La hoja quedó suspendida en el aire detenido del pensamiento, el canario se posó nervioso en la luz de mi mirada, las nubes detuvieron la lluvia, mis pasos eran un largo silencio, un recuerdo de aquella tarde cuando las heridas intentaron sangrar mis sentimientos. El polvo que la brisa traía se quedó dormido entre mis manos.

Nada se movía, mil puñales incandescentes parecían cortar la tarde, mis lágrimas detenidas regresaron buscando refugio, no hubo ninguna voz, solo el recuerdo se movía, proyectaba esa imagen donde ella estaba en la ventana esperando la flor que cada tarde, yo hurtaba.

Cuán asombroso es detenerlo todo con un grito suspendido, la garganta reseca pudo detener el dolor, la calma levantó sus alas, era inminente el peligro, la ira de la traición se abrió paso en el aire, preferí que las espadas envainaran el olvido.

Solo di la vuelta, la hoja se dejó caer, la lluvia menuda se abrazó a la brisa.