Había una vez un grupo de aborígenes que vivía en la selva de quebrada seca, eran muy numerosos y con grandes creencias y fe en el fuego.
Guayú, uno de los descendientes del cacique de la tribu, un día se enamoró de una chica de la aldea y al poco tiempo se casaron.
Después de consumar su matrimonio debían abandonar la tribu y comenzar su nueva familia en otra tierra alejada de sus padres.Con esta creencia arraigada en los nativos de quebrada seca, ellos experimentarán el valor del esfuerzo y del trabajo para lograr sus metas como pareja juntos en una sola carne.
Pero antes de irse de la selva tenían que tomar un palo encendido (tizón) y llevarlo a su nido de amor o nuevo hogar como señal de que el fuego nunca debe apagarse, el fuego eterno siempre debe estar presente entre ellos para dar inicio a una nueva vida llena de luz y esperanza.
Terminada su travesía,Guayú y su esposa llegaron al lugar de su nueva morada y, colocaron el fuego encendido que nunca debe apagarse en el medio de su habitación para que sus mentes estén conscientes en todo tiempo que los sueños y metas que se tengan en la vida deben ser permanentes y constantes aún cuando el tiempo y las circunstancias suelan ir en sentido contrario.
Guayú,cada día alimentaba el fuego porque su familia empezó a crecer y también debían seguir con la misma tradición de nunca apagar el fuego.
Como guayú, nunca debemos dejar apagar los sueños que tengamos sino por el contrario cada día debemos alimentarlos y avivarlos,primero en nuestra mente y segundo con el esfuerzo y trabajo porque como dijo alguien somos el resultado de lo que pensamos.
A dividers courtesy of @kattycrochet.
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