En el ojo del huracán
El cielo se había cubierto de nubes y las ráfagas de viento empezaban a circular en espiral. Distintos destellos de luz se aparecían sobre un vasto espacio azulado proclamando por su atención. No fue hasta entonces que miré por la ventana y empecé a sentir pavor.
Estaba cortando unas zanahorias para la cena, pero los nervios me impidieron continuar. Pues mi mano comenzó a temblar junto al cuchillo que estaba utilizando hasta que lo arrojé hacia el suelo en un intento desesperado de prepararme para lo peor.
Sentí todo tipo de sensaciones, como escalofríos, un vacío interior, ansiedad. Mi esposo aún no llegaba a casa y era más que preocupante el pensar en que algo malo le suceda. Ya había pasado casi dos horas desde que me llamó por teléfono diciendo que estaría de regreso y aquellas nubes que se reflejan sobre el vidrio dan la apariencia de algo infernal.
La lluvia había puesto su clima de tranquilidad, pues parecía que todo se iba a calmar. Los vientos pararon al igual que aquellos resplandores producto de los relámpagos. Lo llamé nuevamente sin obtener ningún tipo de respuesta más que una contestadora diciendo que el número que había marcado no estaba disponible. Supuse que le había pasado algo malo.
Decidí juntar el valor suficiente para salir y tomar mi coche y fue cuando miré hacia el cielo y vi lo que sería el ojo del huracán. Tan temible como en cualquier película, pero esta era la realidad y podría significar mi muerte instantánea o la de mis seres queridos. En ese preciso instante ya no había nadie en la ciudad, todo el sitio estaba desolado.
Estuve a punto de salir a buscar a mi marido a su lugar de trabajo donde supuse que estaría y se había puesto a resguardo cuando escuché un pedido de ayuda. Volteé mi rostro y vislumbré lo que sería un niño, conteniendo sus llantos en la entrada de una tienda plenamente cerrada con maderas sobre sus vidrios.
No lo dudé ni por un instante y lo llevé en el auto a un lugar seguro. Era un contratiempo total hasta que el huracán nos impacte de lleno, por lo que decidí tomar distintos caminos y pasándome los semáforos en rojo. Los vientos huracanados nos hicieron mover de lado a lado y el coche parecía no resistir, pues las ventanillas se hacían trizas hasta que en un momento una de ellas estalló y el pánico se apoderó de nosotros.
Nos tumbamos al suelo con la intención de resguardarnos de los vientos y de los posibles objetos que volaban hacia todas direcciones. Lo abracé demostrándole que haría lo que sea para cuidarlo, pero a decir verdad, tenía tanto miedo como él de que no lo lográramos.
El sonido ensordecedor de los vientos a más de 200 km/h se iban atenuando hasta que en un momento, el coche se desprendió del asfalto y comenzó a dar varias volteretas. Quizás de la adrenalina de esa situación no noté que mi cara estaba cubierta en sangre hasta que sentí un dolor agudo al tocarme el rostro. Debí ser fuerte e ignorar eso que me había ocurrido, pues debía encontrar al niño.
Mi misión era ponerlo a salvo y jamás me perdonaría que algo le ocurriese. Salí del coche pero perdí el equilibrio. Mis piernas no resistieron y me desplomé hacia el suelo de una manera bastante abrupta.
Por fortuna de la vida, al abrir los ojos vi a mi marido llegando con el niño en su auto. Al parecer todo había terminado y miré un cielo despejado que resplandecía en un silencio de paz. Me llevaron al hospital donde tratarían mis heridas con una pronta curación, algo que me había sorprendido realmente.
En cuanto al niño, la policía pudo contactar con sus familiares y fue devuelto a ellos sano y salvo, quienes por un descuido que jamás se perdonarán, habían perdido de vista a su preciado hijo. Si hay cosas de las que aprender, es que la bondad salva vidas.
In the eye of the hurricane
The sky had become overcast with clouds and gusts of wind began to swirl. Distinct flashes of light appeared over a vast bluish space proclaiming for your attention. It wasn't until then that I looked out the window and began to feel dread.
I was cutting some carrots for dinner, but nerves prevented me from continuing. For my hand began to tremble along with the knife I was using until I threw it towards the ground in a desperate attempt to prepare myself for the worst.
I felt all kinds of sensations, like chills, an inner emptiness, anxiety. My husband was still not home and it was more than worrisome to think about something bad happening to him. It had been almost two hours since he called me on the phone saying he would be back and those clouds reflecting on the glass gave the appearance of something hellish.
The rain had set its calm weather, as it looked like everything was going to calm down. The winds stopped and so did those flashes of lightning. I called him again without getting any answer other than an answering machine saying that the number I had dialed was not available. I figured something bad had happened to him.
I decided to get up enough courage to go out and get my car and that's when I looked up at the sky and saw what would be the eye of the hurricane. As scary as in any movie, but this was reality and it could mean my instant death or that of my loved ones. At that precise moment there was no one in the city, the whole place was desolate.
I was about to go out to look for my husband at his workplace where I assumed he would be and had taken shelter when I heard a call for help. I turned my face and glimpsed what would be a child, holding back his cries at the entrance of a fully enclosed store with wood over its windows.
I didn't hesitate for a moment and took him in the car to safety. It was a total setback until the hurricane hit us full force, so I decided to take different roads, running red lights. The hurricane winds made us move from side to side and the car did not seem to resist, as the windows were shattered until at one point one of them exploded and panic took over us.
We lay down on the ground with the intention of sheltering ourselves from the winds and possible objects flying in all directions. I hugged him, showing him that I would do anything to take care of him, but to tell the truth, I was as afraid as he was that we wouldn't make it.
The deafening sound of the 200+ km/h winds was fading until at one point, the car came off the asphalt and began to flip over several times. Perhaps from the adrenaline of that situation I didn't notice that my face was covered in blood until I felt a sharp pain when I touched my face. I had to be strong and ignore what had happened to me, because I had to find the boy.
My mission was to get him to safety and I would never forgive myself if anything happened to him. I got out of the car but lost my balance. My legs did not resist and I collapsed to the ground in a rather abrupt manner.
Fortunately for life, when I opened my eyes I saw my husband arriving with the child in his car. It seemed to be all over and I looked up at a clear sky shimmering in peaceful silence. I was taken to the hospital where my wounds would be treated with prompt healing, something that had really surprised me.
As for the boy, the police were able to contact his relatives and he was returned to them safe and sound, who through an oversight they will never forgive themselves, had lost sight of their precious son. If there are things to learn from, it is that kindness saves lives.
¡Sé quien cree mundos nuevos!