soy la Doctora Gladys, vengo en son de paz y con fines científicos para conocer a los seres que habitan este lugar un poco mejor, y ver si somos capaces de entendernos. Si hay alguien además de mí en esta habitación, por favor pronunciarse en el tablero.

El tablero estaba inmóvil, pero sin duda, la temperatura bajó de forma considerable y se escucharon ruidos en la madera del techo y paredes, como si se estuvieran ajustando. Gladys simplemente continuó.

– No quiero faltar el respeto ni ser invasiva, solo quiero investigar, y saber que los tiene atados a esta casa cuando pueden ir donde quiera. Les pido por favor que hablen conmigo, entre más rápido hagamos esto, más rápido me iré.

Gladys sabía que una forma de provocar estas entidades rebeldes era a través del desafío y la autoridad, no les gusta ser mandados, así que utilizó ese truco para ver si lograba una respuesta, y efectivamente así fue. El tablero se movió lentamente, yendo letra por letra de una forma fluida, y el mensaje fue claro: “fuera”.

– No puedo irme a ningún lado sin una explicación, esta casa tiene siglos en una situación irregular, y al menos que no sepa la razón, simplemente no puedo irme, y no pueden sacarme.

El tablero se agitó violentamente y luego de eso, tomó su forma original y se movió para dar un mensaje: “¿No puedo?, veamos”. Repentinamente, Gladys empezó una visión, parecía muy real, se sintió asustada porque era primera vez que le pasaba en su carrera profesional, pero luego determinó que tenía a su mano la mayor posibilidad de hacer una investigación profunda sobre un ente que logre alteraciones psicológicas.

Vio una niña, primero estaba todo oscuro y solo una luz la iluminaba a ella, pero luego se fue aclarando el panorama y vio a la infanta detalladamente, una niña blanca de rasgos claramente europeos, con pelo castaño claro y ojos color caramelo que se degradan junto a un verde. Era una niña hermosa. La vio en el patio de la misma Casa Matusita.

A continuación, vio a la niña caminando y corriendo feliz por la casa, junto con sus padres, que eran de evidente postura pro corona española, daba la sensación de que el padre era un emisario del reinado español para gobernar en Lima, pero la madre, parecía más bien una gitana. Vio visiones de la madre de la niña, pero de la misma edad de su hija corriendo por su vida en la gran redada del pueblo gitano en España.

Vio a la familia de su padre ayudando y salvando a esta niña, y dando entierro a su madre herida que había logrado rescatarla. Luego vio como estos dos se casaron hasta tener a la niña que se le había representado primero, y después vio de nuevo a la niña transfigurarse desde bebé hasta una muchachita de unos 10 años, volviendo a la imagen original con la que se presentó primero en la visión de Gladys.

Posteriormente, vio a la niña con su madre llegando a Lima, cuando su padre fue enviado con su familia para servir como tesorero de la Corona en Lima. Vio a la niña con su madre corriendo por las playas de la capital peruana de ese entonces, haciendo rituales de sanación y prosperidad gitana, que la madre le enseñaba en secreto a su hija.

La visión se aceleró y repentinamente, todo se tornó macabro, Gladys vio como a la niña y su madre la sacaban por los pelos de su hogar, y veía como su padre, muerto de miedo con los sacerdotes detrás, les consultaba si era cierto que habían hecho prácticas del demonio que llevarían como consecuencia su sentencia en la hoguera. Luego de eso, vio a la niña y a su madre arder.

Tras apreciar eso, vio el punto de vista de la niña fallecida. Gladys vio al padre de la niña llorar y culparse, y escuchó como la niña le susurró hasta en sus sueños que él era efectivamente el culpable y que lo odiaba. Luego, vio a este sujeto con un poco más de canas y una cara completamente demacrada, ahorcándose entre botellas de ron y miseria.

Luego vio a Parvaneh Dervaspa, haciendo curas y hablando en su lengua persa, ayudando a las personas. Vio como la niña se encariñó con esta mujer, dejando que ocupara su casa sin problemas. En los sueños, hablaban y jugaban y esto mantuvo a la casa tranquila esos años. Pero luego, Parvaneh Dervaspa fue quemada tal cual como la niña, y Gladys solo pudo sentir su cuerpo calentarse de odio, un odio que la invadió solo para demostrar lo mismo que sentía la niña, era algo ajeno de Gladys.

Desde entonces, vio como la niña saboteó y manipulo a todos los seres vivos que quisieron ocupar la casa, maldiciéndolos y tratándolos de traidores, ya que nunca sintió que nadie ayudara a las personas como su madre o como Parvaneh Dervaspa, que murieron en manos despiadadas sin que nadie levantara voz por su justicia.

Fue entonces, según lo que sintió Gladys, que la niña se llenó de un odio absoluto y se llenó de una energía tan fuerte y oscura que hizo de la casa un lugar inhóspito e irregular. Y así se mantuvo hasta que vino efectivamente la familia japonesa. Gladys vio como la niña manipuló tanto al padre japonés como a toda la familia para volver de su hogar algo sumamente tóxico.

Por último, se tomó de las habilidades mediúmnicas de Juanita, empleada del japonés que había leído en el diario de Ramón. La niña habló con Juanita varias veces advirtiendo que iba a hacer que esa casa ardiera con todos dentro si no hacían algo contra el japonés. Fue así cuando descubrió que la historia era mitad verdad de una y mitad de otra, puesto que el patrón japonés sí fue asesinado por sus empleados, pero luego de matar a su familia, pensaba en suicidarse, pero los empleados tomaron justicia por ellos mismos.

Todo esto vio Gladys, junto a otras cosas, como rituales de sacrificio que fueron hechos dentro de la casa por parte de políticos, como actos simbólicos internos de fe que tiene cada partido de turno, la niña atormentó a estos seres hasta su muerte luego. Además de uno que otra persona curiosa que la niña espantaba y hacía alucinar con recuerdos alterados que desenvolvían horriblemente.

Repentinamente, todo se hizo oscuro, no había una pizca de luz y luego vio titilar luces y recuperó la visión, estaba en la misma habitación, pero estaba tapizada completamente de un rojo sangre. En el resto de la habitación no había más nada, salvo que ella, aunque cuando volvió la mirada al frente, estaba ahí la niña, mirándola fijamente, con el ceño fruncido pero sin alterarse, y con unos ojos penetrantes que la hacían recordar a los de un lobo.

– ¿Creéis que podéis invadir mi espacio cuando ni siquiera creéis que existo? Todos vosotros sois iguales, malditos, trabajando para el rey de turno, sirviendo para sus atrocidades.

La niña hablaba con evidente acento español tradicional colombino, le fue un poco difícil entenderle las palabras, aunque mentalmente entendió el mensaje por completo, Gladys estaba completamente paralizada, no podía mover ni siquiera sus párpados para pestañear, y ya dudaba seriamente de estar en una visión.

Todo se veía, sentía y percibía bastante real. Luego, vio a la niña desaparecer antes sus ojos, pero en menos de un segundo se apareció el rostro de la misma, completamente calcinado y quemado, justo frente a ella. La miraba amenazantemente, con odio, y se le acercaba flotando poco a poco hasta ponerse justo al frente de ella.

– ¿Querías ver? Pues habéis visto todo. Ahora… también te toca sentir.

Gladys sintió inmediatamente, luego de esas palabras, una sensación de ardor general en todo el cuerpo, insoportable, sintió como se estaba quemando viva. Quería gritar, pero no podía hacerlo, su cuerpo podía sentir todo, pero no podía hacer nada. Luego de eso, sintió como su estómago abría paso a un filo que la cortaba desde el estómago.

Fue allí donde por fin logró mover su cabeza y mirar hacia su abdomen, estaba la niña con la Katana, deslizando su hoja dentro su cuerpo. Sin embargo, Gladys detalló su cuerpo completamente limpio, estaba desnuda, pero sin quemaduras ni daños, no había sangre, ni había ningún mal trato. Fue entonces cuando su realidad se cuestionó, y se dijo así misma “Es todo en mi mente, esto no está pasando realmente”.

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Gladys cayó repentinamente luego de este pensamiento sobre sus rodillas y dejó caer sus manos al suelo, estaba agotada, y luego sintió que halaron su cabello y colocaron su cara hacia arriba, y allí estaba la niña tomándola con sus manos. La miró fijamente y rio con carcajadas antes de pronunciar una pregunta:

– ¿Todavía creéis que no existo? Te he hecho ver y sentir. Ahora, por vuestra incredulidad, me llevaré tus ojos.

Inmediatamente luego, Gladys vio las hojas de la katana como penetraron primero en su ojo derecho, haciéndola sentir un dolor punzante y sin rasposo, y luego lo mismo en el derecho, no le dio prácticamente tiempo de hacer nada más que llevarse la sorpresa, luego de eso, todo fue oscuridad total y Gladys llevó sus manos a la cara, sentía la sangre correr y sus cuencas vacías. Empezó a gritar desquiciadamente, sin parar, mientras escuchó a la niña susurrarle: adiós.

Del lado de afuera, los oficiales escucharon los gritos e intentaron entrar a la casa golpeando la puerta sin tener éxito hasta luego de tener minutos los gritos de Gladys, que se escuchaban desde afuera de manera alarmante e hizo los policías dudar de entrar por el miedo que les provocaba, pero luego les invadió la razón y salieron a su socorro.

Cuando lograron penetrar a la casa, corriendo hacia la habitación siguiendo los gritos de Gladys con sus linternas encendidas, entraron a la habitación y ahí estaba la desdichada doctora. Se veía todo su cuerpo, pero no estaba desnuda, sino que su ropa estaba tan rasgada y desgastada que simplemente solo quedaban tiras y trozos de la vestimenta colgada.

Estaba llena de sangre, no tenía heridas evidentes, salvo las de sus ojos, sus cuentas sí que estaban completamente vacías, y era la causa del dolor y los gritos desesperados de Gladys. Toda la sangre venía de su cara y se corría por su cuerpo semidesnudo, mientras ella se revolcaba en el suelo. El resto de sus cosas también estaban, el medidor de magnetismo, el tablero, su maletín.

Uno de los oficiales salió corriendo a auxiliarla inmediatamente, pero cuando la tocó, su cuerpo salió rebotado hasta el techo y luego violentamente hacia el piso, tres veces, y luego yació desmayado al lado de la doctora que se aterrorizó con lo escuchado por ella, que fue varios huesos romperse en los impactos.

El otro oficial, aterrorizado, salió corriendo y pidió auxilio por el radio, el cual inmediatamente llamaron a una ambulancia, los bomberos y otra patrulla de resguardo. Lograron trasladar a cada uno a un centro clínico, del oficial se sabe que no podía mover las piernas al reaccionar del coma por tres días, y se harían exámenes para confirmar su estado. Y de la doctora Gladys solo se sabe que logró recuperarse físicamente, pero tuvo que ser internada psiquiátricamente, ya que nunca se acabaron sus alucinaciones luego de lo vivido.

FIN

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